Los carruajes iban por el desierto abrazador, creando una nube de polvo a su paso. Delante de todos ellos se encontraba Renseth y, a su lado, el capitán Tipher, un hombre de tez blanca con un rostro avejentado. Este aun mantenía su musculatura; pero podía verse como la edad le jugaba en contra al mostrarse muy cansado por dicha marcha. En realidad todos se veían cansados. Solo Renseth tenía toda la energía de su lado. Reía pensando en la batalla que tendría contra esos adoradores de Horus.
Los graznidos de un cuervo, al pasar, lo distrajeron de sus pensamientos de gloria y poder. Vio arriba al ave que volaba sobre ellos, después lanzó otro graznido que lo puso en alerta.
- Están aquí- murmuró en voz baja primero, luego gritó- ¡EMBOSCADA!
Pero era tarde, las flechas aparecieron de la nada y oscurecieron un poco el cielo por unos minutos. Varios soldados no tuvieron ni la oportunidad de detener sus carruajes, las flechas impactaron sobre ellos. Renseth se detuvo a tiempo mientras que varios carruajes continuaron su camino, con soldados muertos en lugar de vivos. Los que aun estaban vivos se detuvieron; pero tenían heridas considerables en el cuerpo. Renseth desenvainó su espada a la vez que Tipher también lo hacía. El lugar se encontraba en silencio, solo el graznido de los cuervos era lo único que se escuchaba
- ¡Maldito pajarraco!- gruñó Tipher; pero Renseth le dijo
- Es gracias a él que estamos vivos, me advirtió de la presencia de los Adoradores de Horus- le explicó Renseth
- ¡¿Qué?!- exclamó Tipher sorprendido
Los graznidos continuaban oyéndose, Renseth lo oyó con calma, luego dijo
- Están en la arena
- ¡¿Cómo?!- exclamó nuevamente Tipher confundido
Saliendo de la arena, varios soldados que estaban ocultos en ella, se abalanzaron sobre las tropas de Renseth con sus espadas, lanzas y resorteras con rocas. Los soldados de Renseth se apresuraron en responder la pelea. Varios de los adoradores de Horus, con sus espadas, lograron apuñalar a los cansados soldados de Renseth. Solo el joven príncipe daba una excepcional pelea.
Con su espada en mano dio un salto alto y decapitó a su adversario para que, al caer, le cortara las piernas a su compañero. Quien tenía la resortera logró golpear con sus rocas a algunos soldados de Renseth; pero este, con su espada, pudo degollarlo de un solo golpe.
Tipher también daba pelea; pero la lluvia de flechas volvió a suceder. Los Adoradores de Horus se retiraron a tiempo para poder ver como sus enemigos caían por las flechas. Al final solo quedaban cuatro en pie, dos fueron ensartados con las lanzas enemigas; pero Tipher junto a Renseth daban pelea como podían. Sin embargo los números estaban en su contra. Tres piedras bastaron para tumbar a Tipher dejando a Renseth solo en la batalla, este tenía una sonrisa de satisfacción por tener la sangre de sus enemigos en el rostro. Acercándose a él, un soldado con una máscara de Horus le dijo
- Todo termino Príncipe Renseth, ríndase y le prometemos una muerte rápida como también honorable
El joven príncipe al ver que estaba solo, sin nadie que pudiese ayudarlo, miro arriba solo para ver al cuervo que aun sobrevolaba por la zona, molesto le preguntó
- ¿Tú también me has abandonado?- después tiro la espada al piso y mostró las manos en señal de rendición
- Set siempre traiciona a sus conocidos príncipe- le habló el soldado con la máscara de Horus, era el sacerdote principal- por eso es un Dios malvado
- Lo sé- siseó Renseth furioso dejando ser atado por sus enemigos
Emprendieron la marcha hacia la base principal. Durante el trayecto Renseth sintió hambre, cansancio y un gran enojo como también malestar enorme, después oyó un graznido, miró hacia arriba para ver al cuervo junto a otro más sobrevolando el cielo después con una sonrisa dijo
- Entiendo, esperare ansioso
- ¿Con quién estás hablando?- le preguntó un soldado un poco inquieto
- Conmigo mismo- le respondió Renseth con una sonrisa maliciosa- es por el sol, ya deliro un poco
- Entonces calla- le ordenó el soldado- es bastante molesto el estar cerca de ti como para oírte hablar solo
Renseth no dijo nada, solo se limito a sonreír mientras continuaban su camino sobre el árido y ardiente desierto Egipcio.
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