Pasar tres días en una celda, con la poca claridad que podía dar una antorcha, producía que uno perdiera la noción del tiempo. Zero podría haber pasado tres días, pero para él, un niño, aquello fue una eternidad. Le tenían solo, no había nadie con quien hablar, le dolía y escocia la espalda y no se la podía tratar. Tenía hambre, pero lo único que recibió fue un cuenco con agua, el segundo día. El aburrimiento pudo con él y empezó a experimentar con las ratas e insectos que pillaba por la celda. Descubrió que usando la vida de una rata podía matar una cucaracha y viceversa. Por suerte no probó de revivirlas porque recordó las palabras de su maestra. Ni estuvo tan desesperado como para comerse a los roedores. Y finalmente, el tercer día a la noche, llegó Luc y con un cubo de agua helada lo hizo asearse y lo guio hasta su habitación.
- Mañana a la mañana ponte de inmediato a ordenar los libros, esos tres días que has faltado se han vuelto un caos.- protestó el guardia antes de dejarle solo.
Zero se tumbó sobre la paja de su habitación e intentando retener las lágrimas, alguien empezó a acariciarle la cabeza. Se giró y agarró la capa con sus manos mientras ponía la cabeza en el regazo de su maestra y sollozaba en silencio. Con el relajante susurro de la mujer junto a su tranquilidad y olor a hierbas medicinales, Zero cayó en un profundo sueño. Se despertó al día siguiente con las pilas recargadas, como si los tres anteriores días nunca hubieran pasado.
Se apuró para desayunar el primero y así evitar tropezarse con Vint. Pero a quien se encontró en la biblioteca fue a Sept, que se pasó todo el día detrás suya ayudándolo en lo que podía.
- Sabes que eres increíble.- le piropeaba cada dos por tres.
- Dime una cosa ¿Quién manda en la biblioteca? Me refiero, no al noble sino al que tiene mayor rango y lleva todo lo de este sitio.
- ¿Te refieres al bibliotecario? Ahora mismo no está. Se marchó antes de que te trajeran aquí y aún no ha vuelto.
- Ya veo…- se sentó en la esquina del pasillo que siempre frecuentaba.
- ¿Qué necesitas de él?
- Nada, no es asunto tuyo.
- ¿Qué hacemos aquí? –Se extrañó Sept al ser guiado hasta aquel sitio específico.
- Voy a enseñarte a leer.- comentó dejando algunos libros frente a él.
- ¡De verdad! ¿Pero no crees que se enfadaran?
- Lo dudo, aquí nadie nos molestará.- Y así empezó a enseñarle lectura al joven esclavo.
A la hora de comer, Zero y Vint se vieron las caras.
- Vaya, mira que tenemos aquí. Una sucia rata.- se codeaba Vint orgulloso.
- Y tú, un mentiroso de mierda.- respondió tajante.
- Vaya parece que no te ha llegado el castigo.-le agarró de la ropa- Habrá que adiestrarte como toca. Aunque parece que eres de los que aprende por las malas.
- Sabes, eres muy gallito. Que pasa ¿te sientes poderoso por saber que los guardias se pondrían de tu lado? O es que tienes otro as en la manga- dijo Zero rozando sus dedos por el cuello de Vint, eso hizo enfurecer al chico y arroyó al joven contra la pared.
Zero tuvo que aguantar el golpe y el dolor recibido en la espalda donde sus heridas aún se cerraban.
- Acabarás sometido a mí, por las buenas o por las malas- Sentenció Vint antes de dejar el comedor.
El resto de esclavos se quedaron mirando la escena apartados, temerosos de la ira de Vint. Zero por su parte solo podía esbozar una disimulada sonrisa. Sept fue el primero en dar el paso y ayudar a incorporarse a Zero. Los dos se fueron a la biblioteca a seguir trabajando. El resto del día pasó sin más incidentes.
