Al verse completamente sobrepasados, los atacantes concentraron en aquella dirección su ira. Pero era un esfuerzo tan estéril como intentar derribar la montaña a balazos. Pronto desistieron y se batieron en retirada, deslizándose colina abajo. E incluso entonces, Mirkam los abatía.
Entonces Liquid cayó en la cuenta: si todos huían por donde vinieron, se encontrarían con Dipprasad, que seguía en un nivel inferior. El sargento no podría con todos, suponiendo que siguiera con vida. En unas décimas de segundo sopesó las consecuencias: si el sargento sobrevivía, no estaría en condiciones de pedirle que se uniera a FOX-HOUND. Hasta el momento era Liquid quien no había estado a la altura. Irónicamente, era él quien tendría que demostrar ser digno de un soldado tan extraordinario como el general Bin Pur. Herido en su orgullo, no tenía más remedio que cometer una insensatez para intentar salvarlo, por remota que fuese la posibilidad. Se deslizó en lo que debía ser el tobogán más peligroso del mundo, igual que hacían los talibanes, mientras descargaba toda la munición que le quedaba en su fusil, girando de un lado para otro frenéticamente. Algunos talibanes respondieron, pero él simplemente era mejor, y además contaba con Nadia a lo lejos cubriéndole como un colérico ángel de la guarda, desesperando a los yihadistas. Hincó el fúsil en la roca para frenar, y solo lo consiguió cuando llegó a la hendidura donde había visto a Dipprasad por última vez. Desde esa posición parecía un hueco más grande, casi una pequeña cueva. El sargento seguía allí dentro, inerte, rodeado de una pila de cadáveres.
En última instancia, la resistencia del general Dipprasad Bin Pur había surtido efecto. Pasaría mucho tiempo hasta que los habitantes de aquellas montañas volviesen a alzarse en armas. El grueso de los gurkhas apostados en el puente, junto a Ocelot, consiguieron repeler el ataque de la calzada principal, aunque a un alto coste. De aquellos en la retaguardia, solo un par salieron con vida. Horas después, la sensación de nerviosismo todavía no abandonaba a Liquid; era como una resaca de adrenalina. Inclinado sobre la barandilla de aquel puente que tan cara había vendido su pertenencia, reflexionaba sobre cuál sería el siguiente paso. Ocelot se le acercó, todavía caminando con la muleta.
—¿Interrumpo, Jefe?
—No.
—Es culpa mía. La información que tenía de la zona no era del todo… precisa. De haberlo sabido hubiese buscado otro candidato. Siento que hayamos hecho el viaje en balde.
Liquid no dejó de mirar enfrente, al valle bajo sus pies bañado por el Sol. Parecía mentira que solo unas horas antes aquello fuese lo más parecido al infierno.
—Soy un soldado al que le gusta serlo, Ocelot. Momentos como el de ayer... son por los que vivo. Nada de esto fue en balde. —Se giró para mirarle—. Aunque tú te perdiste toda la diversión, dejándote lisiar de esa manera.
—Quiero pensar que tuve algo que ver con la defensa del puente. —Ocelot gesticuló en un remedo de sonrisa y se unió en la contemplación del valle—. Y no me tache de tullido tan pronto, esta pierna estará como nueva en un par de meses.
Alguien apartó la tela que cubría el umbral de la tienda que tenían tras de sí. Los ojos irritados y húmedos de Nadia Mirkam salieron a la luz del Sol por primera vez desde que terminase la batalla. Didi la iba siguiendo justo detrás.
—¿Alguna novedad? —preguntó Ocelot.
La chica los miró en una expresión ausente antes de responder.
—Podéis entrar.
—Vaya usted, Jefe. Es quien decide. Yo esperaré afuera.
Liquid se introdujo en la tienda; durante un par de segundos solo hubo penumbra. Luego sus ojos se acostumbraron a la luz amortiguada de una pequeña bombilla de bajo consumo que colgaba de las varillas del techo.
—¿Vivirá? —preguntó al gurkha sentado junto a la cama, el último paramédico superviviente del día anterior.
—Está fuera de peligro, sí. Se recuperará por completo, pero llevará tiempo.
—Bien. Déjenos solos un momento. Por favor.
