Habían pasado dos meses tras su huida al desierto. Caminó sin descanso por un lapso muy grande de tiempo. En completa soledad sin nadie con quien hablar y con pocos alimentos. Aquel Peregrino huía de los adoradores de Horus a través del desierto, sintiendo como ellos iban por él. Había fingido su muerte; pero ¿era eso suficiente para sentirse seguro? No lo creía, su aspecto también había cambiado radicalmente: su cabello había crecido al punto que su mechón de príncipe se fundía con sus cabellos largos que llegaban hasta sus hombros… quizás fueron más de dos meses desde que abandono el campamento de los adoradores de Horus. Su barba había crecido al punto de parecer un verdadero profeta del desierto antes que un príncipe Egipcio.
Esa soledad lo molestaba demasiado. Lo enfurecía debido a que no tenía a nadie con quien hablar, con quien poder vanagloriarse de sus logros, demostrar su poder, necesitaba atención y compañía, necesitaba… un amigo.
Molesto por esa soledad se recostó sobre un cumulo de arena y durmió esperando que al día siguiente pudiese encontrar una civilización o alguien con quien hablar un poco.
La luz del sol golpeaba su rostro, el viento del árido desierto lejos de ser molesto era como un susurro suave que le decía “hora de despertar pequeño príncipe, aun hay mucho trabajo que hacer, ¡vamos arriba!” alzando su mano sobre sus ojos creando una sombra, Renseth se despertó dispuesto a enfrentar un nuevo día; pero el ruido de pasos cercanos lo puso en alerta. Levantándose con rapidez buscó el origen de ese sonido, no había soldados en las cercanías ni tampoco comerciantes, sino un sujeto de cabello castaño largo con una barba igual de crecida que la suya. Este llevaba unas túnicas blancas con algunas mantas de color marrón con rayas rojas. Posiblemente fuese uno de los famosos Purificadores de las tierras del este. Sujetos que no tenían una patria propiamente dicha ni una ciudad, sin embargo se los conocía por hacer milagros y “purificar” a las personas quitándole su maldad interna por medio de su magia o como ellos le llamaban “convicción” sonriendo Renseth se dirigió a donde estaba aquel Purificador para poder hablar con él.
A medida que se acercaba podía ver como aquel Purificador tenía muy poca fuerza, no paso mucho tiempo antes de que cayera al suelo.
- Hola- lo saludó Renseth a lo que aquel Purificador lo vio sorprendido, sonriendo añadió- por Mirder amigo, espero que no te ofendas; pero te vez como si fueses mierda humana
Aquel Purificador no le contestó nada, parecía que deseaba ignorarlo
- Por tus ropas imagino que eres uno de los famosos Purificadores, había oído hablar de ustedes; pero muy por lo general creía que eran más resistentes que el resto de los mortales al sol del desierto- continuó hablando Renseth sonriente- ¿Cómo te llamas?
Aquel hombre no le contestó nada, eso impaciento a Renseth quien le dijo
- ¡Vamos!, ¡hasta los Purificadores tienen un nombre!, ¿acaso eres el famoso Juan?
El Purificador lo vio e intento levantarse para seguir caminando
- Te veo hambriento amigo- al ver que este continuaba camino fue que añadió- al parecer no eres muy hablador
Aquel hombre cayó nuevamente al suelo y, con un suspiro, le dijo
- Tengo hambre… sí; pero debo mantener el ayuno
- ¡Vaya!, ¡al parecer el Purificador si habla!- exclamó risueño Renseth- tengo algo de comida conmigo, no me molestaría compartir
- No gracias- le respondió aquel Purificador con un gemido de cansancio
- ¿De dónde vienes amigo?- le preguntó Renseth
- De Galilea- le respondió aquel muchacho
- ¡Vaya!, eso es bastante lejos, como a cuarenta días de aquí- sonrió Renseth- ¿y a quien purificaste allí?
