El joven trabajaba en el correo local. Tenía una vida bastante normal y monótona. A veces no recibía ningún cliente en el trabajo y se quedaba viendo hacia la nada. Otras veces estaba tan ocupado que apenas llegaba a casa a dormir. Todo era tan aburrido y cansado para él.
Si por él hubiera sido, dejaba su trabajo. Pero meses atrás sus padres fallecieron durante unas vacaciones y le heredaron el empleo. Sentía que si lo dejaba no podría hacer nada más.
Siempre tenía un aire melancólico, era lógico pues hace poco había perdido a sus padres. Nunca se había relacionado lo suficiente para tener una amistad, ni siquiera tenía novia. Era, para los clientes del servicio postal “el muchacho aburrido de la ventanilla”
-Seiya, hoy has hecho un buen trabajo, puedes irte temprano para que disfrutes tu día de descanso
-Oh, muchas gracias señor. De verdad necesito un trago o algo
-¿Sabes? En el hotel que está cerca de aquí hay chicas muy bonitas, las trabajadoras del sitio. Todas son mujeres, incluso la del bar. Es un lugar moderno al parecer
-Vaya… si hay un bar ahí, supongo que me daré una vuelta
Seiya se despidió de su jefe y fue directo al hotel. Era lujoso, enorme. Y en efecto, todas las empleadas eran mujeres. Le sorprendió un poco pues no era algo común, pero decidió caminar hacia donde estaba el bar. Pasó cerca de un espejo, su reflejo se notaba ahí.
Su cabello era más oscuro, sus ojos no usaban lentes. Su ropa era bastante aburrida, parecía un chico común que pasaría desapercibido en cualquier lugar. Suspiró al verse y justo al entrar al mini bar choca de frente con alguien
- ¡Ah! ¡lo siento muchísimo! ¿estás bien? –dice ayudándola a levantar sus cosas-
-Estoy bien, no se preocupe…
Seiya comenzaba a levantar lo que podía, igual que la joven. Pronto, ambos coincidieron con una toalla. Sus manos hicieron un poco de contacto y eso hizo que se miraran el uno al otro. La joven era preciosa, de hermosos ojos azules, mirada intensa, cabello largo y bien peinado. Llevaba uniforme de camarera. Ella le sonrió y Seiya se ruborizó de inmediato
- ¿Cómo te llamas?
-Ah… mi nombre es Seiya, mucho gusto
-Me llamo Hiromi, un placer. –la chica le sonreía con bastante confianza- ¿Sabes? Voy a salir en unos minutos, ¿te gustaría acompañarme a dejar estas cosas en el almacén?
Seiya no captó de inmediato el mensaje, pero se ofreció a ir con ella. Poco a poco fue notando lo que ella quería decirle. Parecía que ese era un día de suerte, una bella mujer le pide tener sexo y ni siquiera la conocía. Para su sorpresa, tuvo una inesperada noche. Bebió mucho, se acostó con alguien que recién conocía, durmió gratis en ese lujoso hotel. Todo parecía un sueño.
Pero como todo sueño, era hora de despertar
-Hola guapo, buenos días…
-hmmm… ¿Qué hora es..?
-Es mediodía. Bebiste mucho anoche y estabas agotado… -Hiromi llevaba puesto un camisón y le estaba dando un almuerzo. Pero no era un almuerzo hecho por ella, era una dona y un café- ¿quieres que te acompañe a tu casa?
-Hiromi… ahh... pensé que todo lo había soñado –se llevó una mano a la cabeza, tomando con la otra el café-
-Claro que no, ¿Por qué soñarías con una noche tan increíble? –La chica se sienta en el borde de la cama, besándolo repentinamente- ¿Sabes? Te veía en el correo muy aburrido y llegué a dejar cartas un par de veces, me gustaste desde ese momento y cuando te vi tan cerca no pude desaprovechar esa oportunidad
Seiya se quedó mirando el rostro de la chica unos momentos, procesando lo que acababa de pasar. Ella se había atrevido a hablarle, a acostarse con él e incluso ahora le estaba besando. Maldita sea, era alguien muy afortunado y no se había dado cuenta. Al menos eso era lo que el pensaba justo en ese instante.
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