Sin siquiera resistirme un poco, le devolví los besos tan fervientemente como él me los daba, mientras mis manos, como si tuvieran vida propia, se adentraban por su única prenda: el uniforme de prisión. Quería arrancarle la ropa y sentirlo piel con piel contra mí. Pero sabía que eso no era posible todavía.
Sin darnos tregua para respirar, él me levantó del suelo para sentarme donde estaba minutos antes de que entrara y se colocó entre mis piernas, dejándome sentir el calor que emanaba y que se nos hiciera más fácil aún tocarnos.
Yo sentía que estaba a punto de explotar y me estaba mareando del placer que era simplemente el hecho de besarle. No quería que parase, pero él tenía otros planes.
—Todos los expedientes e historiales los tienen en la recepción cuando entras. Allí guardan todas nuestras pertenencias personales, también. Para cuando salgamos devolvernos justo lo que teníamos. Ni más, ni menos —susurró jadeante contra la piel de mi cuello. Yo no quería seguir pensando en eso. Quería que me tocara y perderme en él. Costase lo que costase.
—Bésame, Jesse —le supliqué, girando la cara hacia él para encontrarme con sus labios lo antes posible. Me estaba matando el no poder tocarle como quería, pero si esto era lo único que podía tener, me conformaría. Aunque el temblor de mis manos no hacía más que delatarme ante él.
Él se reía, por lo que asumí que estaba controlándose algo más que yo.
—Nena, si quieres tocarme, sólo pídelo —me cogió ambas manos y las llevó a su pecho, donde ya con la mente más lúcida pude darme cuenta de que entre él y yo solo había una puta cremallera. Sí, sólo una cremallera.
Él me miraba el rostro, riéndose suavemente cada vez que me lamía los labios cuando la cremallera bajaba más y más hasta que tuve frente a mí su pecho desnudo tan maravilloso y todos esos tatuajes que solo le hacían parecer más masculino de lo que ya era.
Sacó los brazos del uniforme y dejó la parte superior de este colgando tras su espalda, dejando que me lo comiera con la vista. Tenía mis manos aún bajo las suyas, sin apartarlas como si temiera que me fuera de allí sin previo aviso. Se equivocaba.
—Tómame, Jesse. Aquí y ahora —le pedí mientras me dejaba caer hacia atrás abriendo mis piernas aún más para él. El hecho de que siempre llevara falda me ahorraba muchas molestias innecesarias, y eso parecía gustarle a Jesse ya que así tenía más fácil el acceso a mí.
Él no rechistó y se acercó todo lo posible a mí de una sola zancada. Mordía mi cuello con la presión y velocidad justas, aunque sabíamos que teníamos menos de veinte minutos y que teníamos que darnos prisa, estábamos aprovechando hasta el último segundo.
Levantándome ligeramente y con facilidad del lavabo para poder bajarme las bragas hasta los tobillos, no dejó de besarme ni de tocarme con su otra mano libre, por lo que cuando me di cuenta ya estaba posicionándose en mi entrada.
—Muñeca, sé que es la segunda vez que lo hacemos sin protección, pero por favor confía en mí y te prometo que no me correré dentro —me dijo apresurado cuando vi que le estaba mirando la entrepierna.
Sin decir nada, volví a besarle y él se tomó eso como mi respuesta. Gemí contra sus labios una vez que estuvo entero dentro de mí y le clavé las uñas en los hombros y los brazos y una vez que me acostumbré a la intrusión le rodeé la cadera con mis piernas como pude y me moví contra él, para que entendiera que estaba más que lista para recibir sus atenciones.
Empezó a empujar lentamente en mí, mientras gruñía contra mi cuello y tiraba de mi pelo que lo tenía envuelto alrededor de su puño. Sólo se nos oía de jadear, gemir y murmurar entre dientes.
Fue aumentando la velocidad cada vez más, y más, hasta que estábamos los dos casi al borde de explotar. Sentía que no podía más, que me mareaba y tenía la sensación de que me iba a caer. Él cada vez apretaba más el agarre en mi cadera mientras que tenía la otra mano en mi cabeza y con mi pelo envuelto.
Me dolían los labios de besarle, y aun así sentía que no había tenido suficiente. Todo en este hombre me incitaba a pecar con él, pero yo estaba más que encantada de hacerlo. No entendía cómo podía ser esto tan malo, pero sentirse tan bien al mismo tiempo.
La cabeza ya me daba vueltas y sentía que me desmayaría de un momento a otro, y estaba a punto de decirle a Jesse que ya no podía más cuando me miró a los ojos y me besó profundamente.
—Córrete para mí, muñeca —me pidió entre besos mientras movía su mano de mi cadera a mi clítoris y lo acarició en círculos. Y eso fue lo único que necesité para terminar.
Él se salió de mí segundos después y le vi coger un trozo de papel y terminar el trabajo con su mano mientras me miraba.
Aprovechándome, puse mi mano sobre la suya y lo atraje hacia mí para besarlo mientras le ayudaba a terminar. Y en menos de un minuto lo sentí mordiéndome el labio inferior, reprimiendo los gruñidos que salían de su garganta y que me hacían palpitar.
Se apartó de mí y terminó de limpiarse, para luego retirarse y volverse a abrochar el uniforme.
Acordamos en salir uno detrás de otro para no levantar sospechas, y salí yo antes, ajustándome la ropa para que nadie notase nada. A pesar de que sabía que el calor en mis mejillas y mi pelo alborotado no tenía arreglo. Al menos no instantáneo.
Momentos después le sentí a mi lado y le miré y me dio una sonrisa. Entonces justo cuando pasábamos por su celda, empezó a sonar por megafonía una voz. Se había acabado el tiempo de ocio y cada preso tenía que volver a su celda.
—Gracias por darme algo en lo que pensar esta noche, preciosa —empezó, ofreciéndome una sonrisa pícara mientras esperaba a que se abrieran las rejas de su celda lo suficiente para poder entrar—. Y espero que no te olvides de nuestra pequeña conversación —y me guiñó un ojo antes de darse la vuelta y dejarme allí en mitad de aquel pasillo.
Entonces entendí a qué se refería. Me había dicho dónde estaban todos los informes que necesitaba para seguir con la investigación. Y me había dado uno de los orgasmos más alucinantes de mi vida.
Este hombre era increíble.
Comments (0)
See all