- A mí mismo- le contestó aquel muchacho con su tono de cansancio
- Pues… bien por ti- sonrió Renseth- escucha mi nombre es Varlorg, soy un peregrino del templo a Mirder en las tierras del norte, llevo la palabra del señor Cuervo a otros, ¿no deseas escucharla?
- Yo también llevo una palabra- le respondió aquel Galileo
- Ah, que bien, tú me dices tu palabra y yo te digo la mía, ¿Qué te parece?- propuso Renseth sonriendo
- La palabra que llevo debe ser escuchada por todos; pero algo me dice que tú no quieres oírla, solo oírte a ti mismo como el orgulloso que eres- le confrontó el Galileo
- Escucha amigo, vengo desde el otro lado del desierto, solo hay muertos por una guerra entre los reinos de Egipto, no encontraras nada interesante allí ni nadie que quiera oírte
- El que quiera oírme , me oirá, tú en cambio solo quieres escucharte y nada mas- después se mantuvo allí acostado descansando- tengo tanto hambre
- Siendo un Purificador podrías creer que esta roca se convertiría en pan- le señaló Renseth tomando la roca y pasándosela- los he visto hacerlo muchas veces, tienen que decirme su secreto, me parece muy egoísta e injusto que solo ustedes puedan hacerlo y los demás sacerdotes o peregrinos no
- No… gracias, no tengo apetito- le rechazó aquel Purificador de Galilea apartando la roca de su vista depositándola en el suelo
- ¿En serio?- rió Renseth sacando de su bolso un pedazo de pan- mira te convido un poco del mío, quizás me alcance hasta llegar a Galilea
- No solo de pan vive el Hombre- le respondió aquel Purificador- sino también de la palabra de Dios
Renseth se quedó en silencio un minuto esperando a que continuase su discurso; pero él se mantuvo callado, agachándose a donde estaba su cabeza y colocando su mano sobre su oreja preguntó
- Disculpa, ¿puedes decirme como se llama ese Dios? Creo que no oí su nombre
- No tiene nombre, él es absoluto- le respondió el Purificador de Galilea con un tono de profeta
Mirando a todas partes Renseth comenzó a reír diciendo
- ¡No puedo creerlo!, había oído hablar de ustedes; pero los tomaba mas como un mito antes que un hecho, los locos del desierto que adoran a solo un Dios Malhumorado- después añadió con una risa más fuerte- ¡los Hebreos!
- Galilea es tierra de Hebreos, pensaba que ya lo sabías- señaló aquel Purificador
- En realidad es tierra de los Romanos- continuó Renseth usando un tono más calmado- eso fue lo último que escuche, mira, sé que ustedes son un poco mas… ¿Cómo podría decirlo? … ¡intolerantes con los que piensan distinto! ¡eso es! Pero tienes que admitir que adoran solo a uno de muchos
- No hay muchos- le contestó aquel Purificador de forma casi certera
- Si los hay- rió Renseth a la vez que su sonrisa se acentuó debido a sus antiguos conocimientos en forma de sueños- yo los he visto, tienen la forma de colores, uno es dorado como el sol, otro es negro como la noche, azul como el cielo y rojo como el fuego, no es solo uno, son varios, tantos que me es imposible contarlos. No solo los colores sino los animales primigenios, entre ellos Mirder, el Dios Cuervo o Rahn’ Thar la Cobra, Fenril el Lobo y podría seguir y seguir todo el día; pero el punto es ese, no hay solo uno
- En el principio lo fue- le contestó el Purificador riendo
Renseth recordó aquel sueño, cuando en la nada solo había un cumulo de pensamientos de un solo ser.
- Eres listo- murmuró Renseth molesto
Aquel Galileo se levantó con mucho esfuerzo y continuó su peregrinaje, Renseth lo siguió, no deseaba estar solo, para nada.