- Por la Diosa, el día se ha hecho eterno- protestó tumbándose en la paja- ¿Maestra?
Pero no hubo respuesta.
- No habrá regresado todavía…- comentó mientras se acurrucaba en su manta.
A la mañana siguiente, antes siquiera de que saliera el sol y cantara el gallo, su maestra apareció y lo despertó emocionada.
- Ya queda nada. Pronto todo se alineará y podrás saber tu nombre. Ya estoy emocionada.- decía zarandeando ligeramente a su alumno.
- Maestra, yo también tengo ganas, pero eso podría esperar hasta la mañana- bostezaba- ¿Me has traído lo que pedí?
- Sí, pero no se para que lo quieres.- comentó mientras le pasaba un fragmento de mineral negro.
- Pirolusita, bien. Yo a cambio te doy un mechón de mi pelo- hizo el intercambio.
- Ahora parece que te estas divirtiendo.
- Simplemente voy a marcar el límite, porque parece que por aquí las cosas funcionan así. Si tengo que estar mucho tiempo aquí prefiero dejar de ser el personaje del cual burlarse. Voy a girar las tornas.
Zero se levantó apurado de la cama, puso el mineral en el suelo sobre un trozo de tela y lo empezó a raspar para hacer polvo.
- Vi esto en un libro de química, pero si metemos magia debería funcionar- le explicaba.
La maestra miraba interesada aquel polvillo negro que Zero empezaba a guardar en pequeños trozo de tela. Cuando hubo llenado unos cuantos pedazos de tela, le pidió a la mujer que le guardara la piedra por si registraban su habitación. Se apuró a vestirse y fue raudo al comedor. Ya había algunos esclavos haciendo cola para pedir su comida, y aun no había rastro de Vint ni Catro.
- Escuchadme todos- Anunció Zero subiéndose a un taburete de madera.- ¿No estáis cansados de tener que soportar a Vint? ¿No es duro ya, ser un esclavo y tener superiores explotadores, para que ahora entre nosotros nos llevemos mal y estemos subyugados y con miedo a alguien que está igual que nosotros?
Los murmullos empezaron y se escuchó a alguien decir: “¿y como piensas enfrentarte a él?”
- Eso quería que me preguntarais- sonrió- Ya no nos volverá a tocar un pelo si tenéis esto- alzó uno de los trozos de tela que en su interior tenía el polvillo del mineral.- Pero tenemos que mantenerlo en secreto entre nosotros.
Los chicos dejaron de atender como si fuera un loco vendiendo diamantes al hambriento. Pero Zero insistió que haría una demostración. Abrió y se esparció un poco de ese polvillo negro cerca del cuello, por las solapas de la ropa, lugar usual donde le agarraba. El joven matizó que con tener la bolsita de tela cerca ya bastaba. Tras aquello todos cogieron su comida y se sentaron a comer. No se hicieron esperar Vint, Catro y el resto de personas que faltaban. El matón no se hizo de rogar y se sentó frente a Zero.
- Hola Rata, ¿Por qué no comes en el suelo como tus congéneres?- lanzó el desayuno de Zero al suelo- ¡Uy! que patoso soy.
Las risas y burlas empezaron. Zero tranquilo alzó la vista e imitó lo mismo.
- Vaya, parece que yo también estoy torpe.
- ¡Serás…!- se alzó airado.
- ¿Quién te dio permiso para tocarme?
En el momento en que Vint iba a echar las manos sobre el cuello de Zero, un enorme calambrazo pasó desde la yema de los dedos hasta la punta de los pies del abusón quedando paralizado a unos centímetros de él.
- Así aprenderás a saber tu sitio- Zero se rascó el cuello y tocó el hombro de Vint pasándole otro calambrazo que lo hizo caer de rodillas- No volverás a tocarme de nuevo.
Entonces recogió sus cosas y se marchó, dejando a Vint allí de rodillas, aturdido y con todos los demás estupefactos.
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