AKSA: Más allá del Alma
(Historia original Diciembre 2015 / Revisión Abril 2020)
Como una gota de rocío por la mañana que cae en un charco en medio de la desolación fue la esperanza de un reino golpeado por un ataque en el que más de la mitad de sus habitantes perdieron la vida. Las familias lloran a sus valientes mientras los huérfanos se levantan sobre las ruinas y las cenizas del patrimonio que dejaron sus padres.
Ha pasado apenas 1 año desde ese misterioso asalto al reino de Kairos, un grupo de bandidos bien organizados y en cantidad incontable, intentó conquistar los territorios del Rey Magnus, quien, subestimando el poder de los bandidos, bajó la guardia enviando a unos cuantos soldados que resultaron insuficientes para detener el ataque.
El reino se levantaba nuevamente, entre habitantes temerosos y desconfiados de los forasteros, una muralla contenía los sueños y esperanzas de los aldeanos, aislándolos del resto del mundo, un par de cuarteles de soldados protegían el camino hacia la puerta, las medidas de seguridad se habían reforzado como resultado del terror de aquellos días.
Las puertas se abrieron para el herrero del pueblo, el único hijo varón del caballero de corazón que peleó en la guerra de hace un año, Eagle era un joven de unos 16 o 17 años, de piel bronceada por trabajar cerca del fuego y aspecto curtido derivado del arduo trabajo que llevaba supliendo a su padre como uno de los proveedores de las armas del ejército, su trabajo no se limitaba a simplemente crear amas, era solicitado por el detalle artesanal que adornaban con honor la armadura de los caballeros del reino.
-¿A dónde te diriges, Eagle?- Le preguntó el guardián de la puerta acercándose para revisar la carga que llevaba en su carreta.
-Voy a la base que está en el bosque, los nuevos caballeros están entrenando ahí, llevo las espadas para la ceremonia de mañana- Le respondió él apuntando hacia la carga, de la que se asomó una pequeña niña.
-¿Llevas a tu hermanita al bosque?- Se sorprendió el guardián soltando una carcajada amistosa
–Quédate ahí, niña, no asomes la cabeza porque un halcón podría arrancártela-
Eagle volteó a ver a la niña, ordenándole meterse nuevamente bajo la manta que cubría la carreta, una vez concluida la revisión, salieron del pueblo. Eagle arrastraba con toda su fuerza el vehículo, era el único medio para trasladar sus armas, los caballos habían sido utilizados en la guerra, los escasos estaban en poder de los caballeros del palacio y de los comerciantes más ricos del reino.
-Hermano ¿Quieres agua?- Dijo la niña saliendo de debajo de la manta con una cantimplora en la mano, escuchar el esfuerzo de su hermano al estirar la carreta la había preocupado.
-Estoy bien… Miila…. Te dije que te quedaras escondida- Le dijo Eagle, ya casi llegamos.
-Está bien…- Era la primera ocasión que la pequeña se asomaba mientras iban por el bosque, aunque en ocasiones anteriores había escuchado aves y el sonido de las hojas de los árboles, no había desobedecido la indicación de quedarse quieta y oculta en la carreta. Ver por primera vez ese alrededor tan verde, sentir el aire fresco y la brisa del mar que se colaba entre el bosque desde la costa, la dejaron impactada, poniéndose de pie y apoyando sus pequeñas manos en la madera que le rodeaba, contempló el escenario con una sonrisa.
Una vez que llegaron a su destino, su hermano mayor comenzó a bajar la carga, en partes fue y regresó del cuartel, había dejado la carreta a unos metros de la puerta, donde el centinela lo esperaba con una lista donde haría las cuentas para terminar el negocio con el herrero.
La niña caminaba de un extremo a otro dentro de la caja enredándose con la enorme bufanda roja que llevaba en su cuello, emocionada intentó imitar el sonido de los animales que se veían a lo lejos, en ese momento una manzana cayó de su bolsa, rodó por la caja de la carreta y cayó al suelo a un lado de un arbusto, ella la siguió pero se detuvo en la orilla de la carreta, dudando de si debía bajar o no.
En medio de la confusión de Miila, algo arrebató la fruta, los arbustos se movieron de forma brusca. Causando bastante curiosidad en la niña que impulsada por ese sentir, bajó de un saltó, recogió su bufanda y corrió hacia el arbusto.
-¿Hola? ¿Quién eres?- Empezó a preguntar al aire, sin saber bien a donde dirigirse pues los arbustos se movían en diferentes puntos.
-Esa manzana es mía, pero te la regalo si me dejas jugar contigo- Insistió buscando a aquello que se había llevado su comida.
Cuando estaba por entrar al bosque, su hermano la alzó.
-¿Qué estás haciendo? Te dije que te quedaras escondida, puede haber ladrones o animales salvajes por aquí- Le llamó la atención colocándola de vuelta en la caja de la carreta.
-Alguien se llevó mi manzana, se fue por ahí- Le dijo apuntando en una dirección contraria a la que irían.
El joven se alertó al escucharla, luego de cubrirla con la manta nuevamente, tomó la carreta y se apresuró a regresar al pueblo, una vez en casa le dijo una vez más a su hermanita que el bosque era un lugar que podía esconder muchos peligros.
Pero la niña era curiosa y ya había experimentado el salir del reino. De madrugada, cuando su hermano había caído profundamente dormido por el cansancio de su trabajo, Miila se levantó, tomó un par de manzanas, las metió a su bolsa y sin hacer ruido salió de la casa.
El movimiento nocturno en Kairos era principalmente de comercio, los vendedores regresaban surtidos de otros reinos y los carpinteros y artesanos exportaban sus productos hacia el exterior, previendo que el guardián revisaría las carretas, buscó manera de esconderse en la parte inferior de una que trasladaba vasijas.
-¿A dónde se dirige?- Escuchó pregunta al guardián en la puerta.
-Al reino de Griffin, un pedido de un cliente, señor-
-De acuerdo, tome su aviso y tráigalo de regreso cuando vuelva- Respondió sellando una carta que le entregó en la mano.
Una vez afuera, Miila comenzó a sentir la inestabilidad de camino de rocas que atravesaba el bosque, apoyando de a poco los pies se dio cuenta de que la carreta iba demasiado rápido para intentar bajarse, pues esta si iba estirada por un caballo.
Para su suerte, una roca hizo saltar la caja y una vasija salió volando, para suerte del comerciante, cayó sobre vegetación, pero para recuperarla detuvo el vehículo, momento que la niña aprovechó para bajarse.
Todo lucía distinto a como estaba durante la tarde, la luz de la luna apenas tocaba el suelo por entre las ramas de los árboles, el viento se sentía frío y todo daba un aire de misterio a su alrededor, cuando iba a arrepentirse de bajar, la carreta ya había avanzado lejos de ella.
-Hermano…- Murmuró ella volteando a ver a los lados, pegando sus brazos a su cuerpo y las manos a su mentón denotó su miedo mientras avanzaba hacia atrás.
Uno de los arbustos delante se movió de pronto.
-¿Eres mi amigo de hace rato?- Preguntó nerviosa sacando una manzana de su bolso –Toma, creí que tendrías más hambre y por eso yo…-
La niña se quedó sin palabras al ver lo que salió de entre las hojas, un jabalí se acercaba exhalando vapor de su nariz y haciendo sonidos extraños que la asustaban.
-H-hola…- Intentó decirle ella ofreciéndole la manzana.
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