"Había una herida en el pecho de Yedaky, tenía la profundidad suficiente para colocar mi dedo índice... Aunque era algo que nunca había visto antes, no temía colocar mis manos sobre la piel de esa persona que apenas conozco, pero que de algún modo sentía que había tratado en el pasado, su manera de ser, su mirada e incluso la forma en que fruncía el ceño al verme me parecían familiares y al mismo tiempo muy dulces.
Sin embargo, no podía quedarme perdida en su mirada, había circunstancias alrededor que esperaban respuesta, siento que no estoy siendo yo últimamente"
La mujer se quedó tranquila pues a pesar de que la chica no quería cenar, al menos ya estaba en casa. Cuando estaba por irse, recordó algo que tenía pendiente preguntarle a su nieta.
-Miila, no has respondido a ninguna de mis llamadas desde ayer. ¿Perdiste tu teléfono? -
Miila se quedó pasmada pues no esperaba la pregunta, rápido se levantó de la cama y se dirigió al baño, abrió la regadera con la intención de que su abuela creyera que se había metido a bañar.
La mujer se quedó atenta, al no recibir respuesta y escuchar la ducha se retiró de la puerta. Al escuchar los pasos en la escalera, Miila respiro profundo y cerró la regadera.
Caminando despacio luego de haberse quitado los zapatos, sé acerco a su escritorio donde había puesto lo que quedaba de su libro. Con cuidado trató de hojear las páginas arrugadas y endurecidas por el agua.
Nunca había estado tan obligada a mentir. Ahora tenía que inventar una excusa para justificar la pérdida tanto de su teléfono como de su libro. Con un semblante de frustración se sentó reposando la cabeza sobre sus manos mientras veía con tristeza los restos de su obra que le había costado mucho terminar. Muy en el fondo se sentía furiosa con Arsen, no podía entender su actitud y afán por molestarla de esa forma. Sin embargo, él le había amenazado anteriormente con denunciar su condición si ella se atrevía a acusarlo.
En el pasado, Miila y Arsen eran amigos, él la acompañaba en los trayectos de la tienda a los lugares donde la entonces niña recogía las flores para preparar medicinas, las cosas cambiaron en el momento que Miila le confesó que no era nieta de la dueña de la tienda de flores y además de eso le reveló que cuando era un bebé fue rescatada de una pequeña embarcación de migrantes que habían atravesado el mar huyendo de la guerra. Pensando que esa confesión (que su abuela le había pedido no decir a nadie) fortalecería su amistad, lo único que provocó fue que él muchacho, quien había sido rechazado anteriormente de ser su pareja, desarrollara una personalidad posesiva y agresiva con ella. Buscando aceptación por la fuerza y a costa de un chantaje.
La reacción de Miila había sido intentar alejarse de él, pero esto no detuvo sus cada vez más constantes agresiones. Sintiéndose acorralada, luego de la última ocasión, la chica sentía que pronto llegaría el momento de ceder a su petición, pero no quería pensar demasiado en ello.
Luego de recordar su relación con Arsen. Miila cerró su libro y se metió en la cama. Lo único que la mantenía más o menos distraída era el hecho de que al día siguiente iría a cuidar nuevamente a Yedaky después de la escuela.
Con su libro deshecho, Miila se presentó al día siguiente ante el maestro Kurai, con gran pena luego de saber que el maestro le había avisado sobre su ausencia por medio de un mensaje de texto, que ella no pudo leer tras haber destruido su teléfono, le dijo que dejaría de tomar su clase. Sin dejar que el maestro argumentara algo de vuelta, la chica se dirigió a la puerta y agradeció la atención, dejando el salón y la escuela con la intención de no regresar.
Sin nada más que la idea de aceptar la propuesta de Arsen, la joven subió a su bicicleta para dirigirse una vez más al departamento de Yedaky, había perdido la esperanza de ser escritora algún día, nuevamente lágrimas cayeron de sus ojos por un momento. Limpiando sus mejillas, tomó con fuerza el manubrio y se dirigió rápidamente hacia su destino.
Al momento de entrar al departamento de Yedaky, se encontró con un desorden mayor al que había visto el día anterior, fuertes estruendos provenían de la habitación.
- ¿Yedaky? ¿Estás bien? - Dijo acercándose a la puerta -Soy yo, Miila-.
Al no recibir respuesta, la chica abrió la mochila y sacó el arma que le había quitado a Yedaky, aún envuelta en un trozo de tela, dejando descubierto solo el cañón de esta. Al entrar a la habitación se encontró con algo que no esperaría encontrar.
- ¿Arsen!? ¿¡Que estás haciendo aquí!?-
Arsen había seguido a Miila el día anterior cuando fue a la tienda, esa mañana se había preparado para ir a tomar venganza una vez que confirmó que no había nadie más en el departamento. Él y Yedaky habían peleado, ambos estaban muy lastimados, pero Yedaky en mayor medida pues estaba en desventaja.
En medio de la impresión y el enojo, Miila apuntó a Arsen con la pistola:
- ¿Por qué? ¿¡Por qué insistes en molestarme!? ¡Déjame en paz de una vez! - Le gritó Apuntándole con las manos temblorosas y la voz quebrada.
Yedaky se levantó del suelo y se acercó a la chica, abrazándola por la espalda y acercando su mano lentamente para colocarla sobre la suya que sostenía el arma.
-Ya escuchaste a Miila- Añadió Yedaky.
Arsen se limpió la sangre que tenía en la mejilla.
-¡Miila es mía! Más te vale que te alejes de ella-. Le reclamó Arsen refiriéndose al abrazo que Yedaky parecía haberle dado por la espalda a Miila.
Yedaky sonrió al escucharlo.
-No tengo ningún interés en Miila, a diferencia de ti, yo tengo buenos gustos y más opciones de las cuales elegir-.
Al oír lo que Yedaky dijo, Miila bajó el arma, dejándola caer en el suelo.
"¿De verdad es eso lo que piensas de mí?" pensó Miila, bajando la mirada, se alejó de Yedaky y caminó hacia Arsen, quien rápido tomó su mano y la estiró hacia él.
En completo silencio, Miila salió con Arsen del departamento, dejando a Yedaky atrás.
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