Los días de Kris pasaban muy lento. Sentía que iba a enloquecer. Con los niños, parecía todo normal y tranquilo, disfrutaba estar con ellos, jugar, enseñarles a defenderse. Pero cuando estaba solo, pensamientos mortales llegaban a su cabeza. Kris sabía que se había metido en un problema muy serio, pues la yakuza no era de fiar. Sin importar que solo le haya vendido un café al jefe, sabía que moriría a manos de él tarde o temprano. Así que decidió heredarle lo mejor que tenía al más pequeño de la casa, a Sousuke.
Mientras tanto, los Yamaguchi terminaban un negocio pendiente con un joyero. El hombre tenía meses que no pagaba su cuota, a pesar de que su hija se lucía gastando fuertes cantidades de dinero en la ciudad. Entonces, el viejo Yamaguchi decidió hacerle una visita.
-Entonces ¿no me vas a dar mi dinero? –replicó el hombre, con una sonrisa amable que contrastaba con el sujeto frente a él, el matón agresivo que amenazaba a una chica con una pistola-
-Por favor, ¡¡deme más tiempo!! ¡Le juro que le entregaré el doble de lo que le debo, pero deje a mi hija en paz!
La mujer estaba atada, al parecer había sido golpeada y ahora amenazada con una pistola. Parecía no rebasar los veinte años. El joyero era un hombre de unos cincuenta, vestido elegantemente y con varios anillos en cada dedo. Parecía más el yakuza que el propio Yamaguchi
-No te preocupes, ahora no me hace falta tu dinero. Tampoco vamos a matarte ni a tu hija –volvió a sonreír de manera amable, cosa que era muy aterradora para el joyero
El joyero cayo de rodillas con alivio, juntando ambas manos, agradeciéndole al hombre por su compasión.
-¡Le juro que esto se lo compensare, es usted un hombre muy bondadoso!
Entonces, el yakuza sacó de su bolsillo un objeto que parecía un anillo pequeño, solo podía encajar en su dedo meñique. Observó al joyero sin borrar esa sonrisa mientras extendía su mano hacia él.
El viejo Yamaguchi era un hombre mayor, pero fácilmente podía pasar por hermano de su hijo, Tsubasa. La única diferencia era que el padre era más expresivo. Siempre con una sonrisa, incluso al momento de asesinar.
Tsubasa tenía mucha prisa y odiaba esperar, ese día le habían pedido a Bel que no asistiera pues era un trabajo rápido y no saldrían a otro sitio. Así que se aburría. Le agradaba observar al chico con mascara blanca, le daba un aire de misterio y deseaba tener una oportunidad solo con él, y justo cuando se presentaba esa situación, le daban el día.
-¿A qué hora terminará papá con esto?
Desesperado, salió del coche entrando a la joyería. Lo que vió lo dejó completamente impactado. Siempre que iba con su padre, él le pedía que se quedara afuera, el mayor salía después de un rato y nunca escuchaba algún sonido desde afuera. Tsubasa pensó que era alguien muy hábil y silencioso. Pero la realidad era otra.
El joyero estaba…. Levitando. Junto con su hija. Ambos parecían estarse ahogando en el aire, como si estuvieran en una piscina invisible. Su padre estaba de pie, con el brazo extendido, el puño cerrado y el meñique levantado, en él había un anillo que jamás había visto. El otro hombre que lo acompañaba parecía estar detenido, como un muñeco.
Tsubasa observó a su padre sonriente, al joyero y su hija muriendo lentamente. No le sorprendió verlos morir, pero si le impactó ver que podía existir esa clase de poder, de un pequeño anillo. ¿Tal vez por eso su padre hacia más negocios con los joyeros? No lograba encajar las piezas.
Ambas personas murieron y en cuanto el Yamaguchi se llevó la mano al bolsillo, los dos cayeron impactándose contra el suelo. El matón que lo acompañaba empezó a moverse, un poco confundido, pero parecía acostumbrado a ese tipo de efecto.
-Hiciste un buen trabajo, Sam. Como siempre –le dice el hombre a su matón, dándole un par de palmadas en la espalda mientras sonreía. Luego levantó la mirada, ahí estaba Tsubasa- ¿Me podrías dejar a solas con mi hijo, por favor? –le pide al hombre sin dejar de observar a su hijo.
Una vez solos, Yamaguchi sonrió haciendo una seña para que su hijo se acercara.
-Sé que lo que viste es muy extraño. Así que supongo es tiempo de que lo sepas
El joven se acerca a su padre, este a su vez lo abraza, pasando uno de sus brazos sobre sus hombros. El mayor saca de nuevo el anillo del bolsillo de su pantalón, para que Tsubasa pudiera apreciarlo mejor.
Era un anillo que parecía común, no tenía una piedra, un escrito, nada. Solo era un anillo de oro normal. Ni siquiera se veía elegante. Solo era muy pequeño, como de un niño o adolescente de manos pequeñas.
- ¿Qué fue todo eso? ¿Eres un Oni?
-Jjajajaja! No! Claro que no. –el mayor no pudo evitar soltar una carcajada, era divertido ver a su casi inexpresivo hijo tan sorprendido- Soy un humano común, pero este anillo está hecho con oro mágico
- ¿De qué hablas? –Tsubasa arqueó una ceja- No me vengas con cuentos, padre. No tengo ocho años, dime las cosas como son
-Vale, vale! Te explicaré todo.
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