No importa qué tan grande o qué pequeño sea un poblado, no importa si está al sur o al norte, siempre habrá gente menos desfavorecida, que tal vez tuvo mala suerte o simplemente no supieron convertir sus malas decisiones en buenas decisiones.
¿A qué me refiero con lo anterior? Queridos lectores, quiero que sepan que no importa qué decidan ni las circunstancias en las que lo hagan, siempre sus decisiones serán equivocadas; y no, no es una postura pesimista, ¿saben por qué? Porque esas malas decisiones, deben encargarse de convertirlas en las mejores.
Zurie es producto de malas decisiones que terminaron peor. Un padre desobligado y una madre que se hunde en el vicio son igual a dos figuras inexistentes que sólo sirvieron para crear una densa sombra en él que era imposible de quitar, es decir, la marca del marginado que terminaría en una correccional para jóvenes o trabajando en alguna tienda de autoservicio; al menos eso era lo que proyectaba la gente, lo cual puede ser increíblemente peligroso…una mentira sí se repite muchas veces, se convierte en realidad, y la soledad de Zuri era la prueba de cómo él comenzaba a invalidarse, por suerte…hay más gente buena que mala.
—Tienes 15 años, ¿cómo es que…?—comenzó hablando Kiki.
Zurie le volteó a ver por el rabillo del ojo, dado que no estaban en grandes avenidas ni mucho menos, la velocidad del vehículo era baja lo que le permitía poder escucharla y verla un momento.
—Existe el trámite de permisos de conducir para menores, espero no hayas creído que falsifiqué algo o ando así de manera ilegal—habló con su usual seriedad, lo cual era difícil saber sí estaba bromeando o no, sin embargo Kiki rió escandalosamente mientras golpeaba su espalda con sus manitas.
—Que divertido eres, es que preguntaba porque…sería genial poder tener algo como esto, pero me gustaría algo más grandote, sí, sí, grandote y yo conducirlo—habló Kiki emocionada, aun agarrándose de las ropas de Zurie.
— ¿Algo más grande?—arqueó una ceja con algo de intriga.
—Sí, una 4x4 estilo Hummer pero de ser posible que no consuma tanta gasolina, algo eléctrico sería genial con una transmisión de seis velocidades, con sistema de tracción en las cuatro ruedas y 403 caballos de fuerza. Con tapizado de vinil blanco, rines platinados Golden rose y pintura chicle.
—Wow—fue lo único que le salió a Zurie apenas se estacionó en la acera, viendo un tanto impresionado a la niña con un deje de ternura, aunque por un momento se imaginó a la pequeña con un banquito subiendo a dicha camioneta—¿Cómo es que…?
—De niña siempre estaba en el taller con mi hermano, su trabajo es increíble, pero después del incidente ya no me deja estar ahí—habló con un tierno puchero fingido.
— ¿Qué accidente?
—La razón por la cual mi hermano ya usa un chongo alto, fue porque cuando tenía 10 años, aceleré sin querer un coche y él tenía la cabeza metida en el motor—contó como si nada—Por suerte fue su cabello y no su cara lo que jaló el motor—dijo pensativa, dejando que Zuri la tomara para bajarla de la moto.
—Hablando de pelo—soltó una risita algo enternecida— ¿Por qué usas peluca y te vistes así?—preguntó tomando su mano para guiarla a un antro que estaba cerca.
—Porque me gusta—respondió sincera—.Además, las pelucas son tan cómodas, no tienes que peinarte solo “pop” te pones y fabulosa, hermosa y etérea—bromeó un poco pelando los dientes en una sonrisa—. Y los vestidos, no lo sé, es que siempre me han gustado las princesas y las muñecas, y de niña veía que la gente sólo se vestía así para fiestas de disfraces o algo así, pero…¿sabes que este tipo de vestimenta alguna vez fue completamente normal? Pensando en eso, y en lo bonitas que se ven, decidí ponerme lo que yo quisiera cuando yo quisiera. Para mi suerte encontré amigas que piensan exactamente igual.
Zurie no pudo evitar sonreí de lado aun mientras caminaba, le gustaba esa respuesta tan seguro de su parta, le reconfortaba de alguna u otra forma.
—Bien, ya llegamos…—bufó parándose.
Kiki alzó la vista, viendo un viejo edificio lleno de grietas, las cuales parecían que iban a quebrarse más por la música tan fuerte. De las ventanas se observaba la sombra de la gente bailando al ritmo de las luces negras y estrobóticas que había dentro. La menor sentía que su corazón latía al ritmo del “punchis punchis” como diría ella, a su vez que sus ojos se iluminaban por aquel nuevo ambiente.
