Gracias a la información que manejaban ahora, sabían que los SCUD estaban colocados en parejas, dispersos en un área rectangular de unos 100 kilómetros cuadrados que quedaban comprendidos entre la frontera siria y la Carretera Nacional. Era una superficie gigantesca, pero solo constituía una estimación general. Estudiando los datos individuales acotaron la zona de lanzamiento de cada pareja de misiles a unos 20 kilómetros. El curso de acción resultaba evidente.
—Nos separaremos —anunció el sargento—. White, Baylis, Bloom: la mitad Norte es vuestra. Los demás conmigo, al Sur. Estableceremos puntos de vigilancia aquí y aquí —señaló en el mapa—, y confiaremos en estar lo bastante cerca de algún misil cuando disparen. Eso delatará su posición definitiva, sobre todo si lo hacen de noche. Recordad los señuelos, a más de 200 metros son casi indistinguibles de un SCUD real. Ah, Baylis —el sargento le tendió una nueva radio—, cortesía del Bravo Six Zero. Esta sí funciona. Estaremos en contacto entre nosotros y con un par de F-117s. Sobrevuelan nuestras cabezas todo el tiempo, lo único que les falta es un blanco. Así que, cuando lo tengáis, solicitad fuego desde el aire. Ni se os ocurra atacar por tierra salvo que sea estrictamente necesario, y no debería serlo. Buena suerte. Nos vemos al otro lado.
El grupo se dividió, orientando sendos Land Rovers en sentidos opuestos. Eli iba al volante del suyo. La carretera norte estaba en un estado lamentable. Era una zona especialmente castigada por la guerra, lo que no resultaba intuitivo en absoluto dado que se estaban acercando a la frontera siria y alejándose por tanto de la zona caliente. Además, a Eli le pareció ver estacas a los lados de la calzada. Era inusual. Algunas tenían cabezas clavadas, o eso le pareció. No quería prestar mucha atención mientras conducía, pero no pudo evitar apartar la vista de la carretera un momento para observar la truculenta escena. Eran cabezas, sí… pero no humanas. Parecían de… ¿cerdo? El coche pasó de largo, las estacas quedaron atrás. Eli estuvo a punto de preguntar a sus compañeros si también las habían visto, pero decidió callárselo.
Hasta ese día, el clima había sido benevolente con las SAS. Aquella tarde las temperaturas suaves dieron paso al más crudo invierno, comenzó a nevar. Fuerte. Salieron de la carretera principal y recorrieron unos kilómetros por el desierto blanco hasta que fue peligroso seguir con el vehículo. Harían el resto del camino a pie, era importante mantener un perfil bajo mientras establecían el punto de vigilancia. La orografía era muy llana, así que no tuvieron que elegir una colina, pues no había ninguna. Desde donde estaban deberían ser capaces de ver el lanzamiento de algún misil. Excavaron un humilde agujero para resguardarse del frío, y esperaron a que cayera la noche.
Durante largo tiempo, lo único que trajo la noche fue más frío. Los tres hombres se encogieron hechos un ovillo, pegándose unos a otros para mantener el calor corporal. En esas estaban cuando por fin detectaron el inconfundible haz de luz de un misil. Se encontraba lejos, pero sabían hacia dónde ir. Y allí fueron. Todavía era de noche cuando se vieron en posición de comprobar qué estaban mirando exactamente. Eli sacó de la mochila sus prismáticos de visión nocturna, y echó una ojeada. Había un túnel, seguramente era el extremo de un canal de canalización de agua. Y en su interior asomaba el borde de un TEL, el vehículo de transporte y lanzamiento de misiles. De un verde militar, su aspecto era el de un camión de seis ruedas, a cuatro por eje. Tenía una forma achaparrada y alargada; pareciera que el inmenso misil que descansaba encima lo hubiese deformado bajo su enorme peso. Habían encontrado sus primeros SCUD.
—Objetivo a la vista.
—¿Estás seguro? —preguntó Bloom—. ¿No es un señuelo?
—Sé lo que estoy mirando. Estoy seguro, es real —repitió Eli.
Baylis se dispuso a avisar por radio a los F117.
—No puede ser —dijo.
—¿Qué pasa ahora?
—Esta radio tampoco funciona. Es exactamente el mismo tipo de interferencia que tenía la otra.
—¿Se te rompen dos seguidas? Eso es muy, muy improbable. Empiezo a pensar que el problema eres tú, no las radios —dijo Eli, amenazante y burlón al mismo tiempo.
