Aunque Zeyer el día anterior consiguió evitar cualquier contacto con las personas de la casa y con lo ocurrido, a la mañana siguiente tuvieron que desayunar todos juntos. Momento que Aster les indicó sus horarios, de ahora en adelante por las mañanas los tres estudiarían y tras comer se dedicarían a practicar lo que fuera necesario. Sobre todo, remarcó el hecho de enseñarle cosas a Zeyer. El chico no estaba del todo contento con aquello ya que desde su llegada él había estado estudiando y ayudando a los sirvientes, cosa que encontraba más interesante y útil. Como nadie protestó, él tampoco pudo decir nada. Al acabar de desayunar, se fueron los tres a la sala que les fue asignada como zona de estudio. Seleccionaron un libro, se sentaron cada uno en un lado diferente de la sala y allí pasaban el tiempo. Pero Tijón no eran de los que aguantaban mucho tiempo con un libro en mano.
- ¿Por qué estamos tan callados? ¿No tenemos que enseñarle cosas a Zeyer?- interrumpió la lectura de las otras dos personas.
- Dijo Padre que se dedicaba a leer por su cuenta, ¿Qué más le quieres explicar? A lo mejor ya sabe más que tú en ese ámbito. - protestó Klaus intentando no perder el hilo de lo que leía.
- Algo debe de haber, no todo se aprende en los libros ¿verdad? - decía frente a Zeyer.
Por un momento, el joven recordó a Sept y su insistencia. Sabía que si ponía así no pararía hasta conseguir lo que quería. Zeyer alzó la vista y vio el mapa del Reino de Mistikia.
- Esta bien- cerró el libro- ¿Qué utilidad hay de que los nombres de las tierras de los nobles cambien cada vez que cambien de dueño? Eso solo produce que haya que estar cambiando de mapa todo el rato. Si le pusieran un nombre fijo a cada tierra ya no habría que cambiar de mapa.
Tijón estuvo emocionando de que preguntara, pero eso lo descolocó un poco. Por otro lado, aquello llamó la atención de Klaus.
- Uf. Eso viene de muy atrás. ¿Quién tiene derecho a nombrar una tierra para la posteridad de los tiempos? -se encogió de hombros. – Lo cierto, es que antes de que Mistikia se dividiera como está, antes de que el rey tuviera tanto poder. Ya había gente poderosa por las zonas. El tema de que no tengan nombre fijo era para remarcar el poder de su señor sobre la zona, así todos sabrían bajo que noble se encuentra, pero la razón primordial es la económica. En las tierras del actual noble Bashur, es de donde procede la mayor cantidad de pergaminos y papel. En algún momento pactaron que todo el papel saldría de allí, por lo que hacer que los mapas cambien de nombre cada vez que cambien de noble produce una oleada de compra para hacer nuevos mapas. Ahora está difícil cambiar esto, pero otros nobles están volviéndose autosuficientes en cuanto al papel. Pero no tienen la misma calidad. -Klaus se levantó y sacó dos libros de la estantería. -Aquí puedes apreciar la diferencia, este tiene las hojas más blancas y suaves, en cambio el otro es más opaco y se ve la mezcla de sustancias.
Zeyer se había levantado y observaba con curiosidad aquel dato. Tocando las hojas el tacto también era diferente. La rugosidad hacia duro el papel del segundo, mientras que el primero era delicado y las letras se leían mejor. Los tres estaban alrededor de la mesa observando nuevos libros que Klaus sacaba de la estantería y comparaban su calidad. Cada uno útil para diferentes propósitos.
- A propósito, al leer libros antiguos he visto que antes había más rangos aparte de noble. Como barón, marques, duque…
- ¡Ah! Sí, así fue. Pero en el reinado de Niss, sintió amenazado su sitio. Vio que poco a poco las demás personas iban cogiendo poder por lo que cortó todo de raíz y prohibió tener títulos nobiliarios. Dejando únicamente la palabra “noble” para referirse al que mandaba sobre las tierras. Así que la jerarquía cambió, el Rey tenia el poder absoluto, bajo él estarían sus consejeros y después, los nobles de las tierras. Pero por debajo de ellos eliminó el resto de los títulos de la nobleza.
- Que cosa más absurda. – se le escapó a Zeyer.
- Ya, pero es la naturaleza humana el desear tener el poder solo para uno mismo.
Tras eso volvieron a sus libros, Tijón satisfecho de haberlos hecho dialogar un rato, se fue a dar una vuelta. Quedándose ellos dos solos.
- Tijón es de lo que no hay. Para ser hermanos sois muy diferentes.- comentó Zeyer sin saber si habría respuesta.
- Ya, es un cabeza hueca, va a su rollo por la vida arrastrando a los demás con él. Y siempre nos han dicho que yo me parezco a mi padre y él a mi madre. Yo no soy capaz de ponerme moreno, pero Tijón se pone nada más salir al sol. - respondió sin levantar la vista de su libro.
