Cuando volvieron al ARGOS, Liquid y Ocelot lo encontraron bastante menos espacioso que a la ida. Sobrevolaban el Mar Mediterráneo en dirección a la Base de Rota, a todos los efectos territorio americano en suelo español. Allí harían una escala para repostar antes de cruzar el Atlántico y regresar a FOX-HOUND USB.
La joven Nadia Mirkam dormía ocupando varios asientos reservados para el transporte de tropas, que al parecer eran lo bastante acolchados como para que una francotiradora exhausta descansara cómodamente tras cuatro días sin pegar ojo. Lo hacía abrazada a su rifle, como si fuera un oso de peluche, y con su viejo lobo tuerto imitándola, totalmente frito a sus pies.
Cuando Liquid le propuso formar parte de FOX-HOUND, la respuesta de la muchacha fue un “sí” inmediato, enérgico. Se despidió de sus compañeros gurkhas y sí, se entristeció cuando tocó despedirse de Dipprasad, pero su resolución nunca se quebró, como si la decisión estuviera tomada mucho antes de que Liquid se lo plantease siquiera.
—Esto… ha sido un giro inesperado de los acontecimientos —dijo Ocelot, que sentado junto a Liquid observaba la fuerte respiración de Mirkam al dormir—. ¿Estás seguro de esto, Jefe? Ni siquiera es mayor de edad. No podemos registrarla oficialmente en la organización.
—Pues será parte extraoficial durante un par de años. Creo que podremos guardar el secreto. —Liquid también la miró, y se dirigió a Ocelot como si se tratara de una confidencia especial entre ellos dos—. ¿Qué opinión tienes de su… entusiasmo? Aceptó venir sin más. No se lo pensó dos veces.
—Ah, eso. Tengo cierta idea de lo que pasa por su cabeza. ¿Recuerdas que mencionó a su mentor, un tal Saladino?
—Sí.
—Estoy bastante seguro de que era un pseudónimo de Big Boss.
—¿¡Cómo!?
—Sí… Era conocido así en algunas partes de Oriente Medio. Partiendo de esa base, me atrevería a decir que Big Boss fue una figura paterna para ella, quizás la primera que tuvo. Puede que exista algún tipo de Complejo de Electra de por medio, pero no debería psicoanalizarla a la ligera, esas cosas siempre llevan a error. En cualquier caso, mi teoría es que desde que Big Boss no está, anda buscando un suplente para su Saladino. Primero encontró a Dipprasad, que la trataba como a una hija. Pero tú eres perfecto porque…—se interrumpió.
—Porque soy literalmente un clon suyo. —Entendió entonces que, en cierta forma, había adoptado a la hija adoptiva de su padre. Le resultó hilarante, y empezó a reír sin control. Ocelot le miró preocupado; seguramente temía que hubiese perdido la cabeza.
A Nadia no la despertaron las carcajadas, ni ningún otro sonido que pudiera producirse en aquel largo vuelo de regreso.
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Nzinga Mavidi pasó a formar parte de las Fuerzas Especiales de Nueva Generación de rebote. Una verdadera carambola, considerando su procedencia. Nacido huérfano en Rhodesia, en plena guerra civil, fue arrastrado de un conflicto a otro por varios señores de la guerra. Antes de cumplir diez años ya era un asesino consumado. Junto a otros niños formó parte de su propio escuadrón, el Mbele Squad, con la intención de luchar por su cuenta y librarse del yugo de los adultos.
Luego llegó Eli.
Y de la noche a la mañana, Nzinga se vio involucrado con poderes que no comprendía. Mercenarios legendarios, grandes ejércitos paramilitares, fuerzas y tecnologías que sobrepasaban su imaginación infantil. Consiguió escapar con vida de todo aquello gracias a la indulgencia de Big Boss, y también gracias a él tuvo ocasión de crecer en América hasta la adolescencia. Su universo se expandió. El ejército de EEUU tenía interés en sus aptitudes, así que se alistó; para entonces ya estaba lo bastante integrado en la cultura norteamericana como para fingir el patriotismo que se esperaba de él. Luchó y destacó en la Guerra del Golfo. Las cosas iban bien.
Unos años después tuvo la ocasión de devolverle el favor a Big Boss, que le aceptó de buena gana entre sus filas. Zanzíbar Land representaba un ideal, el primero por el que estuvo dispuesto a morir de buena gana: un mundo construido por y para soldados como él. Y cuando Solid Snake lo destruyó todo... no pudo hacer nada más que observar impotente. Desamparado, la perspectiva de formar parte de las vanguardistas Fuerzas Especiales de Nueva Generación parecía tan buena idea como cualquier otra. Cuando se presentó la oportunidad, aceptó.
Ahora, Nzinga cavilaba sobre su trayectoria vital durante el trayecto; un autobús militar le trasladaba rumbo a la súper-secreta base de operaciones de FOX-HOUND. Le acompañaban un puñado de tipos en su misma situación, todos enlistados como futuros miembros de las Fuerzas Especiales de Nueva Generación, o Space SEALs, como se les conocía por sus llamativos métodos de adiestramiento (los rumores hablaban de cosas poco menos que futuristas, incluyendo el programa Force XXI o las primeras pruebas con realidad virtual). Antes de subir habían dado permiso para que se les inoculara cierta sustancia estupefaciente en orden de mantener en secreto la ubicación de la base, al menos hasta que fuesen aceptados oficialmente en la organización. No hablaron demasiado durante el trayecto, en parte por el efecto de la droga, pero pudo comprobar que no se reconocía en los demás; cada uno llegaba de estamentos muy diferentes, con especialidades y por motivos diversos. Lo único que les unía era un hombre, una afiliación pasada. En su día, todos nutrieron las filas del ejército de Big Boss.