Durante el trayecto Renseth intentó vanamente tratar de sacarle información o algo a ese Purificador de Galilea, cuando llegaron a las cercanías de un risco, fue que Renseth riendo le dijo
- Escucha amigo, no estoy al tanto de toda la cultura Hebrea; pero lo que he escuchado es que tu “único” Dios es una fuerza invisible que no tiene forma, incluso los colores tenían una forma, por no hablar de los Dioses animales, por ende ese Dios seria algo similar a un viento, creo que siendo un purificador deberias estar convencido a estas alturas que le oran al árbol equivocado ¿o acaso tú crees en ese Dios?
- Soy su hijo- le respondió aquel Galileo, después susurró de forma inaudible- como todos los demás, ya que son producto de su creación
- Si claro, esa es buena- rió Renseth dándole un pequeño golpecito en el hombro que le hizo doler la mano por un minuto- ¿así que eres el hijo de un Dios? No me sorprendería oírlo, hace mucho tiempo atrás hubo un sujeto llamado Heracles que decía ser hijo del Dios Zeus, capaz de grandes proezas y hazañas, mucho antes estuvo Perseo o siglos después Eneas o los fundadores de Roma, Rómulo y Remo
- Y el Príncipe Renseth según he oído- le confrontó el Purificador de Galilea sonriendo como si supiese su secreto
- Sí, eso es cierto- le respondió seriamente Renseth, sus nervios se empezaban a alterar al estar delante de ese Purificador que parecía saber quién era en realidad- él también fue el hijo de un Dios; pero por desgracia murió recientemente en una batalla
- ¿De verdad?- le preguntó risueño el Galileo
- Si eres el hijo de un Dios, aunque este no tenga nombre- le contestó Renseth molesto y asustado a la vez- salta por este barranco, los Engels, servidores de las máximas divinidades, vendrán a salvarte y luego te llevaran amablemente a donde quieras ir, a menos, por supuesto, que no seas el hijo de un Dios sino un mero charlatán que busca manipular a los demás, no sería la primera vez que veo eso
El Galileo lo vio en silencio por lo que Renseth continúo provocándolo dándole pequeños empujones que apenas si lo hacían moverse de su sitio; pero a él le hacían dolerle nuevamente las manos.
- ¡Vamos!, ¡demuéstramelo!, dices ser el hijo de un Dios, ¡dame pruebas de ello!, ¡de que no eres un estafador ni un vil mentiroso!
- Escrito esta que a tu Señor Dios no tentaras- le respondió aquel Purificador de Galilea usando un tono aun más potente que antes- y a él servirás
- ¡Me huele a cuento!- continuó Renseth quien dejo de empujar al Semidiós y empezó a reír- vaya muchacho, si eso es lo mejor que te puedes imaginar cómo escusa para no dar pruebas de tu ascendencia divina cuando te las pidan, entonces nadie te seguirá, las personas sensatas se guían en lo que ven y no en lo que oyen
- No busco justificar mis palabras sino que sean oídas y que crean en ellas- le respondió el Semidiós de Galilea
- Dices que escrito esta el que no tentare a tu señor Dios sin nombre gruñón; ¿Dónde está escrito eso? ¿En alguna tablilla o en algún pergamino?
- Tu sabes dónde- le respondió aquel Semidiós de Galilea a la vez que una sonrisa divertida se dibujaba en su rostro- ¿no fue por esos escritos que odiabas porque ellos te decían lo que debías hacer y lo que no debías hacer, que decidiste escapar del Jardín del Edén eras atrás cuando viste por vez primera la desobediencia, sintiéndote inspirado a hacerla, Mirder?