En la cama, el sargento Bin Pur respiraba con dificultad. Llevaba el torso al descubierto, revelando varias heridas de bala frescas, aun supurantes. Sudaba, y las vías intravenosas semi-improvisadas ofrecían un aspecto terrible. Era un milagro que siguiera con vida. En ese estado, su edad era mucho más aparente. Ya no era ningún chiquillo. De repente abrió los ojos.
—Liquid Snake.
—Sargento. Me alegra verle consciente. Me prometió algo.
—Sí… nuestra charla. Soy… todo oídos. —dijo con dificultad.
—FOX-HOUND está reclutando. Nos hemos fijado en usted. Yo, me he fijado en usted. Esa es la razón por la que estoy aquí, es así de simple. Sabe, hasta ayer no estaba del todo convencido. Pero ahora sé que le quiero en el equipo cuando se recupere, no importa lo que tarde. Bajo mi mando formará parte de la élite de la élite. ¿Qué me dice?
Hizo un considerable esfuerzo para llenar los pulmones de aire antes de soltarlo.
—Es un honor. Pero la respuesta es no. No puedo. Ese no es mi sitio.
Liquid esperaba algo así, y estaba preparado.
—Entiendo que quiera luchar con los suyos. ¿Pero por quién lucha? ¿La Reina de Inglaterra? Es un sinsentido, usted lo sabe. Un grotesco remanente del colonialismo, de relaciones de subyugación, de esclavitud. Vuestro esfuerzo, vuestra sangre, solo recibe a cambio el desprecio persistente de gobernantes sin escrúpulos. Y sé que no es por el dinero. Sueldos por debajo del que tendría cualquier otro soldado británico, pensiones todavía menores cuando colguéis las armas. No tendréis otro futuro ni otro pago, económico o de cualquier otro tipo. ¿O acaso se trata de nacionalismo? ¿No quiere abandonar a sus compatriotas? Es una mentalidad… medieval. Las fronteras nunca han sido reales. Su destino es caer, difuminarse. Le ofrezco una salida. La ocasión de luchar por metas más elevadas.
Dipprasad se incorporó en la cama.
—La Corona Inglesa y mi país podrían desaparecer mañana, y no cambiaría nada. Lo único por lo que miro son los hombres que viven y mueren conmigo. Son mi familia; no, son algo más. Quizás lo entiendas algún día, Liquid Snake. Quizás no.
—¿Es su última palabra?
—No. Quiero pedirte algo. —El rechazo había puesto a Liquid de mal humor, pero escuchó por deferencia a las cualidades que admiraba en aquel hombre—. Llévatela a ella. Llévate a Nadia.
—¿Qué? ¿Por qué me pide eso?
—Je… No es que quiera deshacerme de la chica, si es lo que estás pensando. Nada más lejos. Es… es como una hija para mí. Ella aquí… simplemente no es feliz, puedo verlo. Nunca dejará de luchar, pero ha visto demasiada guerra, su cara más brutal. También puedo ver que se iría contigo si se lo pidieras. Se iría a perseguir esas “metas elevadas”.
—A mí no me lo parece. La mitad de las veces que me dirige la mirada intenta matarme con ella.
—Entonces no has prestado atención a la otra mitad. —Le entró un ataque de tos, tuvo que parar. Liquid le acercó un vaso de agua y continuó.— Ella… es joven. Pero lo que hace con ese rifle… es… es especial. Es hábil, digna. Leal. Y puede ser aún mejor con la guía adecuada.
Liquid no podía discutir que la historia habría sido muy distinta si Mirkam no hubiese participado la noche anterior. Y de todas formas, no creía que la chica quisiera abandonar a Dipprasad así como así.
—…está bien. Vendrá conmigo a América si así lo desea. Pero no insistiré si su respuesta es negativa.
—Gracias. Gracias, de verdad. No te arrepentirás. Donde quiera que la lleves, no será peor sitio que este. —Metió la mano bajo la almohada y sacó un objeto. Se lo tendió a Liquid—. Tómalo. En recuerdo y agradecimiento. Espero que te sirva como me sirvió a mí. —Era uno de sus cuchillos curvos kukri, todavía manchado de sangre en la empuñadura. —Espero que consigas lo que te propongas… cuando decidas qué es. Ahora necesito descansar. —Cerró los ojos muy despacio y volvió a dormirse al instante, profundamente.
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