— ¿Qué jerga chida debo usar?—preguntó decidida queriendo estar en la onda de Zurie.
—Basta, no digas esas palabras, por el amor de dios—refunfuñó Zurie achicando la mirada.
—Cierto, no debo opacarte en tu hábitat natural—comentó entusiasmada con inocencia.
La gente que platicaba y fumaba fuera del recinto, no podían evitar ver a Kiki, susurrando e incluso riendo enternecidos. Zurie la tomó para entrar, a su vez, Kiki saludaba a todos completamente quitada de la pena. La gente le comenzaba a corresponder, sonriendo de lado un tanto felices de la alegría de la niña; no importaba si eran prostitutas, drogadictos, uno que otro comerciante o alguien bebiendo, todos correspondían sus saludos.
Zurie subió al último piso del lugar, donde estaba más tranquilo y tenía pinta de bar, sentándose cerca de una de las ventanas para prender un cigarro. En eso un mesero se le acercaba y les dejaba las cartas.
—Que lugar tan místico—comentó Kiki fascinada, mirando a todo su alrededor— ¿Cómo conoces este lugar?
—Trabajo aquí cuando necesito dinero—respondió despreocupadamente.
—Eres genial, ¿creen que me dejen trabajar aquí también y pueda usar un traje de maid?
—No sé qué clase de lugar crees que es este pero no te dejaré hacer eso—refunfuñó Zurie en respuesta sin soltar su cigarro—. Trae me una cerveza y para ella de ser posible una piña colada sin alcohol.
— ¿Por qué sin alcohol?—se quejó un poco, pues quería probar un poco.
— ¿Ya has tomado antes?
—Bueno…una vez comí un chocolate con centro de cereza envinada y como que sí me maree un poco.—Sonrió inflando su pecho con orgullo.
—No habrá alcohol para ti.
— ¿Al menos le pueden poner una sombrillita a la piña colada?
—Pónganle una sombrillita a la bebida de la chica—dijo con cierta resignación, algo sonrosado por la ternura que causaba la pequeña.
La noche transcurrió, Kiki bebía tranquilamente, limpiándose de vez en vez el bigote de espuma de su piña colada mientras conversaba con Zurie con una extraña calma, era como sí él le bajara el azúcar a su sangre en un buen sentido.
—Entonces, ¿te drogas?—preguntó curiosa pero sin juzgarlo.
—De vez en vez un poco de marihuana, es relajante.
— ¿Y cómo se siente, alguna vez te has puesto borracho, te has…?
Zurie iba a responder, sin embargo, en la barra el dueño parecía hablarle. El muchacho le pidió a Kiki que esperara un momento, levantándose para irse.
La niña dejó que se fuera, pues ella estaba entretenida observando a su alrededor, a su vez que balanceaba sus piernas, ya que la silla le quedaba alta. Tras un rato, sin poder evitarlo, volteó a sus espaldas, viendo cómo Zurie seguía entretenido con el hombre; hizo una mueca y su mirada se fijó en la cerveza que había dejado el chico.
—Una no me hará daño—musitó inocente, realmente curiosa del sabor, sin querer empinándose media cerveza.
—Kiki, hay que irnos, al parecer hay patrullas revisando que no haya menores en los bares del…lugar. —Se quedó callado al ver que Kiki aun sentada, giraba su torso como si fuese un péndulo, gritando un “wiiii”, entre risas—. Oh mierda… —Palideció al tomar la cerveza y sentirla vacía—. ¿En serio, media cerveza?—se quejó tomándola como costal de papas y sacarla de ahí.
—Ah, estoy volando…—rió Kiki de manera boba estando en el hombro de Zurie— ¡Voyage Voyage, plus loin que la nuit et le jour, voyage…Dans l’espace inoui de l’amour!—empezó a cantar quitada de la pena, moviendo sus piernas al ritmo de esa melodía.
— ¿Pero qué mierda?— Ahogó un grito espantado de la sorpresa por los berreos/cantos de Kiki.
— ¡Au Dessus des vieux volcans, glisse des ailes sous les tapis du vent…! Vuela, vuela en tu imaginación—canturreó hasta que un eructo la interrumpió, seguido de un segundo, tercero…hasta que el vómito salió.
Zurie achicó la mirada con completa resignación, tensándose mientras gruñía y balbuceaba cosas inentendibles, a su vez que Kiki con su dedo dibujaba con el vómito en la espalda del chico.