Pasaron gran parte de la mañana recorriendo algún lugar remoto de la costa de Florida, aunque era imposible saber a ciencia cierta si no habían llegado aún más lejos. Hacía mucho que no se cruzaban con otro ser humano y el paraje era virgen, inmaculado a excepción de una alambrada de alta seguridad que definía un amplio perímetro. Por fin lo traspasaron por una puerta que se abrió al comprobar la retina del conductor. Continuaron hacia una playa de arena finísima y algo de vegetación esporádica, de un verde muy claro.
La línea de la costa formaba un pequeño cabo sobre el cual reposaba un edificio blanco de granito. En un primer vistazo Nzinga pensó que era un faro, pero aquello no tenía foco con el que alumbrar. Sus ángulos eran todos rectos, formando casi un cubo perfecto, si acaso ligeramente alargado en su vertical. Rendijas horizontales hacían de ventana, aunque solo en el piso superior de un total de, calculaba, unos tres niveles, cuatro máximo. ¿Era aquello el cuartel general? Se sintió decepcionado, esperaba algo más grande, más... ostentoso. Lo único que perturbaba el paraje natural, aparte de la carretera y ese edificio, era una pista de aterrizaje que se fundía con la playa. La carretera llegaba hasta el cubo, y un portón se abrió para que el autobús se internase en él. Allí no había mucho más que paredes gruesas y armas defensivas de gran calibre. Pero la carretera, en lugar de terminar allí como era de esperar, descendía nada más entrar, hasta el subsuelo. Y continuaba, y seguía. Pronto Nzinga llegó a la conclusión de que debían estar bajo el mar; la base no era subterránea, era submarina. Y entonces se expandió en todas direcciones: vio al pasar inmensas salas de techos altísimos y paredes de cristal, instrumentos que apenas sabría describir, aparatos electrónicos de usos que no imaginaba, y espacios con compañeros ejercitándose en todo tipo de disciplinas. Todo era luminoso, focos enormes de luz blanca a gran altura mantenían el lugar con una claridad solo comparable a la de la playa del exterior. Aquí y allá, una claraboya daba al océano, y algo de luz ondeante lograba penetrar en las instalaciones.
Cuando el autobús se detuvo, salió a recibirles una señora entrada en años, de pelo cano a la altura de los hombros, delgada, con unas arrugas de expresión que le conferían un aspecto, de alguna manera, a medio camino entre lo afable y lo siniestro. Vestía con una inmaculada bata de laboratorio de un blanco nuclear, e iba acompañada por dos jóvenes, un hombre y una mujer con pinta similar. Nzinga notó cómo la señora, sin duda la que mandaba, les estaba estudiando con la mirada, evaluando, buscando imperfecciones aparentes.
—Sean bienvenidos a FOX-HOUND USB (Under Sea Base) —dijo en un tono que era de todo menos acogedor—. Soy la Dra. Clark, Jefa del Departamento Médico de FOX-HOUND. Todos y cada uno de ustedes, gracias a sus singulares aptitudes, han sido escogidos para formar parte del programa de Fuerzas Especiales de Nueva Generación. Algunos habrán escuchado con anterioridad de la existencia del programa; puede incluso que las historias que circulan en el mundo exterior los hayan animado a participar. Sepan desde ahora que lo que crean saber es, como poco, un fragmento incompleto y minúsculo del trabajo que llevamos a cabo aquí. Explicaré en pocas palabras en qué se han enrolado: desde este momento son ustedes los soldados más valiosos del mundo, y se les exigirá el máximo. En los próximos meses serán mejorados a todos los niveles con tecnología solo disponible aquí, en estas instalaciones. Me consta que algunos no tienen experiencia previa en combate; no se preocupen. Todo está dentro de los parámetros previstos. No hay errores, ninguno ha sido elegido sin pasar un exhaustivo proceso de depuración. A partir de ahora lo único que necesitamos es su total dedicación al programa. —La mujer cambió su expresión como quien se quita –o se pone– una máscara, sonriendo ahora con aire despreocupado. Nzinga se dio cuenta de que, de manera inconsciente, todos los hombres de la fila se habían cuadrado durante el pequeño discurso de la Dra. Clark—. ¡Y eso es todo! Hasta aquí las presentaciones formales. ¡No estéis tensos! Ya habéis sido elegidos, el puesto está asegurado. Los doctores aquí presentes y yo somos personal civil, no lo olvidéis. Queremos que os sintáis como en casa, porque esta base es, de hecho, vuestro nuevo hogar. El programa de mejora comienza en un par de días, ya os avisaremos. Hasta entonces familiarizaos con las instalaciones; hay mucho que ver. Ha sido un largo viaje y estaréis agotados. Las habitaciones están al fondo. Si os queréis relajar tenemos piscina por allí, sala de recreo con videojuegos… oh, ¡y acaban de instalar el cine! Casi lo había olvidado. Es pequeñito pero necesario. Yo tengo un rato libre, voy a estrenarlo ahora mismo. ¿Alguien se apunta?
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