La casa estaba sumida en completo silencio. Con los zapatos en la mano, y la oreja pegada a la puerta por si escuchaba movimiento sospechoso y de alto riesgo —ya me creía yo aquí James Bond—, me concentré en encontrar el momento idóneo para salir por la ventana. Por suerte, tenía un árbol bastante robusto que daba al balcón de mi habitación por el que ya me había bajado unas cuantas veces antes. Esperaba no haber perdido la práctica, o me daría una hostia de un par de narices.
En cuanto me armé de valor —hacía tiempo que no me acojonaba tanto porque me pillasen— abrí la puerta corredera del balcón despacio para no hacer ningún ruido y de puntillas salí. Lancé los zapatos al césped para no tener que cargar con ellos y una ráfaga de luz proveniente de un coche llamó mi atención. En cuanto logré enfocar la vista, supe que era Marc y me di prisa en bajar. Cuanto antes acabase con esto, mejor.
Pasando una pierna por la barandilla y después la otra, el árbol quedaba a menos de un metro y apoyando con cuidado los pies, logré subirme. Arrastrándome un poco por el tronco, llegué a la base del árbol sin un rasguño, pero con muchas hojas enredadas en el pelo. Cogí los zapatos y eché a correr hacia el coche de Marc, que arrancó cuando estaba subiéndome, y una vez dentro me puse los zapatos y me quité las hojas del pelo.
—Este es un récord nuevo, menos de cinco minutos —me dijo mientras conducía por los vecindarios solitarios hasta que llegamos a la zona del campus donde estaban los universitarios por los suelos, algunos borrachos, otros llorando, otros besándose hasta el punto de lo explícito y así podría continuar.
Sin embargo, la mayoría estaban dentro de la casa del que había organizado la fiesta. Y a ese chico yo lo conocía bastante bien. Habíamos estado tonteando por meses, hasta que me aburrí, pero había quedado amistad.
Y como se suele decir, hablando del rey de roma...
—Hey, Scar —se acercó a mí en cuanto me vio, dejando sola a la chica con la que estaba hablando—. No sabía qué vendrías. Hace tiempo que no te veo por ninguna fiesta.
—Hey, Derek —le devolví el saludo—. Yo tampoco sabía que venía —le respondí. Y era verdad, si no hubiera sido porque Marc me había dicho que había fiesta no hubiera salido.
—Sigues igual de impredecible por lo que veo, ¿eh? —siguió con la broma. Aunque en eso llevaba razón.
—Claro. Por los viejos tiempos —le dije para finalizar la conversación, levantando la mano en la que tenía el vaso con la bebida que me había traído Marc. Dando un largo trago, me giré y recorrí con la mirada el lugar. La misma gente de siempre haciendo lo que mejor se le daba hacer: evadirse de las responsabilidades.
No sabía dónde estaba Marc, pero tampoco tenía interés en encontrarle. Así tendría tiempo para ver cuál era el panorama en la casa.
Entrando, recorrí la estancia. Había gente de todas las edades, y algunas caras me sonaban más que otras. Incluso vi rostros completamente desconocidos, pero era normal. Siempre se unían varias fraternidades en fiestas así. Podía sentir cómo había chicos que se fijaban en mí más que otros, pero esta noche no tenía interés en irme a casa con nadie.
—Buenas noches, señorita —me sorprendió una voz grave, que no parecía la de un chico de mi edad. Efectivamente, cuando me giré, pude comprobar que estaba en lo cierto. Cuando le vi la cara, un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Se parecía muchísimo a Jesse, pero no podía ser él. ¿Verdad?
Di un paso atrás, algo asustada y desconfiada.
—¿Nos conocemos?
—Ojalá, preciosa —dijo mirándome de arriba a abajo, mordiéndose el labio inferior—. Sería todo un placer. Tú eres Scarlet, ¿verdad?
Eso me asustó aún más. ¿Cómo puñetas sabía él mi nombre? ¿Y por qué no sabía yo el suyo?
—Yo soy Jason —dijo como leyéndome la mente. Y me ofreció su mano libre para que quedara el saludo formal. No podía apartar la mirada de su rostro, era muy parecido a Jesse, solo que Jason tenía los ojos castaños y estaba mucho más delgado. Pero no podía ser tanta casualidad, ¿verdad? Eso esperaba.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó riéndose, y con las mejillas algo enrojecidas porque me hubiera visto de mirarle tan fijamente, aparté la mirada y giré la cabeza.
Entonces fui directa al grano.
—¿De qué me conoces, Jason? —inquirí sin vergüenza alguna.
Le sorprendió que fuese tan directa por la forma en la que abrió los ojos y sonrió, soltándome la mano por fin.
—Digamos que uno tiene sus contactos, y sé que has estado visitando últimamente a mi hermano, Scarlet —dijo como si nada. No hizo falta que especificara quién era su hermano. El parecido era innegable. Pero me asombró la forma en la que habló. Como si acosar a una persona fuese lo más normal del mundo. ¿Era consciente de la información que me había dado? Se había delatado él solito y sabía que podía denunciarle si quería.
—Eso no es verdad, estoy de "voluntaria" —dije haciendo comillas con mi mano libre, bufando.
Dándole otro repaso a mi cuerpo con la mirada, dio un paso al frente, acercándose a mí.
—Mentirosa —fue la única réplica, con un brillo malicioso en los ojos. Sonreía, pero no con amabilidad. Podía percibir la maldad que emanaba. Este chico no era de bien, y no me sorprendía. Conociendo el ejemplo de hermano que tenía, no me extrañaría que Jason cometiera delitos en un futuro cercano, si es que no los cometía ya—. ¿Sabes? —continuó—. Por lo que sé, tenemos la misma edad —dio otro paso y agarró un mechón de mi pelo, girándolo en su dedo—, y sé que no eres ninguna virgen inocente y —acercó su rostro al mío, sin apartar la mirada de la mía— podríamos divertirnos tú y yo. Por supuesto, mi hermano no se tiene que enterar.
Dándole un manotazo para que me soltara y dando tres pasos con cuidado hacia atrás, le miré muy seriamente y todo temor que sentía se evaporó.
—Yo no tengo nada que ver con tu hermano y mucho menos contigo, así que ahórrate las amenazas conmigo, porque puede que tú salgas perdiendo mucho más que yo.
Mis palabras parecieron tener todo el efecto contrario en él del que hubiera esperado, porque se echó a reír en mi cara.
Frunciendo el ceño le miré. ¿Qué era lo que le hacía tanta gracia? ¿Acaso lo que había dicho no era verdad? Yo no tenía nada que ver con ellos. Sólo me estaba divirtiendo.
Pero las dudas me asaltaron, y pareció notar mi momento de flaqueo.
—Lamento decirte que ya es demasiado tarde para eso.
Y sin darme opción a responder, se marchó por donde había venido.
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