Definitivamente era él. Big Boss. Más viejo, pero nadie hubiese dicho que más frágil. Vestía una gabardina marrón oscuro con todos los botones abrochados. Se cubría las manos con guantes negros. Llevaba el parche donde recordaba, en el ojo derecho. Su pelo había cambiado, tenía franjas entrecanas y más entradas; la coleta había desaparecido, ahora lo llevaba corto, más por los lados al estilo flat top, el típico peinado militar. La barba era más tupida. También se debió extirpar aquel ridículo cuerno de la frente, ahora perfectamente lisa. Las cicatrices que recordaba habían curado milagrosamente, sin duda mediante cirugía. Un testimonio de su vanidad, pensó Eli. Y se mantenía ahí, impasible, mirando inquisitivamente y de pies a cabeza a un paralizado Eli, casi como juzgándole. Se encendió un puro y echó una bocanada de humo.
—Tú no tienes padre, ni yo hijos. No pensé que vendrías.
—¿Dónde demonios está Hatim?
—Ya sabes dónde está. Tu compañero de celda murió hace un año, salvándote. Se desangró en aquella habitación —Dio otra calada a su puro sin dejar de mirarle a los ojos a través del humo, con el ceño fruncido—. Tienes un don para el autoengaño si de verdad has llegado hasta aquí pensando reunirte con él. No era la más elaborada de las excusas, pero imaginé que al menos te picaría la curiosidad.
Eli estalló. Se lanzó contra él con un placaje. Big Boss le tiró el puro a la cara y se apartó justo a tiempo. Eli trastabilló, pero recuperó el equilibrio. Intentó enlazar un par de golpes. Él los esquivó, era muy rápido para su edad. Pero Eli lo era más. Al final conectó un gancho que dejó al viejo sin aliento, y a continuación lo agarró por el cuello, dispuesto a romperlo. Big Boss se zafó con una patada a la espinilla, y luego contrarrestó su llave con otra. Con una mano retorció el brazo a Eli, y colocando la otra en el occipital le lanzó de boca contra el suelo. Varias flores salieron volando con el impacto. De haber sido un terreno más sólido, le hubiese dejado inconsciente.
—¡No he venido a luchar! Quiero hablar contigo.
—¡Yo sí quiero luchar! ¡Voy a matarte!
Sacó el cuchillo que tenía escondido en el pantalón y lo blandió en posición de ataque. Y atacó. Intentó apuñalar de frente, a zonas vitales. Big Boss eludía cada golpe con una habilidad inusitada, hasta que se vio forzado a detener uno de ellos directamente con el antebrazo izquierdo. Eli esperaba dar con una superficie metálica; recordaba la prótesis mecánica carmesí que su padre utilizara once años atrás. En vez de eso notó la sensación de cortar tendón y músculo, y la sangre brotó de la herida. Aquello le desconcertó por un instante que su adversario aprovechó. Le atrapó con el brazo herido, y con un golpe de muñeca el cuchillo salió disparado varios metros. Con el brazo bueno le propinó un codazo en la nariz, y de una patada se fue al suelo. Ahora era Eli quien sangraba.
—No, ¡quietos! —Big Boss se dirigía a una decena de hombres que se habían acercado y apuntaban a Eli con sus armas, rodeándole—. No será necesario.
—Un… un brazo real… trasplantado…
—Tienes demasiada buena memoria. Vamos, no irás a ninguna parte con ese carácter. Empecemos de nuevo. Quiero proponerte algo —Eli se limpió la cara de sangre y el barro con la manga del abrigo. Se incorporó con los puños cerrados, los brazos en tensión. Pero no se movió—. Iré al grano. Te quiero en el equipo. Únete a mí. Estás desaprovechando tu talento para gobiernos que no lo valoran, ni lo harán nunca. Te tengo algo especial reservado, una misión digna. No lo hagas por mí, hazlo por ti. Es tu destino.
Eli tardó unos segundos en replicar. La situación era surrealista.
—¿Qué misión es esa?
—Top Secret. Lo que pretendo hacer es necesario, y se hará. De una forma u otra. Está en juego el equilibrio del campo de batalla, de la guerra misma. No puedo entrar en detalles hasta que aceptes. Pero es una misión a tu altura, te lo garantizo.
