-¡Miila, estás llena de lodo, te dije que no debes ensuciarte!- Dijo Eagle colocando a la niña en el suelo y pasándole un pedazo de tela húmedo por los brazos, le quitó la bufanda del cuello y continuó aseándola.
-¡Una niña me salvó de un monstruo, hermano!- Exclamó la pequeña alzando los brazos para que su hermano continuara limpiándola –Era un monstruo enorme- Intento explicar siendo interrumpida en varias ocasiones por su hermano que le tallaba el lodo de la cara.
-Una niña no puede pelear contra un monstruo- Respondió el joven quitándole la ropa para sacudirla y ponérsela de vuelta –Ya basta, Miila. Debes quedarte cerca de mí, la ceremonia va a empezar y necesito estar ahí, soy el herrero, recuerda- Enfatizó terminando de sacudirle el cabello e intentando acomodarlo con sus manos –Tú vienes conmigo- Le dijo cargándola de nuevo y colocándola sobre sus hombros, ella se aferró a su cabello y se agachó para salir juntos por la puerta.
Las personas estaban terminando de hacer los preparativos para el festival del León, telas de diferentes colores adornaban carruajes y las banderas con el emblema del reino ondeaban formando un camino desde la entrada del reino hasta la puerta del castillo.
Los músicos cargaban tambores y las mujeres danzaban. De pronto, las trompetas sonaron, las puertas del reino se abrieron y un desfile entró en medio de una lluvia de aplausos y algarabía.
Miila se emocionó mucho al ver tanta fiesta a su alrededor y comenzó a moverse al rítmo de la música encima de Eagle, que buscaba equilibrarla para que no se cayera, luego de un grupo de personas que entraron tocando trompetas y panderos entró en fila una docena de guerreros a caballo, eran jóvenes del pueblo que habían estado entrenando para finalmente convertirse en caballeros.
Las puertas del castillo se abrieron, el escolta real, un dragón que caminaba en dos patas vestido de armadura abría paso al rey de Kairos, Magnus, un hombre imponente de cabello oscuro, su corona resplandecía con los rayos del sol y su enorme hacha en la espalda impresionaba a todos sus súbditos, este rudo hombre era el soberano del reino, quien daría su bendición a los jóvenes y su consentimiento para iniciar su tarea de proteger a los aldeanos.
Detrás de él, un grupo de caballeros traían una caja hecha de oro, cuando los caballeros llegaron a la puerta, se bajaron de sus caballos y formaron una fila delante del rey, que sacando una espada gigante de esa caja que habían traido, posó por un momento esperando que los jóvenes sacaran sus armas, las espada emblema del caballero y su primer arma, era una réplica de la espada del reino, la espada del Rey León de la leyenda de Kairos.
-Hemos renacido de las cenizas- Gritó con voz recia el Rey Magnus –Este reino está fundado sobre los hombros de caballeros aguerridos y valientes que no dudan en ningún momento en tomar sus armas para proteger lo honorable-
Los jóvenes asintieron en coro a lo que el Rey había dicho, tomando sus espadas con ambas manos y acercándolas a sus pechos.
-El Rey Teddios, usando esta espada, alzó la voz por los débiles y liberó a este pueblo sacando un grito desde lo profundo de sus almas, los leones rugieron como lo hacen ahora y lo harán siempre ¡Rujan y vivan con la convicción de que ese héroe vive en cada uno de nosotros!- Gritó alzando su espada siendo seguido por los caballeros que imitaron su acción.
En ese momento, una ráfaga de dagas cayó sobre ellos, el escolta intervino cubriendo al rey y los caballeros resultaron en su mayoría ilesos por las armaduras que llevaban, los caballos corrieron desbocados y la multitud comenzó a descontrolarse, en medio del caos, un hombre cubierto con una capa se abrió paso para llegar hasta el rey, siendo interceptado por el dragón que rebotó su ataque y lo lanzó varios metros.
-¡Cumplan con su deber! ¡Protejan a su reino!- Gritó el general a los soldados, empezando una persecución que se complicaba debido a que el intruso corría en medio de la gente que huía desesperada buscando esconderse.
Eagle fue empujado por las personas asustadas, recibiendo un codazo en la quijada, perdió el equilibrio haciendo que Miila se cayera, perdiéndola entre el caos.
-¡Hermano! ¡Hermano! ¿¡Dónde estás!?- Gritaba asustada la niña sin poder ver más que un montón de piernas que chocaban con ella, de pronto miró algo entre ellos, la niña que había conocido en el bosque estaba corriendo hacia alguna parte abriéndose camino entre la multitud.
-¡Tu! ¡Espera!- Le gritó corriendo detrás de ella.
El intruso seguía huyendo, saltando de techo en techo mostraba una habilidad física increíble, sin embargo, cuando dio un salto largo en medio de dos tejados una lanza atravesó su cuerpo.
La niña se detuvo de golpe a unos metros del cuerpo del hombre, intentando correr hasta él, fue lanzada por uno de los caballeros que se acercaron para rematarlo en el suelo y llevárselo.
Miila se quedó observando, la multitud se disipó y al poder ver por fin la escena, vio que la niña se acercó y se puso de rodillas junto al charco de sangre que había quedado en el lugar donde cayó el intruso.
Eagle por fin pudo encontrar a su hermana, rápido se acercó para cargarla, pero Miila se resistió, no podía dejar de verla.
-Miila, hay que irnos ¡anda!- Le insistió él tratando de cargarla nuevamente, la niña se le zafó de los brazos y corrió hasta donde estaba su amiga.
-¿!Qué estás haciendo!?- Preguntó bastante enfadado –¡Miila, vuelve aquí!-
Miila se puso de rodillas junto a la otra niña y la abrazó fuerte, provocando que Eagle se molestara aún más, cuando estaba acercándose para exigirle regresar a casa, un guardia real lo interceptó.
-¡¿Qué estás haciendo aquí?! ¡El Rey ha ordenado que todos estén de vuelta en sus casas, buscaremos si hay más espías y revisaremos todo el reino!- Le gritó alzando la voz. En ese momento, el guardia volteó a ver a las niñas -¡Ustedes, que están hacien-
-¡Viene conmigo!- Se adelantó Eagle intentando tomar a Miila, que se mantenía aferrada a la otra niña. Al notar que el guardia levantó una ceja, el joven las cargó a ambas.
-¡Entendido, señor, le ruego me perdone, vamos a casa de inmediato!- Respondió cargando a Miila contra su pecho y a la otra rodeándola con su brazo por la cintura. Sin decir nada más, se alejó para entrar a su casa y cerrar la puerta.
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