Pasaron muchos meses para que Sousuke se recuperara por completo. No hablaba, no comía por si solo y tampoco podía siquiera llorar. En su mente se culpaba por ser incapaz de defender a Kris.
A pesar de que Toshi le dio todo el cuidado y atención que pudo, Sousuke no se quedó mucho tiempo con él. Verle le hacía recordar a Kris y por el momento no era lo que él quería. Así que, al cumplir 14 años, Sousuke decidió irse, prometiendo que volvería de vez en cuando a visitarle o a surtir medicina.
Fue entonces cuando empezó la vida del joven como un pandillero. Empezó robando en algunos sitios, llamando la atención con trucos de magia que eran muy parecidos a los que Kris usaba.
- ¡Vengan a conocer al lobo fantasma, el mago más rápido del pueblo!
Sousuke no se consideraba hábil para otras cosas que no fueran las que Kris le había enseñado, pero tenía muy buena mano esculpiendo máscaras. Hizo una muy similar a la que Kris llegó a usar, pero de color negro. Sentía que usar una lo protegería de los Yakuza y lo mantendría más cerca de su mentor, era una forma silenciosa de recordarlo siempre.
Sousuke creció y su vida era muy solitaria. A pesar de que era un hombre amable y tranquilo, no le era sencillo permanecer en un sitio o hacer amigos. Tenía miedo de que ellos también murieran a manos de un Yakuza como su familia.
El joven viajaba a lugares cercanos y dormía en sitios abandonados, trataba de no apegarse con nadie o de entablar alguna amistad. Ese miedo seguía latente en su mente, tal vez por eso también había decidido alejarse de Toshi y empezar a valerse por sí mismo.
Una noche bastante fría, Sousuke estaba exhausto, había caminado demasiado y no encontraba ningún sitio alrededor para descansar. El frío era atroz. En su camino, bajo un árbol encontró a una pequeña ave. Era un ave inusual, una ninfa. Parecía más un ave abandonada que una silvestre. Sin pensarlo, Sousuke la tomó entre sus manos y le dio calor. La cubrió con el chaleco que llevaba puesto y la llevó consigo.
Unos metros adelante y cuando sentía que estaba perdiendo contra ese clima invernal, el moreno se topó con una casa solitaria. Era pequeña, con muchos coches viejos alrededor. No había plantas cerca, parecía que no vivía nadie ahí así que decidió entrar para resguardarse.
Sin embargo, al tratar de empujar la puerta ésta se abrió, topándose con un hombre.
- ¿Quién carajo eres tú?
(...)
Sousuke despertó en una cama más pequeña que él, pues sus pies sobresalían de ésta. Volteó a su alrededor hasta encontrarse con el mismo hombre, que tenía al ave en sus manos. El sujeto apretó al ave entre éstas, hasta que comenzó a moverse y cantar nuevamente. Parecía que estaba totalmente recuperada
-Ah? ¿Cómo hiciste eso?
-Ya despertaste. Pensé que estabas muerto –el hombre no sonreía, parecía que no había hablado con nadie en mucho tiempo- Tratabas de entrar a mi casa y te desmayaste. Ahora que estás bien te puedes ir
-¿Eh? –el joven arqueó una ceja- ¡Pero hace frío! ¡No puedo irme o mi amiga se va a enfermar otra vez!
- ¿Amiga? –el mayor miró al ave, que estaba limpiándose las plumas en la mesa. Después voló hacia la cabeza del moreno, acurrucándose en su cabello- ¿Es tu mascota?
- ¡Es mi amiga, quería salvarla del frío y tú me ayudaste!
-Ah, no es nada. Si se muere no tendría donde deshacerme de ella.
Sousuke prestó más atención al hombre que los había salvado. Era bajito, de cabello negro y puntas rubias. Usaba una playera azul sin mangas a pesar del frío y un enorme medallón en el cuello. Su ojo derecho tenía una cicatriz grande y tenía una mirada intensa. Parecía un tipo que siempre estaba molesto o que no había conversado con otro ser humano en mucho tiempo.
-Lo que no me explico es cómo fue que llegaste aquí y no te moriste. –murmura el mayor- Todos se mueren antes de tocar a mi puerta.
- ¿Eh?
-Ah, nada. Estoy pensando en voz alta.
- ¿Cómo te llamas?
-¿Por qué te interesa?
-Porque quiero saber el nombre de la persona que nos salvó
-Kurokawa. –dijo en un suspiro- Oni Kurokawa
-Me llamo Sousuke Kusanagi. De verdad te agradezco mucho que nos hayas rescatado
El joven extendió su mano para saludarlo. Oni dudó un poco, pero estrechó su mano en respuesta. Observó al muchacho frente a él. Era demasiado grande para su edad, al menos desde su perspectiva era alto. Oni arqueó una ceja y después prestó atención a algo peculiar: el collar que el chico llevaba en el cuello.