—¿Mi altura? Mi altura… —a Eli se le escapó una risa nerviosa—, dime, ¿a qué altura estoy exactamente comparado con mi hermano? Yo soy el perdedor. No me pedirías nada que pudiera hacer él, o que él no haya rechazado ya.
—Quizás haya otros que puedan hacerlo, no lo niego. Nadie es imprescindible. Pero te elijo a ti.
—¡No puedes! ¿Cómo no lo entiendes? ¿Cómo te atreves a pedirme nada? No puedes ignorar lo que me hiciste. Me dejaste en aquella maldita isla para que muriera… Yo era solo un niño. —El recuerdo le había llevado al borde de las lágrimas. Se recompuso.
—No lo he olvidado… claro que no. ¿Serviría de algo si dijera que lo siento?
—Tus disculpas llegarían muy tarde. Y no me las creería.
—Dime una cosa. ¿Recuerdas cómo saliste de la isla?
A Eli le pilló por sorpresa aquella pregunta. No había pensado tanto en aquel incidente desde hacía muchos años. Pero a decir verdad, no conocía la respuesta. Recordaba estar atrapado en la playa, apunto de ser bañado en napalm y apuntándose con una pistola a la sien, para acto seguido estar a salvo muy lejos de allí. Siempre tuvo una laguna. Guardó silencio.
—Ya veo que no. Creo que hemos acabado. Quería mirarte a la cara, comprobar en qué clase de hombre te habías convertido. ¿Y sabes? Tienes razón. Ahora lo veo claro. No sois más que clones, pero tú eres inferior a tu hermano en todos los aspectos imaginables. Largo de aquí, antes de que cambie de idea. No quiero volver a verte.
La siempre vigilante guardia de Big Boss se acercó para escoltar a Eli fuera del recinto. Al mismo tiempo la niebla volvía a condensarse, como queriendo participar en el cierre definitivo de aquella etapa de su vida. Se volvió una última vez a su padre, lleno de rabia. Tenía que sacar aquello de su sistema.
—No soporto ser una copia tuya. Es el peor destino imaginable. Me da asco, es un hedor del que no me puedo desprender. Puede que no sea hoy, pero te mataré. Lo prometo.
Big Boss no reaccionó en modo alguno a tan ominosa declaración de intenciones. Si estaba fingiendo indiferencia, resultaba del todo convincente. Allí se quedó, contemplando ensimismado la misma lápida donde Eli le había encontrado.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Ocelot emergió de la niebla tan pronto como Eli se alejó lo suficiente. Alguno de sus hombres le habían ofrecido al Jefe vendas de un kit de primeros auxilios, y éste se afanaba para cubrir con ellas el corte del brazo.
—¿Estás bien, Jack? —preguntó al ver lo aparatoso de la herida.
—No es nada. Superficial. ¿Lo has escuchado todo?
—Desde luego. El micrófono direccional funciona de maravilla.
—¿Y bien? ¿Qué te parece? —Big Boss terminó de atar el vendaje y volvió a ponerse la gabardina.
—El chaval es bastante bueno.
—¿Pero…? —El Jefe tenía esa mirada. Quería su opinión profesional, que alguien le confirmara lo que ya intuía.
—También es inestable. Salta a la vista que existe un conflicto interno. El chico sabe lo que es, pero no ha decido quién es. Todas las pruebas de aptitudes físicas se salen de la gráfica, es tenaz, su cociente intelectual es envidiable. Pero los informes psicológicos no son tan halagüeños. Su estado mental le lastra, estamos hablando de un trastorno límite de la personalidad. Tiene poco autocontrol cuando se trata de confrontar su pasado. Conmigo también se puso así, exceptuando el intento de asesinato —hizo una medida pausa—. A veces… A veces pienso que su forma de ser es culpa nuestra. Filtramos los documentos de Les Enfant Terribles demasiado pronto. Y falsear los datos quizá fue ir demasiado lejos.
