-¡Tomen a todos cautivos! ¡Maten a todos los que se resistan!- Se oyó gritar a un hombre con armadura y capa a un ejército en medio de un ataque, fuego y gritos se escuchaban alrededor de ellos.
Los soldados habían formado una enorme fila de personas visiblemente heridas, entre ellos resaltaba el ropaje de una familia que se encontraba de rodillas frente a ellos.
-¿Qué hacemos con ellos?- Preguntó uno de los soldados manteniendo la cabeza de uno de ellos alzada y colocando una espada en su garganta.
El general, imponente y lleno de marcas de batalla en su armadura, se acercó al hombre.
-Te perdonaré la vida a ti y a tu familia… si me dices donde está la espada de tu linaje-
El hombre apenas pudo hablar por la posición en la que estaba –Yo… se los juro, no lo sé, mi padre jamás me reveló donde estaba… dejen…- Sus palabras fueron interrumpidas por el corte de la espada.
Viendo como cayó al suelo, las demás personas lloraron y suplicaron por sus vidas.
-Si esta será la actitud de todos estos inútiles, creo que de nada me sirven, no serían ni siquiera buenos esclavos, creo que no tendremos prisioneros de este asqueroso pueblo-
Con una actitud desenfadada e insensible, el general ordenó matar a todos.
Los soldados, riendo, comenzaron a ejecutar a los aldeanos uno a uno, en el momento que empezaban a asesinar a la familia del hombre que no pudo responder el paradero de la espada, otro sujeto apareció detrás del general, era un hechicero bastante adulto pero que parecía tener respeto y control sobre el ejército y el general.
-Detente- Dijo acercándose a la familia que permanecía de rodillas, solamente quedaban dos mujeres con vida, una madre y su hija, lo miraban con horror, rodeadas de un montón de cadáveres.
-Percibo algo aquí- Añadió el hechicero tomando del cabello a la más pequeña, haciéndola levantarse, la mujer trató de intervenir suplicando que la tomaran a ella en lugar de su hija, pero fue golpeada por el general para obligarla a soltar a la niña.
–No encontré la espada de este reino, pero creo que contigo es suficiente- Dijo el hechicero, observándola como si viera algo que estaba apunto de comprar de una tienda.
En ese momento, la niña luchó, sorprendiendo al hombre que la tenía sujeta, zafándose escuchó a su madre gritarle que huyera, en medio de la confusión corrió con todas sus fuerzas hasta librarse y escapar de ahí.
-¡Huye, Aksa! ¡No regreses nunca! ¡Vive por favor!-
La niña despertó de pronto, estaba en una habitación que se mecía, a su lado Miila dormía profundamente. Suspirando, se dejó caer nuevamente sobre las sábanas, su respiración estaba agitada y luchaba contra las imágenes que tenía en su cabeza.
-¡Miren lo que tengo aquí!- Nuevamente escuchó – ¡Esta niña es muy fuerte, es ideal para cualquier tipo de trabajo!- Gritaba un hombre de aspecto andrajoso golpeándola con una vara mientras la subastaba en el mercado de un pueblo.
-¿No les interesa? ¡Qué les parece estas ropas elegantes, parecen muy caras pero se las daré a un excelente precio!- Siguió gritando apuntando a las ropas que le había quitado para vender.
A lo lejos, un hombre encapuchado se abrió paso entre la multitud –Yo me quedaré con ella- Gritó alzando la mano con una bolsa llena de monedas de bronce.
La niña nuevamente luchó contra sus recuerdos, apretándose la cabeza con las dos manos, se sentó en la cama, intentando dejar en un suspiro esas imágenes. Un par de horas antes, Dana había vuelto a ponerles ropa de cama, eran túnicas simples de color blanco.
Sin poder regresar a dormir, Aksa se levantó para dirigirse a la puerta, sus pasos eran torpes debido al movimiento de la nave.