—Vete a la mierda, White. No soy yo. Están saboteando la operación, tiene que ser eso.
—Pues no lo van a conseguir —declaró Bloom—, ese misil va a reventar como que me llamo John O. Bloom. Ya estoy harto de esta mierda —tomó entre sus manos el lanzamisiles milan que transportaban para emergencias, y se dirigió rezongando hacia el SCUD. Baylis intentó detenerle, pero Bloom lo apartó de un manotazo. A cien metros del TEL hincó rodilla en tierra y apretó el gatillo. El misil voló a su objetivo, alcanzándolo de lleno. El SCUD quedó totalmente destruido.
—¡Ya está! ¡Sabotead eso, cabrones!
—Maldito idiota, acabas de revelar nuestra posición. ¡No todo se soluciona con explosivos!
—Casi todo se soluciona con explosivos, y esto también.
—¡Has perdido la puta cabeza!
Salieron corriendo al puesto de vigilancia, recogieron el equipo y desandaron el camino de vuelta al coche. Una lanzadera de SCUD menos. Quedaba al menos otra en su sector. Buscaron la pareja en las inmediaciones, pero solo dieron con un poco convincente señuelo. Eli condujo a la siguiente posición prevista. No tomó el camino directo, sino que dio un rodeo para evitar las posibles patrullas del régimen que hubiesen sido alertadas por el impacto del milan. Bloom y Baylis siguieron discutiendo todo el camino, hasta que al final Bloom cedió y pidió disculpas; definitivamente se había precipitado. La tensión, sin embargo, se mantuvo. Volvieron a repetir la estrategia con un nuevo puesto de vigilancia, esta vez a orillas del Éufrates. No quedaba mucho para el amanecer; más valía que encontrasen pronto el siguiente SCUD, o probablemente tendrían que esperar el día entero.
Hubo suerte. Otro cohete salió volando, esta vez bastante cerca de donde estaban. Confirmaron visualmente su ubicación. La radio seguía sin funcionar, tendrían que acercarse. «Ha llegado el momento», pensó Eli. Lo hubiese preferido de otra forma, más limpio, pero no tendría otra oportunidad. Dejó que sus compañeros se adelantaran un par de pasos. Luego tomó una roca del lecho del río, y con todas fus fuerzas golpeó a Bloom en la sien. Cayó al instante, desplomado. Luego apuntó a Baylis con el M16.
—Suelta el arma, Baylis.
El especialista en telecomunicaciones miraba con ojos desorbitados a Bloom. El cuerpo de éste yacía boca abajo, con la cara en el agua. Un reguero de sangre descendía desde su cabeza siguiendo la corriente.
—No me vas a disparar —dijo Baylis, con las manos en alto pero sosteniendo su propio M16 en ellas—. Están muy cerca. Demasiado ruido, no te arriesgarás.
Eli se mantuvo firme, sin mover un músculo.
—Suéltala —repitió, muy despacio—, y deja también la radio.
—Oh. Ya. Ahora lo entiendo —Baylis hizo lo que ordenaba, dejó el arma y la radio en el suelo—. Eras tú… Tú estabas saboteando las comunicaciones.
Eli sacó del bolsillo un aparatito del tamaño de una caja de cigarrillos.
—Un inhibidor —explicó—; no tiene mucho alcance, pero tampoco me he separado mucho de ti desde que llegamos.
—Bastardo traidor… —Baylis intentaba deducir la situación, se podía notar el esfuerzo mental en las arrugas de su frente—. No querías que destruyésemos los SCUD, ¿de eso se trata? Quieres que se sigan lanzando. ¿Te paga el Régimen?
—Piensas rápido bajo presión, pero no lo suficiente. No estoy con Saddam. Y no quiero que se sigan lanzando misiles. Quiero lanzar uno. Solo uno.
—¡Espera! —Se empezaba a percibir miedo en su voz—. Aunque lo consiguieras, los americanos instalaron defensas antimisiles Patriot. Podría ser en vano, quizás no llegue a ningún sitio. No sé por qué lo haces, pero todavía estás a tiempo. Detén esta locura, Eli. Vamos. Haz lo correcto.
—No lo estás entendiendo. Deja que te lo explique: si subes lo suficiente en la jerarquía, encontrarás que mis órdenes provienen del mismo sitio que las tuyas. Aquellos a los que juraste servir quieren que pase exactamente esto. Lo que no quieren es que se sepa. A ojos del mundo, ese misil lo habrá lanzado Irak, no el Reino Unido o sus aliados.
—¿Por qué?
