A Sept le tomó su tiempo aprender todo lo que Zero le enseñaba. Era demasiada información en tan poco tiempo, pero no quería fallar esas expectativas que parecía tener en él, así que de una forma u otra logró aprender lo máximo posible. A su vez, Zero consiguió convencer a Nio, sobre todo usando a Sept y sus nuevos dotes, como la persuasión, para que aceptará el rol de líder de los esclavos y que mantuviera el control de todos, ya que había unas altas posibilidades de castigo si no se diera el caso. Durante ese tiempo no se supo nada de Vint, algunos dicen que se lo llevaron del edificio una noche, otros que lo cambiaron de trabajo y otros que simplemente lo tiraron a un pozo. A Zero no le importaba que fue del abusón, el único que molestaba ahora era Catro por ser un peligro, aunque Sept le insistía que había sido coaccionado por Vint y que ahora se porta bien, el chico prefirió pensar que hacer con él, en caso de haber problemas. No le quedaba mucho tiempo antes de que el noble lo volviera a llamar y hacerle elegir. Ese día no se hizo de esperar y tras acabar el desayuno, que consistía en dos cucharadas de algo que llamaban puré de patata, fue llevado ante el Noble Naram por Luc.
Al entrar al despacho se encontró que había alguien más, aparte del noble, una persona que nunca había visto. Un hombre bastante alto con un cabello marrón tan claro que parecía blanco, con flequillo y con su largo pelo recogido en una delicada coleta hecha por un lazo blanco. Vestía una larga gabardina negra acompañado de un sombrero de fieltro. Sus ojos eran serios y fríos, pero eso enseguida cambió cuando los vio entrar y empezó a hablar.
- ¡Así que este es Zero! Encantado…- se acercó y le agarró de la muñeca- Vaya, estas en los huesos. Tres comidas diarias, mis narices…- dijo esa última frase entre dientes.
- ¿Sabes porque te he llamado?
- Para saber qué decisión he tomado. - respondió tajante Zero.
- Pues no, debido a ese hombre de ahí, he cambiado de planes. Te vas con él.
- ¿¡Como!? – no salía de su asombro.
- Permítame que me presente. Soy Aster, el bibliotecario, y de ahora en adelante me servirás a mi como tu nuevo señor. – Su sonrisa hacia que sus ojos parecían unas lunas crecientes. -Todo el papeleo ya está hecho, así que recoge lo que tengas que recoger y te espero en la biblioteca.
No se le permitió protestar pues Luc enseguida lo arrastró fuera, llevándolo a su habitáculo. Zero algo indignado y desconcertado recogió, nada, pues con nada llegó y de la misma forma se iba a ir, con lo puesto. Seguramente no le permitirían despedirse de sus compañeros, por lo que le dejó una nota a Sept en su habitación antes de partir hacia la biblioteca. Pues no sabia que le deparaba allí fuera.
- ¡Ya estas aquí! Perfecto. He oído que te has encargado de mantener todos los libros en orden, te estoy agradecido- Le saludó- ¿Y tus cosas?
- ¿Qué cosas? Soy un esclavo, ¿Qué podría tener?
- Mil perdones, siempre olvido eso- se rascó la nuca mientras se giraba hacia la puerta- ¿alguna vez has salido fuera, desde que te trajeron?
- No, como mucho llevarme al despacho por los pasillos que conectan los edificios por dentro.
- Ni tan mal. Los esclavos que salen al exterior no son los que mejor trabajan en algunos casos. -comentó mientras le agarraba de la mano.
- No huiré, no haca falta que me agarre- indicó Zero.
- Uy, la costumbre. Tengo dos hijos cercanos a tu edad. -le soltó. -Supongo que es vergonzoso salir así. Cúbrete con esto- le pasó una capa por encima de la cabeza.
Por primera vez en mucho tiempo, Zero pudo salir de aquel edificio y poner sus pies en las calles de la ciudad. No estaba tan concurrido como la vez que llegó, pero la gente seguía con su ritmo acelerado de caminar. Aster empezó a caminar y el chico le seguía, aunque sus ojos vagaban por las calles y los escaparates de la zona.
