—Han pasado muchas lunas — Dijo uno de los consejeros que estaban de pie junto al trono del rey —Los mensajeros que fueron a los reinos aledaños volvieron con la noticia de que no habían ocurrido más ataques a los reyes—
—Entonces este infeliz trabajaba sólo— Respondió el rey observando una de las dagas delante de su trono, sus sirvientes la habían traído junto con la capa de su agresor por solicitud suya.
—Estas telas son tan corrientes que no me dicen nada— Exclamó molesto el rey pisando la capa con gran molestia. Con un ademán mandó llamar a su escolta, el dragón erguido avanzó con pasos firmes hasta quedar frente a su soberano.
—Lo único que me importa en este momento es mi hija— Le dijo el rey con voz autoritaria
—Encárgate de que tus mejores soldados la protejan— Ordenó —Si otra escoria intenta sorprenderme— Interrumpió sus propias palabras sacando su hacha y apoyándola en el suelo ocasionando un estruendo que hizo eco en el salón del trono —Yo mismo lo mataré—
El escolta, posó su mano en el pecho, como señal de respeto para salir del lugar a llevar a cabo la orden. El rey regresó a su trono y se sentó nuevamente en una posición relajada, había levantado la daga antes y ahora jugaba con ella lanzándola al aire y atrapándola con tal facilidad que parecía hacerlo por aburrimiento.
La calma en el reino se prolongó por un par de meses más, las actividades de los aldeanos se regresó a la normalidad. Miila y Aksa se habían acostumbrado a jugar por todo el reino, corriendo y explorando mientras Eagle continuaba trabajando en el negocio de su familia.
Miila sabía cuánto amaba Aksa su nueva daga y no perdía oportunidad para encontrar situaciones que la hicieran utilizarla, la vida pacífica del pueblo hacía que ella siempre tuviera suficiente energía para gastar realizando diferentes actividades para ayudar en casa.
Aunque al principio tenía desconfianza, luego de pelear contra Aksa y comprobar su fuerza, Eagle decidió dejarla permanecer junto a Miila, aprovechando el tiempo libre que esto le generaba para entrenar él mismo, no solo quería hacer armas, tenía la meta de ser bueno utilizándolas.
Sin embargo, con una tormenta, un centenar de pasos y gritos sorprendieron a los guardias de la puerta, una gran cantidad de bandidos había pasado nuevamente los cuarteles con dirección a la aldea, antes de que pudieran reaccionar, la puerta de la muralla fue la entrada a un nuevo ataque.
Las personas estaban concluyendo sus actividades debido a la tempestad, en el momento que fueron atacados, las pacíficas calles de Kairos se vieron nuevamente manchadas de guerra, los bandidos no parecían tener ninguna finalidad más que la de destruir todo a su paso.
Eagle se había ido temprano de su taller y estaba entrenando en un espacio abierto alejado de las casas, los sollozos se veían opacados por el sonido de la tormenta que estaba cayendo, no fue hasta que el joven miró con atención lo que parecía ser fuego que se dio cuenta de que algo estaba sucediendo.
Miila entró en shock, los sonidos de espadas y llanto pidiendo por ayuda trajeron a su mente el momento en que perdió a sus padres, asustada se envolvió en su bufanda y se metió en un rincón de la casa, Aksa se puso en guardia, quedándose agachada delante de ella para protegerla.
—Somos amigas, Miila— Le dijo tomando con fuerza su daga y manteniéndola adelante extendiendo su brazo —Yo te voy a cuidar—
La niña había perdido la consciencia, consumida por el miedo se tapó los oídos y llorando se escondió colocándose en posición fetal.
Los estruendos de la tormenta y el tronar de la madera siendo destruida por los gigantes que venían con los bandidos se acercaron a la entrada de la casa, en un crujir que ensordeció a las niñas por un momento, un hombre de piel pálida y ojos hundidos rompió la puerta.
— ¿Qué tenemos aquí? — Gritó observando a Aksa que le regresaba la mirada con bastante furia, la niña temblaba pero también sostenía con bastante fuerza la empuñadura de su pequeña arma.
El hombre echó a reír al verla y en un movimiento casi imperceptible de pronto apareció a unos centímetros de Aksa, lanzando una patada que la niña esquivó por instinto.
La casa fue incendiada mientras ellos peleaban, haciendo que la situación se tornara aún más peligrosa.
—Qué interesante… Eres justo lo que estaba buscando— Dijo al verla recuperarse de su primer ataque.
Sin dejarla apoyar con firmeza los pies en el suelo, el hombre continuó lanzándole golpes, rompiendo su ritmo al sacar una enorme espada dentada que fue repelida por la daga de su contrincante, aunque pudo protegerse del filo del arma, el impacto la lanzó contra la pared por el impulso.
El arma de Aksa salió disparada en dirección contraria a su cuerpo, La niña quedó aturdida intentando enfocar su vista y para responder al siguiente ataque, en ese momento y justo cuando la menor iba a recibir de lleno el corte de la espada gigante, Miila salió de su escondite interponiéndose.
Al mismo tiempo que la casa comenzó a debilitarse y sus paredes a caerse, Miila lanzó una bola de fuego blanco de su cuerpo que envolvió a su atacante, que en un grito de dolor dejó caer su espada y comenzó a frotarse para intentar apagarlo de su cuerpo.
Un silencio se hizo presente alrededor de Miila, detrás de la pared que se había caído, se encontraban aldeanos y bandidos que fueron sorprendidos por la acción de la niña, de pronto, como si hubiesen sido hipnotizados, todos caminaron en dirección a ella como tratando de atraparla.
Aksa volvió en sí y se apresuró a recuperar su daga, sin pensarlo tomó a Miila del antebrazo y la estiró para salir corriendo, soltándola únicamente para abrir paso entre las personas que estaban peleando y salir por un agujero en la muralla que había sido provocado por los ataques de los gigantes.
Eagle intentaba llegar a su casa para buscar a Miila, pero una mujer de aspecto sombrío lo atacó haciéndolo perder el tiempo, cuando la mujer perdió interés en él y se dirigió al castillo, finalmente pudo llegar, encontrando su hogar en ruinas.
—¡Miila! ¡Aksa! — Gritó desesperado tratando de levantar los pedazos del techo que había colapsado, nuevamente fue atacado por los bandidos, haciéndolo parar su búsqueda para defenderse.
El hombre que anteriormente había atacado a Aksa, se había librado del fuego y ahora se había unido a la mujer para pelear contra los guardias que protegían el castillo.
—¿Tienes a la niña? — Le preguntó ella.
—¡No! Otra mocosa me atacó con fuego y la perdí en este desorden— Le gritó en respuesta.
—¡idiota! ¡De nada nos sirve entonces tomar el castillo— Reclamó —¡Vamos a buscarla de inmediato! — Ordenó golpeando el suelo con la palma de su mano, en ese instante, todos los bandidos y gigantes detuvieron su ataque y corrieron detrás de ellos rumbo al bosque.
Heridos, los caballeros cerraron la puerta en cuanto la multitud de asesinos salió, no tenían fuerzas para combatirlos ni espíritu para tratar de capturarlos, sólo los querían fuera del reino.
Alzando la mirada al cielo, empapado por la tormenta, Eagle cayó de rodillas frente a la casa
—Padre, madre… Fui descuidado y no pude proteger a Miila…— Se lamentó llorando desconsoladamente —Lo siento... De verdad lo siento—
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