Habiéndose alejado de la muralla del reino, las dos niñas se dejaron caer en el suelo, Aksa había actuado por impulso pero en realidad estaba adolorida y cansada, Miila por su parte, no tenía una condición física como la de su compañera, por lo que respiraba agitada buscando normalizar su ritmo cardiaco.
—Mi hermano—Dijo entre jadeos —Debemos volver por mi hermano—
Las dos se pusieron de pie volteando a ver la muralla siendo rebasada por fuego, la lluvia no paraba de caer y una explosión las asustó.
—Miila… si tu hermano no llegó antes para ayudarnos…— Le dijo Aksa con una expresión de tristeza.
—¡No! ¡No! ¡Él debe estar ahí! ¡No pudo…— Gritó haciendo una pausa, como entendiendo las palabras que le habían dicho. Llorando intentó correr de regreso pero Aksa la detuvo abrazándola aun cuando ella comenzó a golpearla en el pecho intentando soltarse, después de varios intentos, Miila la abrazó en respuesta y su llanto se hizo más fuerte.
Sin decirse nada más, se quedaron así un momento hasta que el sonido de personas corriendo entre los arbustos las hizo ocultarse tras una gran roca, rápidamente Aksa tomó lodo del suelo y lo colocó sobre Miila para después ponerse ella misma.
—¿Qué pasa? —Intentó preguntar.
—Shh… No hagas ruido— Le indicó Aksa poniendo el dedo índice en sus labios. Con cuidado se asomó y vio a lo lejos al mismo grupo de bandidos atravesar el bosque, la lluvia ayudaba a que el sonido de sus pequeños pasos e incluso sus movimientos fueran imperceptibles para ellos.
—No podemos quedarnos aquí… Tenemos que movernos— Le dijo a Miila tomándola nuevamente del brazo para hacerla levantarse y empezar a correr.
La situación no les permitía parar para lamentarse, aún cansadas y notablemente lastimadas las dos corrieron una buena distancia del reino, debían alejarse lo más posible de esas personas que habían tratado de atraparlas, haciendo breves pausas huyeron por alrededor de 3 días.
— ¿A dónde vamos? — Preguntó Miila que ya no tenía idea de donde estaba, había seguido a Aksa sin hacer ninguna pregunta, con la sola idea de llevar su paso, sus piernas ya no respondían y además de cansada se encontraba hambrienta.
Aksa exploró un poco a su alrededor, escuchando con atención de pronto tomó su daga y la sacó apuntando hacia un montón de ramas, de las cuales salió un lobo.
—Miila… colócate detrás de mí— Le dijo en voz baja.
La niña se movió con dificultad y se quedó detrás de su compañera. El animal salió de a poco del bosque, sin embargo también lo hizo su manada, todos gruñendo y avanzando hacia ellas.
Aksa empezó a retroceder, Miila junto con ella, de repente la empujó para impulsarla a correr, el número de enemigos era mayor y no tenía posibilidad de poder enfrentarlos.
—Ya no puedo… no puedo…— Le gritó Miila empezando a bajar la velocidad de sus pasos. Se estaban acercando a la costa, luego de lanzar piedras y navajear a los animales para alejarlos, Aksa la estiró para salir del bosque hacia la playa.
Los lobos las rodearon, algunos lastimados por las cortaduras de la daga, Miila no resistió más y cayó en la arena sin poder moverse más, estaba agotada. Aksa se quedó junto a ella, enfrentando con la mirada a los lobos que las habían acorralado.
—Aksa…— Susurró Miila estando en el suelo —Tengo mucho miedo…— Le dijo antes de cerrar los ojos.
— ¡Miila, aguanta! — Respondió Aksa sin quitar la vista de los lobos.
En el momento que el primero se lanzó a atacarlas, un inesperado disparo atravesó al lobo, los demás se dispersaron y las atacaron, pero fueron repelidos por más disparos, de pronto un hombre gigante cayó delante de las niñas.
— ¡Estúpidos animales! ¡Pónganse con alguien de su tamaño, malditas bestias! — Gritó desafiando a la manada, que al atacar nuevamente fue recibida por el golpe de una enorme hacha doble que mató a los que iban delante, los lobos se dispersaron nuevamente y corrieron de regreso al bosque.
Aksa se quedó sin palabras, comparada con él, el hombre era enorme, casi como un gigante, su cabello revuelto de color rojo, ondeaba con el viento, su ropa estaba gastada y su cuerpo era musculoso, tanto que parecía haberlo formado a base de peleas a lo largo de su vida.
En el momento que el hombre volteo e hizo contacto con ella, Aksa empuño con firmeza su daga, pues no sabía sus intenciones. Sin prestarle atención, él trato de tomar a Miila del suelo, pero la niña reaccionó de forma violenta al verlo acercarse.
— ¡¿Qué demonios haces, sabandija?! — Le gritó exaltado empujándola con el brazo, Aksa se aferró a él y trató de apuñalarlo.
Mientras él hombre lidiaba con quitarse a Aksa de encima, un grupo de hombres que parecían venir acompañándolo se acercaron luego de que su barco arribó a esa costa.
— ¿Qué encontraste, jefe? — Le preguntaron burlándose —
Midiendo su fuerza, él hombre abofeteó a Aksa para hacerla caer en la arena, pero ella se levantó rápidamente debido a la adrenalina que sentía y nuevamente se lanzó sobre él.
Todos los hombres trataron de quitársela, entre bromas se pasaban la tarea pero solo consiguieron que la niña saltara de uno a otro tratando de acuchillarlos.
— ¡Ya dejen de jugar todos ustedes!— Se escuchó la voz de una mujer que interrumpió la situación.
Finalmente uno de ellos logró tomar a la niña apretándola de los hombros para aprisionar sus brazos, ella no se detuvo y trató de morderlo e incluso de darle patadas.
— ¡Si la aprieto voy a romperla! No somos los indicados para lidiar con criaturas tan pequeñas como estas— Gritó uno de ellos alejando a Aksa lo más posible de su cuerpo mientras la tenia sujeta.
La mujer caminó hasta donde estaba Miila, se inclinó para revisarla, como si un instinto maternal surgiera en ella al verla tendida, la cargó para llevarla al barco.
— ¿¡Qué estás haciendo, mujer!? — Le gritó molesto el primer hombre que las había salvado.
—Voy a quedarme con esta niña— Respondió decidida —Si la dejamos aquí, es seguro que morirá—
Aksa enloqueció y se zafó de los brazos de su captor para lanzarse hacia la mujer, pero el hombre de cabello rojo la atrapó en el aire.
—Parece que esta pequeña sabandija no quiere que te la lleves, habrá que dejarlas aquí a las dos—
La mujer volteó a verlo frunciendo el ceño, como un lenguaje femenino que él pudo entender a la primera.
—Te advierto que ya tengo suficiente con uno, mujer— Le dijo mirándola a los ojos.
Los hombres se quedaron expectantes ante la discusión marital.
—Tú las salvaste, ahora son mías, Pabión— Le respondió siguiendo su camino rumbo a la nave mientras él hombre seguía lidiando con mantener quieta a Aksa que se revolvía en sus brazos tratando de acuchillarlo.
—Ya la escucharon, bola de estúpidos…— Dijo suspirando mientras caminaba esquivando los ataques de Aksa —Vámonos de aquí—
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