LUCAS
La observé desde el otro extremo del banco. Se veía realmente linda aquel día, aunque de una forma simple y diferente a la última vez que la había visto. Parecía un poco nerviosa, pero su postura decía otra cosa, como si no quisiera que dejase ver su vulnerabilidad.
Se suponía que tenía que encontrarme con Bianca en unos minutos y al parecer Ana tenía otros planes ya que chequeó la hora en su teléfono varias veces.
Desvié la mirada para poder concentrar mis pensamientos.
―¿De qué querías hablar? ―Rompí el hielo. Pareció aliviada y luego tomó aire.
―Quería disculparme contigo por lo del otro día… ocurrieron un par de cosas, pero en fin, quería pedirte perdón.
Volví mis ojos a ella y por la forma en la que su voz había sonado y la manera en que entornaba los ojos, sentía que era verdad lo que decía. Tomé aire y lo solté.
―Yo también ―murmuré. Levantó la mirada, confundida.
―¿Por qué te disculpas tú? No has hecho nada malo. Yo fui la perra contigo y todo lo que tú has hecho fue comportarte bien conmigo…. ―Su voz perdía volumen a medida que decía las palabras.
―Tienes razón ―dije luego de unos segundos―. Toda la culpa la llevas tú. ¿Qué harás para recompensarlo? ―pregunté con una media sonrisa.
Frunció los labios como intentando esconder una sonrisa, pero sabía perfectamente que se encontraba allí, en alguna parte.
―¿Eso quiere decir que… aceptas mi disculpa? ―preguntó levemente esperanzada.
La miré a los ojos durante un rato largo, imposible alejar mi mirada de lo hermosa que se veía en aquel momento, esperando mi respuesta. Mordí mi labio ligeramente.
―Sí ―respondí y para mi sorpresa, sonrió. Era la primera vez que veía su sonrisa completa. Sentí como si mi corazón se encogiese y me permití observarla con paciencia, intentando guardar el recuerdo en mi mente. Tenía el presentimiento de que no muchas veces vería aquella sonrisa.
Desvié la mirada y me puse en pie.
―Entonces… ―Empecé a decir y volteé a verla ponerse en pie a su vez. Levantó la mirada para verme, ya que yo le sacaba al menos una cabeza. Antes de que me diese cuenta, volví a hablar:―. ¿Amigos?
Pareció vacilar y parpadeó varias veces, como si estuviese pensando, debatiendo consigo misma. Cuando empecé a perder esperanza, volvió a alzar la cabeza y asintió.
―Claro, ¿por qué no? ―dijo y luego tomó su teléfono que parecía haber vibrado―. Lo siento, tengo que irme ―habló rápidamente―. Eh… ¿hablamos luego? ―preguntó mientras empezaba a caminar sin darme la espalda. Asentí y volví a ver su sonrisa, esta vez en versión más pequeña y fugaz.
La observé irse por la escalera mecánica y volví a tomar aire y me mordí el labio. Al cabo de unos segundos, escuché mi nombre a mis espaldas y volteé para encontrarme con Bianca.
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