—Ya… ya no llores mi niña — Murmuraba la mujer intentando tranquilizar a Miila que no paraba de llorar.
— ¡Quiero a mi hermano! — Gritó asustada la niña, aferrándose a la ropa de Dana.
Demostrando paciencia, ella se sentó en la cama para acomodar a la niña entre las sábanas, Aksa se apresuró a subir también para quedarse cerca de Miila.
—¿Qué fue lo que pasó con ustedes? —
Las niñas se miraron un momento, como poniéndose de acuerdo de si hablarían o no al respecto.
—Si no quieren decírmelo no hay problema, sólo quisiera saber si realmente están solas o escaparon de alguna parte—
—Hubo un ataque, mucha gente mala destruyó todo… mi hermano no vino a salvarnos…— Se quedó callada nuevamente mientras enormes lagrimas se asomaban de sus ojos.
—Miila…— Analizó Aksa sus palabras antes de seguir hablando —La casa de Miila fue destruida y las personas quisieron matarla cuando vieron que lanzó fuego de su cuerpo al salvarme de un bandido— Añadió.
—Sí, puedo sentir energía mágica, no solo en Miila, también en ti, Aksa— Les respondió la mujer tomando una bandeja con un par de porciones de comida que le trajeron sus sirvientes, colocándola sobre la cama al alcance de las niñas —Entonces ustedes pertenecían a ese reino que fue atacado y perdieron a su familia — Concluyó luego de escuchar las palabras de las ambas.
—Bueno, mi nombre es Dana— Se presentó —Este es el barco del capitán Pabión— Sus palabras fueron interrumpidas un momento por los gritos y choques de armas afuera de la habitación.
—Aunque todos esos hombres parecen rudos, son buenas personas porque también perdieron sus reinos, todos somos iguales aquí, sólo recuerden que ustedes son un par de damitas — Agregó recibiendo de su segundo sirviente las prendas ya limpias y con algunos ajustes para darles parecido a la ropa de ella.
Con cuidado las vistió y les acomodó el cabello —Yo voy a cuidar de ustedes a partir de ahora, este será su hogar y les enseñaré muchas cosas — Sonrió limpiando el rostro de Miila.
—Entonces ¿Usted será nuestra nueva mamá? — Le preguntó Miila con un aire de inocencia.
—Si, podría serlo…— Respondió la mujer con una sonrisa llena de ilusión.
Lejos de ahí, Eagle se esforzaba por continuar su vida, reconstruyendo de a poco su casa y ayudando a los demás, el reino estuvo de luto un par de días, luego de hacer una ceremonia donde se llevó a cabo un sepelio masivo, él enterró un par de cajas llenas de flores, al no poder recuperar los cuerpos de Miila y Aksa, en ese momento cayó en cuenta de que no podría ser el mismo después de haber perdido a su hermanita.
—No debí dejarlas solas— Se repetía una y otra vez mientras formaba nuevas armas en su taller, sus creaciones eran ahora más agresivas, sin perder ese toque elegante y estético que las caracterizaba.
—Esos malditos bandidos me las van a pagar— Pensaba para sí mismo golpeando el metal para darle forma.
Sus rutinas de entrenamiento se volvieron más intensas y diarias, consiguiendo la atención de la hija del rey, que con el hecho de verlo una sola vez desde su balcón, se enamoró a primera vista de él.
Sin embargo, Eagle no sólo logró llamar la atención de la princesa, los caballeros empezaron a rumorear su historia trágica y poco a poco llegó a oídos del general del ejército, que lo hizo llamar para ofrecerle entrenar para convertirse en caballero.
—No necesito lástima para ser caballero— Respondió molesto ante la propuesta del general. Luego de varios intentos de entablar una conversación, ambos empezaron a pelear, Eagle utilizó la lanza que le entregó el guardia de la puerta hacía apenas una semana y el recuerdo de que ni él ni las niñas seguían con vida, le provocó un sentimiento de enojo que consiguió fortalecerlo para darle batalla al experimentado caballero.
— ¿Qué está sucediendo aquí? ¡Puedo escuchar sus gritos y el choque de sus armas hasta mi palacio! — Llegó el Rey seguido de una caravana de caballeros y su escolta.
El dragón posó su mirada en el joven herrero, su mirada ya no era la de un simple aldeano, había tanta fuerza en él, que tenía potencial para ser el escolta que el Rey le había pedido para su hija.
Sin preguntar nada, el escolta se abalanzó sobre el joven, consiguiendo una segunda demostración de su habilidad con las armas, finalmente había conseguido no solo forjarlas, ahora era hábil utilizándolas.
-Creo que he encontrado al sirviente que el Rey me solicitó para proteger a la princesa, cierra la puerta de tu taller que ahora vivirás en los campos de entrenamiento del reino- Le ordenó el Dragón.
Ya con su ropa de vuelta, Miila y Aksa salieron por segunda ocasión de la habitación, golpeando a Markus con la puerta, él estaba esperando a que Miila saliera pero fue Aksa quien abrió.
-¡¿Qué te sucede a tí?!- Le reclamó el niño interrumpiendo sus palabras al ver que Miila estaba sujeta del brazo de Aksa.
La niña se escondió detrás de su compañera al escucharlo gritar, haciendo que Aksa se pusiera en guardia.
-Déjalas en paz un rato, Markus- Gritó uno de los marineros llamándolo para entrenar con él -Yo soy tu oponente hoy ¡veamos que puedes hacer!- Agregó colocándose en posición de combate.
Luego de mirar fijamente a Miila al punto de intimidarla un poco, el niño se fue, los sonidos de las espadas sonaron nuevamente.
-¿Estás bien?- Preguntó Aksa al escuchar un suspiro de Miila.
-Si- Respondió sonriendo -Estoy bien-.
Ya tranquilas, aunque sin perder la alerta por estar en un lugar desconocido, las niñas recorrieron el barco, mareándose en momentos pero acostumbrándose poco a poco al movimiento de la nave.
Miila mantenía su mirada baja, intimidada por el ambiente, de pronto notó que Aksa por el contrario, mostraba interés en lo que sucedía, pero parecía detenerse por su presencia.
-¿Quieres venir conmigo al jardín, Miila?- Las sorprendió la voz de Dana de repente, tomando la mano de la niña para separarla de Aksa.
Las niñas se respondieron con la mirada, sonriendo levemente como aceptando separarse por un momento.
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