La capucha del Dios Cuervo ocultaba su rostro, unos ojos rojos se veían tras dicha capucha. Con una voz potente dijo
- Bien, veo que de nada sirve continuar con la farsa- con un ademan de su mano el reino de Katar apareció en la distancia, se veía de gran belleza, de gran magnificencia, de un poderío increíble- observa niñito de Dios, este es mi reino, el que ansió ampliar al ser nombrado faraón, ¿deseas ayudar a los demás? Puedo darte una mano con ello, Jerusalén será tuya, Roma también, una gran parte de mi imperio te será dado como compensación por tus esfuerzos
- ¡No lo quiero!- le respondió el Semidiós con vehemencia- he venido con intenciones de dar la palabra, no de ser un conquistador
- ¡Cual palabra!- exclamó Mirder furioso mirándolo desde detrás de su capucha
- Amaros los unos a los otros como yo los he amado- le respondió aquel muchacho a la vez que lo observaba con dureza, sus ojos mostraban no solo el desafío ante el caos perfecto de Mirder sino también una luz que aterraba al Dios Cuervo- esa es la palabra, una que tú no entiendes porque tus deseos poder, de desobedecer el orden creando caos, nublan tu juicio
- ¿Acaso piensas vencer al imperio Romano con un cartel que diga “Abrazos gratis”?- le preguntó con ironía Mirder , a la vez que su interior le decía que se alejase de aquel Purificador
- Esa es la idea- le respondió aquel Semidiós con una sonrisa victoriosa- porque no hay nada más bello que abrazar a alguien que necesita contención o dar compañía a los solitarios que necesitan a una persona con quien hablar para no sentirse desdichados en su soledad o en su autoexilio, ¿verdad Mirder?
- Quizás si te arrodillas ante mi pidiendo perdón te pueda dar lo que quieres y mas, como esta bella ciudad- susurró Mirder furioso, su cuerpo temblaba de la ira, del miedo y de la vergüenza al sentirse confrontado consigo mismo- de lo contrario… pagaras por esta afrenta
- Vamos tócame- le pidió aquel semidiós sonriendo a la vez que una luz ilumino sus vestiduras blancas- vamos tócame, pienso purificarte
- Hijo de…- intentó rugir Mirder torpemente
- ¡DE DIOS!- rugió aquel ser con una voz tronante a la vez que su cuerpo se volvía luminoso- ¡VAMOS INTENTA ATACARME!, YO TE PERDONARE Y TE REDIMIRÉ, ¡¿QUE ESPERAS?!, ¡TÓCAME!, ¡HAZLO! SI NO LO PIENSAS HACER ENTONCES LO MEJOR PARA AMBOS SERA QUE TE APARTES DE MI, ADVERSARIO, PORQUE ESCRITO ESTA QUE AL SEÑOR DIOS TU OBEDECERÁS Y SOLO A ÉL SERVIRÁS
- No es un Dios, el color blanco es… es…- intentó explicarle Mirder recordando aquella visión de una figura femenina que vio en sus sueños; pero aquel ser divino ya sabía a lo que se refería y le contestó
- ES PADRE, MADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO- tronó aquel ser cuya luz blanca resplandecía de tal modo que cegaba a Renseth, quien se alejaba de él, casi de pronto se veía bajo un risco y el Hijo de Dios estaba arriba luminoso a la vez que unos Engels o mejor conocidos como Ángeles aparecían a sus costados- ES LOS COLORES DEL ARCOIRIS, EL ALFA Y EL OMEGA, ÉL ES TODO Y NADA,ES EL ABSOLUTO
La luz casi lo tocaba y quemaba. Horrorizado Mirder lanzó un alarido al ver que dicha luz estaba cerca de él
Despertó gritando, debido al horror que esa imagen le causo. Respiraba agitado a la vez que se aliviaba al ver que estaba todavía en donde se había quedado y aun era de noche. Su agitación se convirtió en una risa de alivio seguida de un suspiro
- ¡Mierda!- exclamó- ¡que horrible pesadilla tuve!
Completamente aliviado largo a reír en la oscuridad de la noche completamente feliz de estar solo en ese enorme y árido desierto.
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