Miila estaba paralizada ante la imponente figura del jabalí, sin saber que hacer comenzó a retroceder para alejarse.
-T-toma- Le dijo lanzando suavemente la manzana que rodó hasta topar con las patas del animal, pero al parecer eso no consiguió su interés, estaba molesto quizá por el ruido de la carreta o el golpe de la vasija en los arbustos.
La niña siguió retrocediendo mientras la bestia caminaba en su dirección, en el momento que intentó correr, sus pies se enredaron en su bufanda haciéndola caer y provocando que el jabalí la embistiera, impulsada por la adrenalina, ella huyó con todas sus fuerzas, adentrándose al bosque, esquivando las ramas de los arbustos y lastimándose con algunas en su intento por escapar del ataque.
-¡Hermano! ¡Hermano!- Gritó desesperada mientras su bufanda ondeaba detrás de ella.
De repente, Miila sintió un tirón en su cuello, el jabalí había mordido su bufanda haciéndola frenar de golpe, pero en ese momento algo saltó encima de la bestia causándole heridas letales en el lomo con un objeto punzocortante en repetidas ocasiones.
El animal empezó a gritar, soltando el pedazo de tela e intentando tirar a esa figura que le seguía lastimando con desesperación, Miila cayó y observó con terror la escena, quedando impactada por la cantidad de sangre delante de sus ojos.
Luego de correr en círculos y de lanzar patadas desesperadas al aire, la bestia cayó sobre su costado, la figura que estaba encima saltó antes de que tocara el suelo quedando en píe unos momentos hasta que su objetivo dejó de moverse, sus manos y ropa estaban ensangrentadas, los gritos y sollozos cesaron para dar lugar a un silencio en el que solo se escuchaban las hojas de los árboles siendo movidas por el viento.
Miila empezó a llorar, recogiendo sus piernas empezó a tallar sus mejillas para limpiar sus lágrimas, en medio de su llanto, escuchó un arma enfundarse y pasos alejarse de ella.
La silueta finalmente tomó forma, parecía ser una niña de alrededor de 6 o 7 años, rondaban la misma edad. Sin prestarle atención, la joven cazadora tomó al animal de una de sus patas traseras y lo arrastró dejando a su paso un camino de sangre.
-¡N-no te vayas! ¡Por favor, tengo mucho miedo!- Le gritó.
Sintiendo que no podía hacer nada más que seguirla, Miila se puso de pie y corrió detrás de ella, evitando ver a los ojos al animal, se emparejó con la chica caminando a su paso, sin decir nada, la siguió hasta lo que parecía ser una enorme grieta en una muralla, la muralla de Kairos.
Emocionada, la niña corrió unos pasos para darse cuenta de que la muralla era enorme y no parecía tener fin en la dirección a donde ella había avanzado, intimidada por la oscuridad, regresó a donde estaba la otra chica.
-¿Puedo entrar?- Le preguntó quedándose en la entrada de la grieta que hacía la función de una cueva.
La cazadora no le prestó atención, luego de haber colocado el cuerpo del jabalí en lo profundo de su escondite, lo cubrió con hojas aromáticas. Posteriormente se sentó frente a un montón de madera que encendió lanzando una chispa con un chasquido de sus dedos, creando una fogata para mitigar el frío de la noche.
Temerosa, Miila entró lentamente para acercarse al fuego, ya frente a la luz de la fogata, pudo ver claramente a su salvadora, era una niña de tez aperlada, su cabello caía desaliñado sobre sus hombros y espalda, llevaba una daga en su cintura, cuando comenzaba a poner atención a los detalles, ella tomó puños de tierra húmeda del suelo para cubrir la sangre de su presa que tenía en el cuerpo, sus brazos y rostro quedaron parcialmente enlodados.
Sorprendida, la niña se acercó para hacer lo mismo, pensando que quizá era un requisito para permanecer frente al fuego, volteando a mirarla, la pequeña cazadora extendió su mano para ofrecerle un trozo de carne seca que ocultaba bajo unas hojas.
-¿Me lo regalas?- Preguntó Miila llena de curiosidad tomando la comida –Entonces yo te daré algo a cambio- Añadió metiendo la mano a su bolsa sacando la manzana que le quedaba.
La chica la arrebató de sus manos y comenzó a comer, con su otra mano descubrió el resto de la carne que tenía escondida, colocándola en medio de las dos.
Miila sonrió, entrando en confianza se sentó a su lado y comieron hasta llenarse.
-¿Vives aquí?- Le dijo Miila rompiendo el silencio, la chica no le respondió y sólo la miró con atención, se acercó de pronto y le puso tierra húmeda encima de los raspones que tenía en sus piernas.
-Mi hermano siempre me dice que no debo ensuciarme ¡No sabía que era tan divertido!- Exclamó esparciendo el lodo sobre sus heridas provocando que su anfitriona le sonriera de vuelta.
Sin decirle nada más, se acomodó en el suelo y le dio la espalda, relajándose para dormir.
-En mi casa tengo una cama, es la primera vez que me voy a dormir en el piso- Dijo Miila revolviendo la tierra con sus manos, ya estaba sentada en el suelo así que sólo se dejó caer sobre su costado para acomodarse, luego de unos minutos, gateó hacia donde estaba la otra niña y se recostó detrás de ella, recargando la frente en su espalda.
Una vez que amaneció, Miila abrió los ojos al sentir la luz del día entrar por la grieta donde estaba escondida, sorprendida se dio cuenta de que la fogata estaba apagada y no estaba nadie, volteando a ver al fondo, notó que tampoco el jabalí estaba en su sitio.
-¡Oye! ¿Dónde estás?-Gritó poniéndose de pie, saliendo a buscar alrededor de la entrada, el bosque lucía hermoso nuevamente, los pájaros cantaban y la brisa del mar se sentía como la ocasión anterior.
Caminando en busca de su nueva amiga, Miila llegó de nuevo al camino que conducía al reino, viendo pasar las carretas de los comerciantes una tras otra, de pronto, uno de ellos se detuvo, preguntándole que hacía en medio del camino.
-Perdí la carreta de mi hermano- Se inventó en ese instante
-Y ¿A dónde va tu hermano, niña?- Le preguntó el conductor de la carreta
-Hacia allá- respondió señalando la dirección en que se dirigían todos.
Para su suerte, el vendedor era una persona buena, la invitó a subir y la llevó de regreso a Kairos, donde su hermano la buscaba desesperado en medio de los preparativos para la ceremonia del León.
-¡Miila!- Exclamó mirándola a lo lejos sobre la caja de la carreta del comerciante. Corriendo a encontrarla, rápido la bajó de la carga y la puso en el suelo, para regañarla bastante fuerte.
-Tranquilo, amigo- Lo detuvo el vendedor –Debes cuidar mejor a tu hermanita, es todo-
Eagle se contuvo y agradeció avergonzado la ayuda, tomando a Miila de la parte trasera de su ropa para levantarla y colocarla sobre su hombro como si fuese un costal.
-Estuvo muy mal lo que hiciste, Miila- Le dijo al tener su oído cerca -¿Qué hubiera hecho si algo te pasaba? No tienes idea de los peligros que corres allá afuera, no vuelvas a hacerlo ¡¿Entendiste?!-
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