Una vez que le corté el pelo a Jesse —que se quejaba mucho al principio, pero al final le acabó gustando su nuevo corte de pelo— gracias a la cortesía de los guardas del nuevo turno que me dejaron un peine y unas tijeras, y a mi sublime poder de encanto y seducción que los convenció de que era más que fiable dejarme unas tijeras, tenía aún una media hora de ocio y tiempo libre en la que normalmente se iba a una sala donde tenían maquinaria pesada de gimnasio, pero que esta vez decidió quedarse conmigo.
Y demasiado cerca.
—Ya te he dicho que casi nunca hago nada concreto, solo me quedo hablando contigo algunos días y otros en cambio me voy a la biblioteca con aquella mujer que sólo sabe mandar callar —le expliqué por enésima vez. Él seguía preguntando una y otra vez qué era lo que hacía cada vez que venía.
—Bueno, muñeca, hablar hablar... precisamente no es lo que hemos hecho desde que llegaste aquí —empezó hablando con su tono juguetón. No pude evitar sonrojarme.
Era verdad que no habíamos hablado mucho, pero lo poco que nos habíamos dicho era más que suficiente. Lo que me hacía pensar... ¿sabría él dónde guardan aquí los informes, expedientes e historiales delictivos de cada preso?
Lo miré, sonriéndole. Era mi turno que jugar mis cartas. Tenía que sacarle toda la información que pudiera, pero sin levantar sospechas. Y sabía un método infalible para ello. De todas formas, Jesse era un hombre, y todos tenían un límite. El mismo límite, de hecho.
—Oye Jesse... —empecé, acercándome más a él de donde estábamos sentados, juntando mi pierna con la de él y pasando la mano por su muslo, mientras me mordía el labio lentamente y le miraba batiendo las pestañas lentamente. Pude ver la nuez moviéndose rápidamente de arriba a abajo por su cuello—. Creo que sabrás esto mejor que nadie aquí... No sabrás tú, por casualidad, ¿dónde tienen todos los historiales delictivos de los presos? —pregunté inocentemente, mientras mi mano subía cada vez más. Lo estaba volviendo loco, pero yo no estaba quedando impune de ello, por más que intentara ocultarlo.
—Nena... para —pidió con voz ronca mientras sostenía mi mano con la suya, pero sin apartarla— me estás matando, por favor —suplicó.
Yo ya estaba más que perdida en su tacto y su mirada, pero sabía que aquí no sería lo apropiado. Podían contarle algo a mi padre y como consecuencia no me traería aquí más o podrían hacerle algo a Jesse. Sabía cómo podían ser los guardias de tomarse la ley por su mano. Y no sería justo para él. Podrían incluso retirarle la opción de la condicional.
Me alejé, sonriéndole y guiñándole un ojo para que supiera que esto no se acababa aquí.
Me levanté del sitio y le dije que me disculpara un par de minutos. Sólo esperaba que hubiera entendido la indirecta y que le esperaba en el único sitio donde sabía que no había cámaras. En el minúsculo cuarto de baño que había para los guardias.
Rezando para que no hubiese nadie ahí dentro, me metí, sentándome en el filo del lavabo que había, que, a pesar de no estar muy limpio, tampoco me podía quejar.
Mirando el techo mientras pasaba el tiempo, llegué a la conclusión de que Jesse no había captado la indirecta, y cuando estaba casi a punto de abrir la puerta para salir de allí, se abrió de un manotazo por el otro lado y entraba Jesse jadeando y mordiéndose el labio mientras me miraba con esos ojos que ya sabían lo que querían.
—Creía que no habías enten- —no me dio tiempo a terminar la frase y ya tenía sus labios sobre los míos mordiendo, lamiendo y saboreando los míos y no pude evitar gemir de satisfacción. Joder, qué bien besaba este hombre.
Sus manos ya estaban por todos los rincones de mi piel poniendo la carne de gallina allá por donde pasaban, dejando un resquemor y un calor inconfundibles.
Nunca había querido tanto algo antes como quería sentirlo a él en esos momentos.
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