- ¿Sabes montar? - se paró de golpe, haciendo que Zero chocara con él.
- ¿A caballo, dice? No- se sorprendió ante aquella pregunta, momento en que vio que llegaba un hombre panzón con un caballo sacado de las cuadras.
- Pues habrá que enseñarte o será un problema. - dijo pagando a aquel hombre y montando ágilmente sobre el cordel. - Arriba, venga- le decía mientras tendía una mano hacia el joven.
Zero agarró su mano y de un tirón subió sobre el caballo. Aster le comentó que vivía a las afueras de la ciudad y que lo más rápido era ir y volver a caballo. Las calles se iban vaciando de casas hasta llegar a un camino de tierra hacia el bosque. El hombre le iba indicando como manejar al caballo según avanzaban. Hubo un momento en que paró al animal y le indicó a Zero que cogiera las riendas y lo intentara. No muy seguro de cómo hacerlo, fue siguiendo las indicaciones del señor y no le fue tan mal. Llegaron a la villa residencial de Aster, una preciosa casa de dos pisos hecho de piedra junto a un establo. Al acercarse, pasaron al lado del vallado de ovejas y vacas. Y no muy lejos, Zero pudo intuir un huerto. El hombre bajó del caballo y el joven hizo lo mismo. Ató al animal en una estaca que había en la entrada de la puerta.
- ¡Lilie! -llamó nada más entrar en la casa.
- ¡Sí, señor! ¿Qué necesita? - apareció por una puerta lateral.
- Este es mi nuevo ayudante. Enséñale su habitación, dale ropas adecuadas y sírvele la comida. Luego tráelo a mi despacho. – ordenaba mientras le pasaba su gabardina, sombrero y se marchaba a paso acelerado.
- Claro, señor. – se inclinó cuando este se marchaba- Chico, tú conmigo, por aquí.
La mujer lo arrastró hasta una habitación. Era amplia con una buena cama, un limpio escritorio y una ventana que daba al jardín trasero. Lilie se negó a darle ropa limpia hasta que se duchara, así que siguió arrastrando al muchacho hasta una habitación en la cual había una bañera, utensilio que Zero nunca había visto, él siempre se aseaba en ríos o con calderos de agua. La mujer le desnudó, aunque el chico se resistía, al final perdió contra la cabezona sirviente y lo aseó con agua tibia y jabón. Se vistió con un traje marrón que llevaba incluso una cinta en el cuello. Siguiendo con la temática de tirar de él, lo llevó hasta la cocina donde allí había otra mujer que le había preparado una buena comida.
- ¿Qué es esto? -preguntó viendo lo que le habían servido.
- ¿¡Pues que va a ser!? Un tazón de leche de vaca, pan recién hecho con queso de oveja y unos huevos cocidos -se sorprendió Lilie por la pregunta del joven.
- Pan caliente- casi susurró con lágrimas al pensar que nunca había comido pan blando.
Devoraba los alimentos con anisas, pero disfrutando cada bocado bajo la atenta mirada de las mujeres.
- Nunca había visto a un niño disfrutar tanto de algo tan simple- se sentó en un lado Lilie.
- Hermana, no te metas con él. Solo míralo, está en los huesos, seguro que no le han dado de comer en mucho tiempo. Así que zagal tu come a gusto y repite si quieres.
Zero ni las atendida, estaba distraído con lo que hacía. Lilie no le dejó ni reposar la comida, en terminar lo guio hasta el despacho de Aster. Le dio una palmadita en la espalda y lo dejó allí, frente a la puerta. El chico respiró profundamente y golpeó la puerta con los nudillos, esperó hasta oír que entrara.
- Señor- dijo entrando y cerrando la puerta tras él.
- Supongo que todo esto te habrá pillado de improviso. Por favor, toma asiento.
El despacho era una amplia sala llena de estanterías con libros de todas clases y con un gran ventanal al fondo el cual tenía enfrente un escritorio, con sus sillas a juego. Zero se sentó en una de las dos que había, quedando frente Aster que se encontraba en el otro lado de la mesa.
- Debes tener muchas preguntas que hacerme. Adelante- comentó sacándose las gafas que llevaba para leer los documentos.
