—Mi propia hija —dijo mi padre lentamente, cortando su filete por la mitad mientras negaba con la cabeza como decepcionado—. Marihuana, —suspiró—. ¿por qué? —preguntó, dejando los cubiertos en la mesa.
—Esto es demasiado para la misa de hoy —dijo mi madre con un hilo de voz, sus ojos brillantes con nuevas lágrimas mientras ponía los huevos fritos en platos.
Todavía no me miraba, nos daba la espalda mientras cantaba en voz baja —probablemente queriendo olvidarse de todo.
—Porque estaba aburrida —dije cruzando los brazos sobre mi pecho. Mi padre me miró fijamente por lo que parecieron horas antes de hablar.
—¿Acaso te arrepientes de lo que has hecho? ¿Te arrepientes de hacer llorar a tu madre, y cancelar nuestras actividades dominicales? —Él preguntó levantando cada vez más la voz.
—Sí —dije en voz baja antes de llevar mi mano a mis labios para tirar del inferior nerviosa.
—Y una mierda, ni siquiera finges bien, —dijo simplemente volviendo la atención a su plato de carne.
—¡David! —Madre le regañó girándose agresivamente.
—Perdón, amor —dijo él de vuelta, arrepintiéndose de sus palabras.
Después de unos momentos de silencio y llantos de mi madre, lentamente me levanté de mi silla poniendo mi plato en el fregadero.
—Bueno... —dije incómoda—. ¿Puedo retirarme? —Pregunté desempolvando mi regazo.
—Absolutamente no —Madre dijo señalando la silla—. Te sentarás ahí hasta que tu padre decida un castigo propio para lo que has hecho.
De repente mi padre levantó la cabeza, con una sonrisa casi imperceptible en sus labios.
—La prisión —dijo con voz ronca masticando su último trozo de filete.
—Será lo mejor —sonrió madre.
—¿Qué? —Pregunté entrecerrando los ojos sospechando.
—Cariño, serás voluntaria en la prisión —ordenó dándole su plato a mi madre.
—¡¿Qué?! —Grité abriendo los ojos como platos—. No, no, no —dije rápidamente negando con las manos mientras él se reía.
—¡No tienes opción! —Mi madre dijo—. Estoy harta de tu satánico comportamiento y no toleraré esa clase de falta de respeto. Así que, ¡irás a la prisión bien temprano mañana con tu padre y serás la preciosa chica cristiana que hemos educado y traído al mundo para que seas, Scarlet Faye! La prisión será exactamente donde estarás si no cuidas esa sucia actitud —sentenció mientras lavaba los platos en el fregadero.
Su repentino cambio de humor me sorprendió, mi madre nunca había sido de las que gritan.
—Maryanne, — mi padre advirtió levantándose de la silla, frotando sus hombros suavemente—. Siéntate, vamos —dijo suavemente, cogiendo sus pastillas y medio vaso de agua.
Un quejido salió de mis labios.
—Bien, —dije suavemente dándome la vuelta antes de abandonar la cocina.
Enfadada, me aparté el pelo de la cara mientras subía las escaleras.
Joder, no quería estar en un lugar donde habría un montón de tíos salidos.
Pero infiernos, tal vez podría divertirme con alguno.
Copyright © RJ Aranda
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