LUCAS
Aquella noche no tuve pesadillas. Ni un sueño normal y corriente. Simplemente… dormí. Como no había hecho en un buen tiempo. Mis ojos se cerraron cuando mi cabeza se acomodó en aquel hueco de la almohada. Podía percibir cómo mis músculos se relajaron contra el colchón, sintiendo el alcohol aún en mi sistema, como una vieja amiga que me decía “te extrañé”. Nunca había sido de beber, pero las amistades que el instituto nuevo me había proporcionado me influenciaron de alguna forma. Hice una nota mental de agradecerle a mis compañeros por la invitación. A pesar de nunca había podido congeniar al cien por ciento con ellos, todos intentaban que me sintiese a gusto en el ambiente.
Cuando cerré los ojos, aún podía sentir el perfume de Ana mezclado con el aroma a alcohol. Tragué saliva y abrí los ojos. Decidí que, fuese como fuese, la volvería a ver. Necesitaba… comprobar algo.
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