Lo llevaron al campamento principal de los adoradores de Horus. El altar al sacrificio estaba siendo preparado sin embargo, hasta que este estuviese listo, pondrían a Renseth en una tienda apartada para que pudiese esperar de forma tranquila su ejecución. Estando allí, atado y totalmente molesto fue que dijo
- Al menos podría dormir un poco antes de ser sacrificado- luego cerró sus ojos solo por un minuto para ver algo, algo raro y que parecía ser un recuerdo antes que un sueño
Sobrevolaba el cielo con sus alas, aquel hermoso jardín era de gran belleza; pero no se sentía a gusto con la forma de vivir que tenia, había sol en el día, estrellas a la noche y luz en el día nuevamente, había un orden que le era aburrido, todos debían hacer lo que aquella cosa con forma de hembra humana les decía, dormir en la noche, jugar en el día, comer cuando tenía hambre y beber cuando tenía sed. Odiaba ese orden, odiaba el mero hecho de tener que estar obedeciendo todo lo que le decían, quería su propia libertad de hacer lo que quisiera, no sabía cómo poder hacerlo, no sabía el modo hasta que un día…
La primera mujer no había funcionado. Era demasiado rebelde, demasiado agresiva y demasiado inteligente para que aquella deidad, que iba tomando día a día una forma física parecida a la de una humana, le fuese útil, por eso tras ver lo que le había hecho a su esposo fue que la desterró, luego creó otra mujer que era más agradable, mas obediente, mas sumisa ante la entidad blanca y menos inteligente; pero ella parecía estar al lado del hombre a toda hora hasta que ese día en que Mirder, el Dios Cuervo, posándose cerca de donde estaba el árbol prohibido vio como la primer mujer aparecía con otra forma. era algo nuevo, parecía una especie de rama escamosa movediza que luego tomo la forma de una humana. Con hábiles palabras engaño a aquel hombre y comió el fruto prohibido, Mirder miro con agrado la escena. El engaño, la desobediencia, la traición, lo prohibido por aquella entidad, sonriendo entendió que había un cómo, había una forma. Riendo se retiro de allí para probar su teoría. Crearía algo opuesto al orden impuesto, ese algo sería interesante, sería maravilloso. Lo llamaría caos, debido a que era lo que sentía cuando no todo salía en base a lo planeado. Se fue de aquel jardín siendo su primer acto de desobediencia y alejándose iría a otras partes para poder hacer lo que quisiera, tener algo donde dominar sin que otros le dijeran que hacer.
El graznido de un Cuervo lo despertó. La noche estaba en su máximo apogeo. Sonriendo Renseth le dijo
- Libérame
Aquel Cuervo se acercó a donde estaban sus ataduras y picoteó las sogas rápidamente, sonriendo, Renseth fue liberado
- Gracias, ¿se encuentran todos?- preguntó Renseth con una sonrisa maligna
El Cuervo dio un graznido en señal de afirmación
- Bien, que comience la fiesta- rió Renseth a la vez que se dirigió a donde estaba la mayoría de los adoradores de Horus
Los chacales, las Hienas, los Cuervos y los Escorpiones estaban acercándose sigilosamente al campamento de los adoradores de Horus.
En el campamento central el sacerdote con la máscara de Horus adoraba a su dios con oraciones, cantos y cabras para ser sacrificadas. Los animales se metían en las tiendas a la vez que el sacerdote decía
- ¡Gran Horus!, ¡señor de Egipto, hijo de Osiris!, ¡hoy la guerra terminara debido a que en tu honor sacrificaremos al malvado hijo de Set y con su muerte pondremos fin a esta guerra interminable…!
- Lo dudo muchachos- rió en ese momento Renseth acercándose a ellos totalmente desarmado y con los brazos extendidos, como si quisiera hacer una oración a su dios- esta guerra está lejos de terminar, en realidad apenas está empezando para mí
- ¡Ha huido!- exclamó uno de los soldados sorprendido a la vez que desenvainaba su espada
- No irá muy lejos- dijo otro desenvainando su espada también
- ¿Yo?, ¿irme?, ¡no señores!, pienso quedarme un rato hasta que todos estén muertos- rió Renseth a la vez que este sentía algo en su interior, algo que estaba dormido y, por algún motivo, sentía deseos de despertar en ese momento
- ¡Atrápenlo!- grito el sacerdote principal
- ¡Ahora muchachos!- dijo Renseht, los animales salieron por sorpresa para atacar iniciando la batalla
Los chacales y las hienas emboscaron por sorpresa a los soldados a la vez que las serpientes atacaron a los lanceros al salir de la arena mordiéndolos sorpresivamente, los cuervos se abalanzaron sobre los arqueros y los escorpiones atacaban a los que tenían hondas
- ¡Muchachos!, ¡necesito un arma!- pidió Renseth amablemente a lo que un chacal tomo una espada con su hocico para lanzársela a las manos de Renseth y pudiese atajarla- ¡gracias viejo!
- ¡El hijo de Set usa sus poderes para comunicarse con los animales!- exclamó el sacerdote quien no tardo en añadir- ¡pues dos podemos pelear de igual forma!
Empezó a emitir una oración donde sus manos tomaban un aura blanca que crecía conforme sus oraciones aumentaban. Renseth vio como aquel sacerdote, con un puño cerrado, apuntó a donde estaba una hiena. La luz se movió, como si fuese una llamarada, sobre el aliado de Renseth. Este desapareció ante el primer contacto con dicha luz
- ¡Mierda!- gruñó Renseth a la vez que sentía esa fuerza nacer- ¡despliéguense muchachos!, ¡esta situación se está volviendo incontenible!
Los Adoradores de Horus estaban muertos. Algunos debido al veneno de los escorpiones y serpientes, otros con los ojos fuera de sus cuencas por los picos de los cuervos. El resto con su cuerpo comido debido a los chacales. La sangre de esas victimas corría por la arena empapando los pies de Renseth quien, al sentir esa sangre en sus pies, sentía una energía extraña en su interior. Los animales aliados del joven príncipe hicieron caso de su advertencia dejando al sacerdote a solas con él.
La luz blanca del sacerdote brillaba con tal fuerza que el mismo Renseth entendía que de tocarlo sería su fin. Esa energía la sentía en sus manos y finalmente comprendió lo que le sucedía, al menos una parte de lo que pasaba.
- ¡Muere hijo de Set!- exclamó el sacerdote de Horus lanzando su destello mágico
Renseth sintió la energía de la sangre que llegaba a sus pies por lo que, con una sola mano, lanzó una especie de fuego negro, o algo por el estilo, que frenó la luz blanca de aquel sacerdote. La sangre de la arena desaparecía a la vez que aquella luz tomaba un enfermizo negro escarlata, casi carmesí. Sonriendo Renseth dijo
- Mi turno- luego, con un grito concentrado, toda la sangre desapareció del suelo y el fuego negro carmesí logró tomar control de la luz blanca hasta que esta golpeo al sacerdote quien, con un grito, fue arrojado a donde tenían una estatua de Horus
La estatua estallo en mil pedazos y aquel sacerdote desapareció tras recibir el impacto de esa horrida energía.
La batalla había terminado y la Luna esa noche había tomado un color rojo sangre.
Sabiéndose vencedor de dicho combate, Renseth sonrió, los animales se acercaron a él para felicitarlo, sin embargo al joven príncipe le preocupaba mas el saber que era lo que había pasado a antes sentirse halagado por su espectacular combate.
Se sentó en el altar para poder cerrar los ojos y tratar de meditar lo ocurrido, solo eso, meditar lo ocurrido durante aquella noche de luna roja.
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