—Scarlet, levántate. Es hora de ir a la iglesia y luego voy a llevarte a la cárcel para que puedas comenzar a ser voluntaria hoy —escuché a mi padre detrás de la puerta de mi habitación, golpeando ésta.
Gimiendo y levantándome, recordé el día anterior, cuando mis padres se enfadaron tanto conmigo que incluso decidieron castigarme. Era la primera vez que hacían tal cosa.
Yo no era la hija que querían que fuera, pero, ¿quién lo es realmente? No era la primera vez que fumaba marihuana, pero fue la primera vez que me pillaron. Supongo que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
Mirándome en el espejo me di cuenta de que nunca sería como ellos querían que fuera: una cristiana perfecta y puritana que va a la iglesia todos los días y espera hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales.
Me reí. Era demasiado tarde para eso.
Cepillando mi cabello rubio, decidí que había terminado de arreglarme, y bajé a la cocina, donde mi madre y mi padre ya me estaban esperando.
—Te has tomado mucho tiempo, Scarlet. Ahora vamos tarde —mi madre me dijo cuando me vio. No dije nada ya que no quería otro castigo. Ya tenía suficiente con lo de ayer y esperaba que no durara mucho tiempo, ya que no sabía lo que podía encontrarme allí.
—Perdón, mamá —simplemente contesté.
Cuando llegamos a la iglesia, mis padres comenzaron a saludar a todos sus amigos que eran tan cristianos como ellos. No me incluía a mí misma, debido a hechos bastante obvios.
Si mis padres supieran que me había acostado con algunos de los hijos de sus amigos nunca me perdonarían. De hecho, estaba segura de que me llevarían a un convento.
Sin prestar atención a lo que estaban diciendo, miré a mi alrededor y vi a algunos de mis amigos detrás de un árbol, probablemente fumando marihuana de nuevo. Estos amigos míos, obviamente, no eran personas conocidas por mis padres, ni lo serían nunca.
Sabían que delante de mis padres fingía que nos les conocía, ya que sabían cómo eran y cómo reaccionarían. Así que esta era una especie de vida secreta, supongo.
Entrando en la iglesia con mis padres, nos sentamos en el mismo banco de siempre y escuchamos todo el asunto en silencio. Aunque no estaba prestando atención en absoluto.
Era gracioso cómo todos me consideraban tan buena persona e hija cuando todo lo que hacía era pecado. Pecado a sus ojos, por supuesto, ya que yo lo llamaba 'pasármelo bien'.
Cuando todos se levantaron, supe que la misa había terminado y ni siquiera me di cuenta. Pero no me hubiera esperado lo que mi madre me preguntó después.
—¿Qué has aprendido hoy, Scarlet? —me preguntó con una sonrisa.
—Aprendí que —me interrumpió el claxon del coche de mi padre, que me esperaba—. Aprendí que tengo que ir a prisión con papá y ser una buena voluntaria, mamá —y tras darle un beso en la mejilla, salí corriendo hacia el coche de mi padre.
Entrando en el coche, me di cuenta de que estaba más emocionada de lo que debería estar por este castigo, pero no le presté atención. Tal vez mientras mis padres pensaban que estaba aprendiendo mi lección, podría tener un poco de diversión allí ya que nunca vería a esa gente otra vez en mi vida.
—Hoy no harás nada, te mostraré el lugar y podrás empezar mañana. Aproveché esta oportunidad porque la prisión necesita voluntarios y te enseñaría una lección sobre cómo acabarás si sigues metiéndote drogas. Tu madre y yo realmente nos preocupamos por ti, Scarlet, y queremos que te des cuenta de que lo de las drogas nunca termina bien y que podrías terminar como esas personas allí. ¿Te das cuenta, verdad?
—Sí, papá —Dije aburrida y cansada de lo mismo cada día. Pero fingí que estaba escuchando y que me importaba.
Se lo creyó.
—Y —habló él después de unos largos minutos—, ya hemos llegado.
Ambos bajamos del coche y lo seguí hasta su puesto de trabajo. Él era el guardaespaldas en el gimnasio de la prisión, lo que significaba que probablemente incluso llegaría a ver hombres fuertes medio desnudos.
Esto era bueno.
—Esta es mi hija Scarlet —mi padre dijo repentinamente, presentándome a algunos de sus compañeros de trabajo, intuí—. Ella será voluntaria aquí el resto del verano.
Tenía que estar de coña. ¿El resto del verano? Venga ya, no. Me retiro.
La mirada que me dio me hizo saber que no fue él quien lo decidió, sino mi madre. Seguramente para evitar que siguiera fumando marihuana u otras drogas para cuando el final del voluntariado llegase, poco sabía ella de que todavía las haría, siendo voluntaria o no.
Fingí que no me importaba en absoluto, cuando en realidad estaba cabreadísima.
Lo seguí a través de las diferentes estaciones de trabajo mientras me mostraba las instalaciones y todas las cosas nuevas que las prisiones tenían hoy en día.
Cuando comenzó su turno, me mantuve cerca de él, ya que no sabía todavía qué clase de gente encontraría. Tal vez había un psicópata loco por aquí y yo no lo sabía, y tal vez él se lanzaría contra mí y me mataría aquí mismo. ¿Quién sabe?
Mientras veía hombres entrar en la habitación y los guardas les advertían de no hacer nada estúpido, vi que hacían cosas de personas normales: algunos de ellos, en lugar de hacer ejercicio, se quedaban allí, algunos hablando y otros oyendo lo que otros tenían que decir.
—Scarlet, sabes que ser voluntaria no significa hacer lo que estás haciendo ahora, ¿verdad? —padre interrumpió mis pensamientos.
Me quedé helada. ¿Me estaba sugiriendo lo que pensaba que me estaba sugiriendo? ¿En serio quería que fuese a hablar con ellos?
Le miré como si de repente tuviera dos cabezas, pero él parecía hablar muy en serio. —Venga.
Miré alrededor de la habitación, buscando a alguien con quien hablar, cuando mi padre me empujó. Comencé a caminar, rezando en voz baja. —Dios, sé que últimamente no me he comportado como debería pe-
—Dios está ocupado, ¿puedo ayudarte? —Una voz profunda dijo detrás de mí, y cuando me di la vuelta vi a un hombre de ojos verdes que no parecía que debería estar aquí en absoluto. En realidad, era muy guapo. Sus cabellos rizados y su aspecto desaliñado con esa barba de unos cuantos días le hacían parecer aún más caliente.
No pude evitar sonreír. Oh, resultó que tenía razón y me iba a divertir mucho.
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