—Negación plausible, imagino. El juego entre naciones me trae sin cuidado, no es mi trabajo.
—No. Quiero decir, ¿por qué me lo estás contando?
—No lo he hecho.
Eli lanzó el M16 a la cabeza de Baylis, ganando el instante que necesitaba para ponerlo a su alcance. Con un par de golpes brutales y una llave de muay thai, quedaron tendidos a orilla del Éufrates. Eli modificó su llave para que Baylis quedase bajo las aguas. Éste chapoteaba, pero era imposible zafarse. Tras un par de minutos agónicos, dejó de moverse.
Por fin estaba solo. Desconectó el inhibidor y se metió la radio en la mochila. Luego fue directo al vehículo de transporte y lanzamiento de los SCUD. Estudió la zona. Solo había un par de solados custodiando el TUL, uno a cada lado, más el conductor. El misil seguía en horizontal, tenía tiempo de sobra. Los soldados miraban en direcciones opuestas, pero no se veían entre sí con el vehículo en medio. Lo hizo con sigilo. Ganó la espalda al primero, al que estranguló en el acto. Luego abrió la puerta del TUL y noqueó al conductor. Se aseguró inmediatamente de que quedase fuera de combate. El otro soldado escuchó algo raro, y esa fue su perdición. Cuando quiso darse cuenta de que el conductor había desaparecido, Eli ya estaba detrás. Lo asfixió igual que a su compañero y escondió los cuerpos.
Subió al vehículo y empezó a maniobrar los mandos. Tenía un conocimiento limitado de cómo funcionaba la plataforma, pero consiguió introducir las coordenadas que el MI6 le había hecho memorizar. El soporte de lanzamiento respondió a los comandos, y se empezó a erguir poco a poco. Solo tenía que apretar un botón. Activó la radio en una frecuencia que solo él conocía.
—Agente White en posición. Esperando confirmación de lanzamiento, cambio.
Una monocorde voz femenina respondió al otro lado.
—Objetivo temporalmente fuera de alcance. Mantenga la posición hasta nuevo aviso. Cambio y fuera.
Estuvo esperando sentado dentro del TUL durante horas. «Al menos aquí dentro no hace frío», se consoló. De repente le entró un gran desasosiego, como si ya hubiese estado en esa situación antes, muchas, muchas veces. Era una potentísima sensación de deja vu.
En el horizonte se levantaba una mezcla de polvo y hielo; un convoy motorizado. ¿Sería el Bravo Six Zero? No. Cuando estuvieron lo bastante cerca distinguió la bandera roja, blanca y negra de Iraq pintada en las puertas de los vehículos. Debía ser algún tipo de cuadrilla de mantenimiento de los SCUD. Iban a descubrirle. Quizás pudo salir, esconderse, pero no lo hizo. No mientras existiera una pequeña posibilidad de cumplir la misión. Lo tenía todo preparado. Si tan solo le dieran el visto bueno desde la central… Le vino a la memoria lo que el oficial de inteligencia les dijo antes de partir a Iraq. “Si creéis que vais a ser capturados, lo mejor es que os voléis la cabeza. Guardad siempre una bala”.
El convoy se detuvo a diez metros, empezaron a salir soldados de los todoterrenos. Parecían intuir que algo andaba mal, pero no le habían visto. También había algún carro blindado. Eli sabía que luchar no era una opción. Solo podía ganar tiempo. Se recostó en su asiento; si querían encontrarle les obligaría a mirar en el interior.
Y entonces se sintió pequeño. Sus miembros menguaban. Volvía a llevar pantalón corto, un collar de huesecillos y un ridículo chalequito verde con dibujos del Pig Boss. Volvía a tener 12 años. En el asiento de al lado estaba sentado otro niño. Una máscara de gas le cubría el rostro. El pelo de un rojo muy vivo le caía sobre la máscara. Llevaba una camisa de fuerza de cuero, desatada, que a todas luces le quedaba grande. Iba con los pies descalzos. Estaba tan cerca que podía tocarle. «Esto no está pasando».
Fuera, los iraquíes se asomaron al interior del TUL. Le habían encontrado. Le pedían que saliese.
—Proceda —conminó la voz de la radio.
Eli pulsó el botón. El misil SCUD surcó el cielo. A la vez, el niño pelirrojo le acarició la frente.
El mundo retumbó, la realidad se resquebrajó a sus pies, salió expelida como una pátina acuosa sobre sus ojos, dejando la nada en su lugar.
Pasos en la oscuridad.
Despertó.
Comments (0)
See all