- ¿De dónde sacaste ese collar?
-¿Eh? Es de mi padre, me lo dio antes de morir…
Sousuke tocó su collar con nostalgia, cosa que le hizo entender a Oni que no estaba mintiendo. Aun así, el mayor dio un par de pasos hacia un mueble, para tomar unas viejas fotografías. Años atrás, Oni había enterrado un collar en un sitio remoto. Era exactamente el mismo collar que Sousuke traía en el cuello.
-Esto es inusual… -murmura el joven, observando la foto del collar. veinte años antes, él había escondido ese collar para que nadie más lo volviera a usar. Había intentado destruirlo, pero parecía ser imposible. Le sorprendió mucho verlo de nuevo, pero se le hizo más extraño que ese joven no tenía ni idea de donde había salido o para que era.
- ¿Ocurre algo? –Sousuke no entendía la extraña actitud de ese hombre, de pronto se había puesto muy raro, como si lo conociera o conociera a Kris- si de verdad quieres que nos vayamos, lo haré.
-No es eso. Aún sigo pensando cómo es que llegaste aquí. –se lleva una mano a la barbilla- Te explicaré de forma más simple. Digamos que este lugar está “embrujado”. Nadie, ni siquiera un insecto se puede acercar aquí, porque se muere. No entiendo cómo es que tú y tu mascota siguen viviendo
-Ah… ¿Quizá es porque tenemos buena suerte?
-Mmh… podría decirse… -no necesitaba preguntar. Se dio cuenta de inmediato que ese chico era un completo ignorante de lo que estaba pasando. Pensó que era una buena idea pedirle algo que necesitaba desde hace mucho tiempo– Mira, yo te salve la vida así que necesito que hagas algo por mi
-¿Eh? ¿De qué se trata?
-Hace unos años, yo era un prestigioso Bancho del área oeste. Tenía un montón de mocosos a mi cargo. Incluso personas más grandes que yo –dice orgulloso- Sin embargo, mi hermana empezó a causar disturbios y nadie en ningún sitio podía con ella. Todos en lugar de enfrentarla, comenzaron a unirse. Entonces empezaron a invadir tantos sitios que solo quedamos nosotros. –se detiene unos momentos para sacar un cigarrillo y empezar a fumar- Ella era inhumanamente fuerte pero no me interesó. La enfrente para proteger mi territorio, la derroté a duras penas, perdí esto –señala su ojo derecho, luego sonríe levemente- y después empecé a perder a todos mis amigos. Actualmente ese lugar no tiene a nadie, y no puedo acercarme. En veinte años, eres la primera persona que se acerca sin morir. Necesito que me ayudes a conservar ese territorio tal como está.
Sousuke no entendía en un inicio a que se refería, pero parecía que en serio estaba desesperado por ayuda. Parecía un hombre duro y orgulloso, así que no pediría algo así abiertamente a cualquier persona. Supuso que había algo especial en él y por eso lo había elegido.
- ¿Qué tengo que hacer exactamente?
-Quiero que alejes a otras pandillas y a los Yakuza de esa área. Nadie así debe pisar ese sitio
-hm… -en cuanto Oni menciono la palabra “Yakuza” no dudó más en aceptar esa responsabilidad. - De acuerdo, te ayudare.
-Es un trato, entonces
Ahora era el mayor quien extendía su mano, Sousuke no dudó en estrecharla.
(...)
Días después, Sousuke estaba listo para ir al oeste y quedarse en ese sitio. No tenía la menor idea de que hacer, pero mientras usara una máscara y solo se dedicara a ahuyentar a los criminales suponía que no iba a ser difícil.
-Oi, Sousuke
- ¿Si?
-Gracias.
El mayor alzó la cabeza en agradecimiento, con los brazos cruzados. El moreno sonrió amplio y haciendo un ademan de despedida partió hacia el oeste, dejando a un Oni un poco más tranquilo, ya tendría ojos que le ayudaran a vigilar ese lugar
Mientras caminaba, la pequeña ave seguía descansando en su cabeza. Parecía no querer separarse mucho de él y eso le hacía feliz, era el primer amigo que hacía en aquel largo viaje.
Llegaba la noche y él aun no podía parar, faltaba una ciudad para llegar a su destino. Pero estaba cansado, así que decidió ir a un edificio a dormir. Era un sitio grande y abandonado, le extrañó no ver a otro pandillero o un vagabundo en ese lugar, pero igual podría compartir, a fin de cuentas el dormiría cerca de la azotea y se marcharía al amanecer.
Todo parecía muy silencioso y tranquilo, hasta que el ruido de una persona en el techo del sitio lo hizo movilizarse
- ¡NO LO HAGAS!
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