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Lucas y Ana

Capítulo 17

Capítulo 17

May 21, 2020

ANA

Horas más tarde me encontraba en casa, intentando terminar el retrato de mamá antes de que papá llegase a casa después de su primer día en el trabajo luego de una semana de reposo. Por suerte, todo estaba yendo como lo planeado: no hizo absolutamente nada en toda la semana y fue lo más miserable que lo he visto estar en toda su vida. Varias veces intentó cocinar una cena elaborada, pero siempre estuve cerca de él para detenerlo y recordarle, como miles de veces, las condiciones del doctor. Empezó a mirar más televisión y hubo más de una noche en la que se había quedado prendido a él, como si fuese imposible levantarse del sofá hasta terminar el episodio de una serie policíaca que había encontrado. De eso no me molesté en detenerlo, de hecho, le dije que estaba progresando, a lo cual se había reído.

Trazando con el pincel sobre la pintura que vendría a ser las manos de mi madre, di por acabado el retrato. Era simple, por supuesto. Siempre que la pintaba intentaba hacerlo lo menos llamativo posible, lo más ordinario y común que podría llegar a ser. Y esa era mi parte favorita de tener el control sobre mis pinturas: podía, literalmente, hacer lo que me venga en gana. Dejaba volar mi imaginación, que fuese ella la verdadera protagonista.

Sin embargo, cuando se trataba de mamá, sólo había un modo de pintarla. O tal vez me resignaba a verla con ojos diferentes. Los recuerdos que tenía de ella siempre parecían estar teñidos por los mismos colores, la misma calidez.

Una vez que dejé el cuadro en mi habitación para que se secara, tomé mi abrigo y bolso y me dirigí hacia la tienda. Aquella semana tenía varios turnos en la tarde y la verdad es que no me emocionaba para nada. Pero mientras iba caminando, me recordé que necesitaba el dinero. Siempre hacía lo mismo cuando me dirigía allí; era como un recordatorio diario de que había más vida que esta ciudad.

Unas manzanas antes de llegar a destino, mis ojos captaron un anuncio llamativo en la vidriera de una galería de arte.


Demuestra que tienes

lo necesario para la

Universidad Abbington.

¡Participa de El Concurso Anual de Arte por un lugar asegurado en nuestra universidad!

Para más información, visita nuestra página web: abbingtonuniversity.net 


Observé petrificada el anuncio.

Esta era mi oportunidad. Esta era la señal que estaba esperando toda mi vida. Parpadeé y luego sacudí la cabeza. Pero, ¿qué diablos estaba diciendo? De seguro participarían cientos de personas y las posibilidades de entrar eran mínimas. Perdería tiempo al prepararme. En vez de concursar, tendría que trabajar más y reunir dinero y así poder irme a una universidad más estable y que me sienta segura de que no me arrojen a la calle al día siguiente. Negué con la cabeza.

Pero estas oportunidades no aparecen muchas veces en la vida, pensé ¿Qué iba a perder si participaba? Tenía que intentarlo. Algo en mí, muy en el fondo, sentía que podía hacerlo, que era capaz, que el arte para mí lo era todo y sí participar en un concurso para entrar a una de las más prestigiosas universidades de arte del país era lo necesario para seguir mis sueños, entonces tenía que hacerlo.

Luego de tomar una foto con mi teléfono al anuncio, proseguí con el camino hacia la tienda, un poco descolocada y con los cabellos de punta. Cole me diría, me gritaría, obligaría, que lo hiciera. Mi padre estaría de acuerdo, un poco inseguro, pero si esto me hacía feliz, entonces a él también.

Tragué saliva y luego la imagen de Lucas apareció en mi cabeza. ¿Qué diría él? Evité sonreír y abrí la puerta de la tienda, intentando olvidar lo que había visto hace unos segundos y calmar mi acelerado corazón.

LUCAS

Aquella tarde, cuando mi madre llegó de la oficina, se paró frente a mí con una sonrisa en el rostro. Ladeé la cabeza, intentando descifrar la razón detrás de tanta felicidad.

―¿Qué ocurre? ―pregunté poniéndome en pie. Había estado en el sofá durante la última hora, intentando buscar algo de diversión pero había fracasado, como siempre.

Mi mamá me abrazó, lo cual me tomó desprevenido. Luego se alejó, pero sus manos seguían en mis hombros. No era exactamente pequeña, ya que en ese momento llevaba tacones, pero aún así yo seguía siendo una cabeza más alto que ella.

―Acabo de recibir una llamada… ―empezó a decir y fruncí el ceño porque sabía exactamente de lo que estaba hablando.

―No, mamá, no esto otra vez… ―murmuré intentando alejar sus manos de mis hombros. Ella hizo una mueca y tomó un paso atrás.

―¿No estás feliz porque fuiste aceptado en una de las universidades más prestigiosas y caras del país? ―preguntó, empezando a molestarse por mi actitud y cruzándose de brazos.

―¿Feliz? ¿Feliz de que tú seas la causa de ello? ―repliqué, sacudiendo la cabeza―. Me prometiste que me darías más tiempo para pensarlo.

Di media vuelta, sintiendo mi rostro calentarse. Mi madre tomó mi muñeca y la miré por encima del hombro.

―Lucas, tienes que ser más agradecido con lo que hago por ti ―dijo con enojo, pero también divisé preocupación detrás.

―¿Quién pidió que lo hicieras, eh? No recuerdo haber dicho nada al respecto ―respondí y luego me zafé de su mano, dirigiéndome a mi habitación para pasar el resto de la tarde preguntándome qué estaba mal conmigo y porqué no podía entrar en razón. Un montón de personas estarían llorando de la felicidad, sin embargo yo no podía parar de pensar en que cosas como esas no se compraban como lo hizo mi madre, aunque sea la única forma de entrar a universidades como esas.

Qué idiota, pensé. Aún seguía teniendo en la cabeza la idea de que encontraría algo que me gustase hacer después de terminar la secundaria. Tal vez mi destino era ir a esa universidad y seguir aburriéndome de la vida. Seguir el camino de mis padres. Resoplé.

Sí, tal vez era lo único que tenía para ofrecerle a este mundo. 

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Capítulo 17

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