- ¿Qué hago aquí? – dijo inmediatamente.
- De ahora en adelante quiero que me ayudes con el papeleo de la biblioteca. He oído que sabes leer y escribir en muchas lenguas. Me serás de mucha ayuda, tengo mucho papeleo atrasado por mi viaje…- suspiró moviendo la mano sobre una montaña de documentos. - Por cierto, has dejado de se un esclavo, aunque no he podido sacarte de la servidumbre. Serás mi ayudante, aunque en el papel serás un sirviente de esta casa. No te preocupes, todos nos tratamos como una gran familia.
- ¿Por qué hace esto por mí? Hay más esclavos que necesitan ayuda. -reprochó.
- Pareciera que preferirías seguir siendo esclavo- se sorprendió- Lo cierto, es que solo lo he hecho por mi propio beneficio. Pero te permitiré leer los libros que quieras de la biblioteca.
- No hay libro que no hay leído ya en esa biblioteca.
- Vaya, realmente eres alguien excepcional. Eso tiene mucho sentido con lo que dijeron… Me preocupa que el intercambió sea más beneficioso para mi que para ellos, puede que sea peligroso…- hablaba para si mismo- Pero bueno, te dejaré leer los libros de esta casa, seguro te interesarán mucho más. Incluso hay algunos prohibidos.
- Señor, le estoy muy agradecido por la oferta y la aceptaré encantado, pero… ¿A qué intercambio se refiere?
- Verás, llevo ausente de mis labores porque salí en busca de un importante libro. Siempre he sentido una gran curiosidad por los Magus. Nacen de humanos corrientes, pero ellos no lo son. Están en este mundo, pero a la vez en otro, los poderes que tienen para dominar la realidad siempre me han cautivado, por ello me dedico a buscar libros de magia entre otras cosas. – se había levantado y caminaba mientras gesticulaba- Fui hasta Dantalia, un lugar que dicen que suele ser frecuentado por los Magus, allí se rumorea que tienen una biblioteca mística en la cual guardan sus secretos. – hizo una pausa, pero seguía caminando bajo la atenta mirada de Zero- Los Magus son famosos por no interesarles el dinero ni los bienes, les gusta hacer intercambios. Después de rogar, ofrecer de todo y más. Escucharon mis suplicas, dijeron que me darían el libro que quería, a cambio debía de volver a mi puesto de trabajo y acoger a un esclavo llamado Zero. Si lo sacaba de aquella miseria, esa misma noche recibiría lo deseado.
- Y les hiciste caso.
- Claro. Algunos Magus son bromistas, me esperaba que fuera broma y que no existiera tal persona, estaba desesperado. Pero vaya sorpresa en ver que si estabas y que encima serás muy útil para mí.
Zero se percató que a lo mejor su “salvador” no estaba tan bien de la cabeza como parecía.
- Supongo que Zero es tu nombre de esclavo, querrás que te llamen con el de nacimiento ¿no?
- No, póngame cualquier nombre y me habituaré a esa vida. – se encogió de hombros con cara indiferente.
- Zeyer, si, pues de ahora en adelante te llamaras Zeyer- asentía con los brazos cruzados.
- ¿Zeyer? ¿Como el primer cadenza?
- Exacto, como el de las leyendas. En el momento en que te vi, sentí una gran determinación en tus ojos. Aunque tu físico estuviera demacrado, tu espíritu hervía con furia.
- ¿Qué libro buscabas?
Aquella pregunta hizo que la sonrisa de Aster desapareciera de golpe, un rostro sombrío se mostró antes de volver a recobrar la sonrisa de siempre.
- Nada importante, ahora aprovecha el día para descansar, explorar la casa y acostumbrarte a ella. Pronto conocerás a mis hijos y ya te iré enseñando poco a poco tu trabajo. -sus ojos volvían a parecer lunas crecientes mientras lo guiaba hasta la puerta y la cerraba con el chico fuera.
Zeyer aun desconcertado se quedó unos instantes mirando la madera de la puerta antes de decidir dar una vuelta por ahí. Le pidió a Lilie papel y algo para escribir, dedicando el día ha hacerse un plano del lugar.
Comments (0)
See all