Él decidió caminar hasta la farmacia, pues no creía que fuese muy responsable el conducir con un chaneque borracho en sus brazos.
—Vaya, ¿qué tenemos ahí?—se escuchó una burlona voz.
Zurie se detuvo sólo un momento, dirigiendo su mirada al pórtico de donde venía aquella voz.; no se sorprendió al ver a Altair semi recostado en las escaleras de aquel viejo edificio.
— ¿Por qué no me sorprende?—habló Zuri, inexpresivo. Sus ojos se posaban en el brazo del muchacho, el cual tenía una liga bien apretada—. ¿Qué haces aquí?
—Siempre tan aburrido—chasqueó la lengua en respuesta—.Sólo me distraigo un poco, desde que me suspendieron tengo demasiado tiempo libre—balbuceó para finalmente dirigir su mirada a Kiki—.No te tardaste mucho en echarla a perder—se mofó—. No pensé que fuera en serio eso de ser su amigo, dime… ¿La trajiste a estos rumbos sólo para emborracharla y follártela?-se burló con desdén.
Zurie frunció el ceño al mismo tiempo que apretaba los puños y se apegaba a Kiki a él.
—Ah, ¿sí lo harás? Es decir, es lo que los chicos como tú y yo hacemos…arruinar lo que tocamos, anda…toma—se burló Altair lanzándole unos condones a la cara.
Zurie, antes que siquiera tocara los condones, soltó una buena patada al rostro de Altair, dejándole inconsciente sobre aquel pórtico. El aspecto del muchacho era más que patética, pues su orina, vómito y sudor, empezaban a mezclarse con la sangre que brotaba de su nariz y boca.
Zuri apresuró un poco el paso, dejando abandonado ahí el cuerpo que ya estaba acostumbrado a amanecer en las calles, sin embargo, no podía evitar pensar en lo que le dijo, deteniéndose en la acera frente a la farmacia. “Arruinamos lo que tocamos” resonó en su cabeza, pensando que a pesar de todo, su vida era un desastre. Pensaba que iba a ser inofensivo meter a Kiki a estos lugares que por más amable que era la gente, seguía siendo inadecuado de alguna u otra forma, meditó Zuri.
—Vienes de una buena familia, tienes un bonito techo…gente que está ahí para ti, tienes una vida perfecta—musitó viendo a Kiki.
— ¿Qué tanto balbuceas Zuri?—gimoteó Kiki, adormilada por su ridícula dosis de alcohol.
—Nada, nada…—respondió con su serena seriedad para entrar a la farmacia y comprar un electrolito.
(…)
— ¿Te sientes mejor?—musitó Zuri, sentado en la banqueta con Kiki, recargando su espalda en la pared de la farmacia, recibiendo un eructo como respuesta.
—Lo siento, creo que sí…me duele mi pancita—se quejó Kiki abrazando la botella.
—Debí pensar dos veces en traerte, lo siento, fui irresponsable.
—No es como sí tú me hubieras metido la botella a propó…—se quedó callada mirándole fijamente con un deje de seriedad—. No eres mala influencia para nadie—sentenció al notar por donde iba esta platica—. Además, no soy esa clase de persona que culpa a otros por sus decisiones…decidí probar, fue una mala decisión y lo volvería a hacer—dijo seriamente, para después soltar una dulce risita entre dientes.
Zuri le miró con las mejillas ligeramente coloradas, sintiendo su corazón calentarse sólo un poco.
—Hablas demasiado—habló finalmente Zuri.
—Hablo la verdad y nada más que la verdad…esta cita fue increíble.
— ¿Cita?—bufó algo colorado.
—Bueno, bueno, salida de súper ultra mejores amigos—corrigió—. Me gustó conocer a toda esa gente linda y amable, conocerte más a ti y ver que trabajas. ¿Sabes lo difícil que un joven trabaje, tenga buenas calificaciones y vaya a la escuela por cuenta propia? Eres uno en un millón…eres como la papa curly colada entre papas normales, o como la cereza extra de un paquete de ah espera no te gusta las cosas dulces, pero tú me entiendes.
—Creo que es hora de que te deje a tu casa—musitó Zuri, con una sincera sonrisa que trataba de esconder desviando el rostro.
—Sí, a la siguiente peda en mi casa con Atif—sentenció.
—Debo decirle a tu hermano que te controle tus horas en internet. —Achicó la mirada al oír esa jerga mexicana tan extraña que usaba.
—Uh, ¿Culiar en mi casa?—corrigió sin siquiera saber qué significaba esa palabra, pero para ella era la “ostia”.
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