Tras acabar de comer, salieron al exterior a entrenar con espada. Klaus desde la sombra de un árbol le explicaba a Zeyer como sostener una espada. Y ahí se pasaron la tarde zarandeando el metal de un lado a otro para acostumbrarse al peso. En acabar, se fueron a lavar el sudor a unos calderos de agua caliente que algunas sirvientes habían traído hasta aquella zona de entrenamiento, a la vez que también traían algunos trapos para secarse y una nueva muda de ropa. Tijón fue el primero en desprenderse de su camisa y arrojarse toda el agua por encima mientras suspiraba de alivio.
- ¿A qué esperáis? -comentaba mientras se secaba.
Klaus fue más tímido mientas se desvestía la parte superior, y en vez de arrojarse agua prefirió sumergir las telas y limpiarse más relajadamente. La diferencia de físico entre Tijón y Klaus era muy notorio no solo por el color, sino por sus contexturas físicas. La nueva vida y alimentación de Zeyer hizo que recuperara su vitalidad y energía, su cuerpo ya no estaba en los huesos y empezaba a desarrollar la musculatura normal de su edad. Tijón fue por detrás de su hermano y le arrojó todo el cubo por encima, haciéndolo enfadar y que él hiciera lo mismo sobre su hermano. Entre risas aprovecharon para salpicar a Zeyer. Al principio tenia pensando pasar, pero entre las risas prefirió seguirles la corriente.
Desde una de las ventanas de la casa, Aster los observaba con media sonrisa en los labios al ver a los niños disfrutar tanto. Junto a él había una persona encapuchada.
- Veis, no está mal. Yo creo que se lo está pasando bien -Le comentó Aster a la otra persona.
- No lo pongo en duda. Solo vine a recordarle el peligro que tiene ese libro en manos de la persona equivocada. Como Magus no podemos interferir en lo que decida hacer, pero le recuerdo que toda magia tiene un precio. Y lo que busca no es barato.- sacó la mano de su capa con un libro de cuero negro- Como acordamos, el libro, pero no se lo entregaré hasta asegurarme de que la otra parte cumpla. Le estaré observando.
Tras aquellas palabras desapareció, justo cuando la puerta se abrió entrando Lilie para avisarle de que la merienda estaba preparada. Hizo llamar a los jóvenes también. Claramente llegaron empapados, a lo que Aster se rio por sus pintas. Tras acabar, decidieron dejar el resto del día libre. Los hermanos dijeron que irían a buscar moras, pero Zeyer prefirió retirarse por hoy.
A la noche tras acabar de cenar, Zeyer salió a escondidas hacia los establos. Estaba decidido a aprender para evitar las burlas de Klaus. Así cada noche, a escondidas, se encontraba con el mozo de cuadra que le abría los establos para que él pudiera practicar como ensillas y subirse. Lo que nos sabia es que la habitación de Klaus daba hacia los establos y él veía, desde su ventana, como el joven entraba y salía por las noches.
Un día, tras acabar de comer, Klaus indicó que iba siendo hora de volver a intentar a montar, que no podría seguir aplazándolo.
- Porque una vez casi te caigas no puedes cogerle miedo- le reprochó Klaus.
- Venga, volvamos a intentarlo. -le comentó Tijón- Esta vez iré a buscarte una yegua algo mansa.
- No- protestó Zeyer- Quiero el mismo que me disteis la primera vez.
- Así me gusta- sonrió Klaus. - ¡Traed a Zarco!
Zarco era el caballo que montó Zeyer la primera vez. Tenía los ojos azul claro. Su pelaje manchado de blanco, negro y marrón parecía muy simple para ser un caballo de alto valor. El mozo de cuadra también trajo otras dos monturas, aunque no eran las mismas que usaron la otra vez Tijón y Klaus. Eran los dos caballos que trajeron al llegar del viaje. Los hermanos habían subido y estaban expectantes de que hiciera lo mismo Zeyer. El muchacho, con más seguridad en si mismo, puso las manos en la silla y el pie en el estribo. De un impulso se montó. Sorprendidos todos, incluso él mismo, suspiró aliviado y acarició el cuello del caballo.
- Vaya mejora. – se animó Tijón.
- Se podría decir que tengo un don- bromeó Zeyer.
- Ya, ya – sonreía Klaus sabiendo el esfuerzo que puso por las noches- Vayamos a dar una vuelta entonces. ¿Una carrera?
Dicho aquello fustigo al caballo con los talones y salió disparado hacia el cultivo de manzanos que había más allá de la finca. Tijón fue más suave, vigilando a Zeyer, pero este se apuró también, adelantándolo para intentar alcanzar al veloz Klaus. Tras atravesar los manzanales, Klaus mitigó la velocidad para ponerse a la altura de Zeyer e indicarle como frenar con suavidad para no hacerlo en seco y salir disparado de la silla. Tijón los alcanzó poco después cargado de algunas manzanas. Los tres estuvieron de acuerdo en parar a comer.
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