—¿Crees que se hubiese convertido en una persona sensata y equilibrada de saber que sus genes recesivos son también los superiores? Si Eli es así con complejo de inferioridad, imagínatelo sin él. No, Ocelot. Salió defectuoso de fábrica. Mejor que lo haya demostrado aquí y ahora; hubiese sido imprudente lanzarlo contra mi querido fantasma. Tenemos gente muy preparada en FOXHOUND. Y si algo se tuerce, usaremos al otro hermano. Ya lo tenemos en la unidad, está casi listo. Incluso tiene asignado un nombre en clave: Solid Snake. No me pude resistir. —Sonrió—. Por cierto, no te vas a creer a quién tengo entrenándole.
—A Kaz Miller.
—¿Pero qué…? ¿Cómo lo…?
—Oh, no lo sabía, era una suposición. Kazuhira está en mi lista de “personas a las que seguir de cerca” desde hace tiempo. Pero es un tipo escurridizo. Había oído que dejó el negocio de las PMC (Compañía Militar Privada) tras abandonar a… ya sabes, tu fantasma. Has dicho que no lo creería, y ciertamente no es alguien a quien esperase de vuelta al redil.
—Vaya. Ya no recordaba esa capacidad deductiva tuya. Pues sí, Kaz está enseñando al novato. Se enteró de lo que estábamos preparando en FOX-HOUND y se puso en contacto para pedírmelo expresamente.
—¿Entonces todo vuelve a estar bien entre vosotros?
—De ninguna manera. Sé que sigue resentido. ¿Pero qué mal podría hacer? No está en posición de traicionarme.
Big Boss se encendió otro puro y le ofreció a Ocelot, que rehusó.
—El hermano, Solid Snake, ¿tiene alguna posibilidad real de éxito?
—No lo creo. En principio él sí que tiene cierto hándicap, pero quemaremos el cartucho igualmente a la mínima ocasión. De todas formas sigo siendo escéptico con que esa supuesta diferencia entre ambos se note en el campo de batalla, por mucho que Clark insista. Y llevo tiempo queriéndome deshacer de ellos. Si hacen algo útil en el proceso, mejor que mejor. —El sincero desprecio que Big Boss sentía por sus clones no dejaba de sorprender a Ocelot. Aunque manipulables, él mismo no podía evitar verlos como personas, mientras que para el Jefe eran armas completamente desechables—. Pero no adelantemos acontecimientos. Primero mandaré a Frank. Confío en que él pueda resolver todo este asunto limpiamente.
—Frank, ¿eh? —A Ocelot le costaba horrores ocultar su animadversión para con el lugarteniente de Big Boss. Estaba celoso de aquella relación, aunque en el fondo supiese que su propio vínculo con Jack era mucho más profundo—. Si estás pensando utilizar a Frank Jaeger es que ya no hay vuelta atrás, ¿me equivoco? Estás decidido a eliminar a tu… fantasma.
Big Boss asumió una expresión de circunspecta preocupación.
—Eso me temo. Está desatado, Ocelot. Va por libre. Hemos perdido el contacto y el bloqueo informativo es total. Instigamos el movimiento de resistencia de Kyle Schneider, pero ha sido un completo fracaso. A Kyle le damos por muerto, claro. Mi fantasma gobierna la nación-fortaleza de Outer Heaven con puño de hierro, nunca mejor dicho. Creo que se ha cansado de ser yo, o peor todavía, quiere ser yo en exclusiva. Por el momento no se ha dado a conocer oficialmente como “Big Boss”, pero quién sabe cuánto tiempo seguirá así.
—Ya veo. Supongo que no queda otra salida llegados a este punto. Creímos que duraría unas semanas y ya lleva más de una década en el poder. A su manera es admirable. Bastaba con que se pareciera a ti, era solo eso, un doble. Esto… Esto era imprevisible. Venom ha superado todas las expectativas.
