Su armadura estaba puesta, de piel morena, un mechón de cabello negro lacio sujeto con un brazalete de oro, un collar multicolor que formaba las alas de la diosa alada de Egipto y una armadura con la forma de las alas del dios Horus, el Príncipe de apuesto semblante y mirada penetrante en sus ojos color negro, Ra’Oris hijo del Dios Ra, tomó su espada preparándose para la batalla para la cual estuvo esperando toda su vida.
Su bisabuelo, su abuelo y su padre, todos faraones del alto Egipto, habían peleado contra las fuerzas de aquellos malignos adoradores de Set, la ciudad principal de aquella nación depravada estaba a nada de caer. Sus intentos de levantarse y dar pelea eran patéticos para aquel valiente príncipe. Dirigiéndose a donde estaba su carruaje el mismo Ra’Oris se preguntaba por qué su padre no termino con Set Ren’Thar cuando tuvo la oportunidad. Su ejército era un grupo de ancianos que apenas daban pelea, las mujeres habían sido maldecidas por Horus cerrando sus vientres, la que alguna vez pudo ser una gloriosa capital de la blasfemia y el salvajismo ahora era una ciudad decadente que pronto iba a ser eliminada. Un grupo de heroicos rebeldes que adoraban al gran Dios Horus se encontraban cerca de la capital. los últimos reportes que esos tontos tenían era que su base estaba en las tierras de Nubia; pero la realidad era que ellos se encontraban más cerca de lo que pensaban. Dentro de poco los rebeldes tomarían esa corrupta ciudad y nada ni nadie podría detenerlos.
Su carruaje salía acompañado por los bravos soldados de su padre comandados por un hombre al cual Ra’Oris amaba como si fuese un segundo padre, el capitán Jov’tieran.
Lealtad, honor, valor, dignidad e integridad fueron las enseñanzas del capitán a aquel joven príncipe que le prometió siempre tenerlas en cuenta a la hora de pelear. Para toda la ciudad de Tebas aquel príncipe era no solo la esperanza de un Egipto glorioso sino también una promesa de que aquella nación sería la más poderosa de todo el Nilo y sus alrededores.
Tardarían días en llegar a donde estaba la base de sus aliados rebeldes; pero con la velocidad necesaria ellos podrían llegar a tiempo para ser la valiente caballería heroica que llega justo a tiempo para salvar el día.
Su carruaje blanco como el sol con tallados dorados era saludado por todos los ciudadanos que esperaban ansiosos el día de la coronación de su nuevo y valiente Faraón.
Las tropas lo esperaban fuera de las murallas, cuando él salió, los vio por lo que sonriente dijo
- Esperamos generaciones enteras para poder ver este día y está más cerca de lo que creen amigos míos, allí en el desierto- señaló el horizonte delante suyo- se encuentra la victoria, ¿la desean? ¡entonces vamos a reclamarla de esos degenerados adoradores de Set! ¡a la carga mis hermanos, es hora de acabar esta guerra de una vez por todas y que el bien triunfe en esta última batalla! ¡a la carga!
- ¡Siiii!- gritaron las demás tropas alzando sus lanzas junto a sus arcos y flechas
El joven príncipe partió siendo seguido por sus tropas junto a su figura paternal, que lo miraba con orgullo, dentro de poco el conflicto terminaría, solo… que no sería como el Ra’Oris lo esperaría.
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