El barco había zarpado y emprendió camino hacia mar abierto, la tripulación tomó sus posiciones para dirigirse hacia donde el destino los llevara, aunque tenían un mapa, los reinos que elegían terminaban siendo malas opciones para ofrecer sus servicios, una vez que estaban dentro de su curso, los marineros se relajaron entrenado y luchando entre ellos.
-¡Miren, es el pequeño remolino!- Gritó uno de los navegantes al verla salir a cubierta.
Aksa se frotaba los ojos y caminaba tambaleándose, cuando iba a caerse, alguien la detuvo por la espalda.
-Ten cuidado- Le dijo detrás suyo.
Ella se dio la vuelta para ver a quien le había dicho eso, se trataba del hijo del capitán, sin soltar sus hombros, la miró como analizándola.
-No pareces una niña- Le dijo bajando una ceja –Creí que mi esposa sería una niña bonita y delicada, pero no estás tan mal si al menos sabes cómo pelear-
-¿Eh?- Reaccionó ella desconcertada.
-¡Vaya! ¡Veo que ya despertó el torbellino mordelón!- Se acercó Pabión anunciando su llegada con los pesados pasos de sus botas –Ya conoces a Markus- Gritó alegre dando una fuerte palmada en la espalda del niño –Pequeña sabandija ¡Este pequeño hombre es mi hijo!-
Aksa se dió la vuelta y lo empujó empezando una pelea, el niño no espero y se puso en guardia de inmediato.
–Parece que se llevarán muy bien- Exclamó el capitán entre risas que contagiaron al resto de la tripulación.
Sin esperar más, los niños empezaron a pelear, Aksa tomaba lo que estuviera a su alcance, cuerdas, trozos de madera e incluso un telescopio para contrarrestar los ataques de las espadas de madera de Markus.
-Yo peleo con honor- Le dijo el niño deteniendo el encuentro para lanzarle una de sus espadas.
Ambos continuaron peleando, volviéndose un pequeño espectáculo para los navegantes que animaba al hijo del capitán, que en momentos parecía ser superado por la fuerza de su oponente.
-Aksa… ¿Dónde estás?- Se escuchó una voz delicada que llamaba a la niña entre llanto.
-¿Dónde estás Aksa?- Insistió la voz acercándose a ellos y frenando de golpe la pelea, era Miila saliendo del casco de la nave.
Aksa tiró sus armas y corrió a abrazar a Miila para tranquilizarla, Markus por su parte se quedó sin palabras al verla.
-¿Quién es esa niña, Padre?- Le preguntó sonrojado al capitán –Ustedes me dijeron que sólo había una niña nueva-
La esposa del capitán acudió a ellas, atraída también por el llanto de Miila, con un aire maternal la separó de Aksa para alzarla y recargarla contra su pecho –Ya, niña, todo va a estar bien-
Aksa se quedó mirando a Miila con atención, como asegurándose de que estuviera bien en los brazos de Dana –Necesitan comer algo, vengan- Le dijo la mujer a Aksa, tomándola de la mano para regresar a la habitación.
-Bien, ¡Se terminó el espectáculo, todos regresen a sus posiciones!- Gritó Pabión haciendo un ademán para que todos se dispersaran, quedando solamente Markus con él.
-¡Papá! ¿¡Quién es ella!?- Gritó el niño corriendo hacia él
-Ahora que lo veo, pelea muy bien, es una buena rival para ti ¿No crees?- Le dijo.
-Yo no me refería a eso…- Intentó decirle Markus.
-Bueno, ve a entrenar con los demás, pronto pelearás contra mí de nuevo así que espero te vuelvas muy fuerte pronto!- Concluyo Pabión caminando hacia la proa.
Markus suspiró profundo al no poder recibir respuesta, pensativo permaneció de pie delante de la puerta que conducía a las habitaciones.
-Tengo que averiguar el nombre de esa niña-
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