—¿Venom Snake? ¿Es así como lo llamas? —Big Boss se echó a reír entre dientes pero con jovialidad, como hacía mucho tiempo que Ocelot no veía—. Ay… ese jodido matasanos, el temible “Venom Snake”. Bueno, reconozco que tiene más sentido que “Naked”. Sí, bastaba que se pareciera a mí. Pero resulta que a todos los efectos el tipo soy yo. Hiciste un gran trabajo con él, qué duda cabe. Eso demuestra que es más importante creerse alguien que serlo, ¿no te parece? Venom se ha vuelto un problema ineludible gracias a ello. Y no solo por la insubordinación. Ahora mismo el PIB de Outer Heaven casi dobla al de Zanzíbar Land, por ejemplo. Sospechamos que incluso está desarrollando un Metal Gear propio basado en el nuestro. Espionaje industrial de primer nivel. ¡Hasta en eso es una copia! Simplemente no me puedo permitir su éxito como competidor. En el mundo solo hay sitio para un Big Boss.
Si de algo se sentía orgulloso Ocelot, era de que aquel hombre compartiese detalles tan delicados con él. Saber que su lealtad no se ponía en entredicho era el motor que guiaba sus acciones.
—¿Zanzíbar está en problemas? ¿Hay algo que pueda hacer?
—Oh, no. Todo va bien. Lento, pero bajo los plazos previstos. El desarrollo de Metal Gear D va viento en popa y el equipo está haciendo un buen trabajo, aunque hayan tenido que revisar conceptos que pensábamos superados desde los 70. Y Madnar está motivado como el que más. Así que sí, el D va bien. Los Metal Gear G, en cambio… bueno, hay más trabas. La idea es producir modelos en masa para proteger el D, pero el progreso depende de algunos avances en biomecánica y combustibles fósiles que se nos resisten. Tendremos que encontrar una solución, sobre todo a esto último. Además, si nada lo remedia nos toparemos con una crisis energética en mitad del proceso, el petróleo empieza a escasear... En fin, es un problema para resolver más adelante. Y la clase G no me quita el sueño, por ahora. Esos Gustav son un añadido. Todo irá como debe si tenemos éxito con el modelo D, es la clave. Con él seremos la horma en el zapato de los Patriots. Por cierto… ni una mención a ellos por parte de Eli.
—No creo que sepa ni recuerde nada, si es que alguna vez lo hizo. En su día debió escuchar algún rumor en Diamond Dogs, algo sobre Cipher o Zero, fuera de contexto. Yo no me preocuparía.
—Eso está bien. No es que pudiera hacer nada aunque lo supiese. Y no creo que sea físicamente posible que una persona esté más frustrada de lo que él ya está. ¿Te han pedido que le vigiles?
—Sí.
—Es lógico. Eso no se puede negar, siempre lo han sido. Lógicos. Deben tener planes. Por algo le sacaron de prisión… lástima que no hayamos sabido aprovecharnos. Pero el chico es una bomba de relojería. Procura que no nos alcance cuando estalle.
Ocelot notó que ya podía distinguir lápidas a muchos metros, la silueta de los cipreses también empezaba a surgir. La niebla se desvanecía definitivamente. Consultó su reloj de bolsillo. Quedaban solo unos minutos para la apertura del cementerio al público. El Jefe advirtió el gesto.
—Va siendo hora despedirse, ¿eh? —Big Boss miraba a la lápida de cuya proximidad no se había alejado desde que llegara. Realizó un solemne saludo militar llevándose la mano derecha con los dedos juntos hacia la sien. Tuvo un momento de ausencia, luego regresó a la realidad. Un par de coches habían aparcado en fila a unos metros, esperando. Big Boss se dirigió hacia ellos y Ocelot le acompañó hasta la puerta—. También a ti te digo adiós. Se acercan tiempos convulsos, quién sabe cuándo nos podremos reunir de nuevo. Confío que cuando lo hagamos será ya en un nuevo mundo, como hombres libres. —Se dieron la mano, luego el Jefe se sentó en el coche, cerró la puerta y abrió la ventanilla—. ¡Recuerda que aún me debes un ojo! Observa todo por mí al otro lado. Mantenme informado y persevera. Ya queda poco.
—Hasta la vista, Jack. —Ocelot hizo su característico gesto con las manos, sacudiéndolas en el aire, como señalando con los dedos a medio desplegar—. Cuídate mucho, amigo mío.
Comments (0)
See all