Capitulo 2 (El broche)
Era un día agradable, con un clima despejado y una temperatura reconfortante, no hacia demasiado calor ni demasiado frio. Las personas pasaban de un lado a otro ocupadas en sus asuntos, era temprano por la mañana, así que la mayoría se estaría dirigiendo a sus respectivos trabajos, colegios o comercios. Aquella floristería se encontraba en un lugar bastante céntrico, muchas de las personas que pasaban cerca, no podían evitar detenerse por un momento para admirar las bellas flores que eran expuestas en la entrada del local. Dentro, se encontraba el señor Shiroi atendiendo un pequeño cliente, una niña de instituto que se encontraba esperando impacientemente mientras el vendedor terminaba de hacer el pedido que ella había realizado.
– Muy bien, colocare un par extra de estas flores. Cortesía de la casa – Decía el señor Shiroi mientras preparaba un bonito arreglo floral para la niña – ¿Estas son las flores favoritas de tu mama cierto?
– ¡Sí! – responde la niña entusiasmada – Esas eran las flores que mi padre solía regalarle en su cumpleaños.
– ¿De verdad? En ese caso agregare un par más.
En los alrededores, se encontraba el pequeño Norio con una escoba en las manos barriendo cada rincón del local, era un niño bastante trabajador y eficiente, capaz de hacer lo que sea por enorgullecer a su jefe. Norio observaba detenidamente el comportamiento del señor Shiroi, la forma en que trataba a sus clientes siempre resultaba ser agradable, sin importar que problemas personales este afrontando, su personalidad ante los clientes siempre era la misma, amable, atento y alegre.
– Y para finalizar – continuo describiendo el señor Shiroi – agregaremos un bonito moño de color rojo aquí. ¿Qué te parece?
– ¡Ah! Esta hermoso – Exclamo la niña completamente satisfecha con el resultado – Muchas gracias señor Shiroi, sé que a mama le encantara.
La niña toma el arreglo floral con mucha delicadeza para evitar algún accidente que pueda arruinarlo, y luego de dar las gracias por segunda vez, sale corriendo con la típica energía de una niña de su edad.
– ¡Con cuidado! No vayas a tropezar – dice el señor Shiroi mientras ve marchar a su pequeña clienta – Y dile feliz cumpleaños a tu mama de mi parte.
– Ah… no cabe duda de que usted en muy bueno con los niños señor Shiroi – Dice Norio acercándose al señor Shiroi – Pero supongo que es normal con toda su experiencia.
– ¿Tú lo crees? – Es lo único que el señor Shiroi dice al escuchar aquellas palabras.
La mirada de Shiroi se tornó algo decaída, ya no dijo una palabra más y simplemente se dedicó en la limpieza del mesón que utilizo para hacer el arreglo floral. Un silencio preocupante inundo el ambiente.
– Por cierto, señor Shiroi – Rompe el silencio el pequeño parlanchín – No puedo dejar de pensar en aquella historia. Quiero escuchar la continuación ¿De quién era aquel aroma?
– Oh… había olvidado que te había contado aquellas cosas – Responde Shiroi.
– Por favor señor Shiroi – suplico Norio.
– Si… después de todo te lo prometí ¿cierto pequeño Norio? – Entonces el señor Shiroi comenzó su relato mientras continuaba limpiado el mesón.
Después de aquel incidente, muchas cosas cambiaron en mi vida. Una vez más, todo lo que había planificado no significaba nada, debía comenzar a pensar y planificar todo desde el principio. En aquel punto de mi vida ya me estaba comenzando a cuestionar muchas cosas y no paraba de preguntarme muchas otras más.
– ¿Qué caso tiene planificar tu vida? Si en cuestión de un segundo puede ocurrir algo que destruya por completo todo tu esfuerzo.
A pesar de mis cuestionamientos he incógnitas sin responder, la realidad era el ahora. El pasado es imposible de modificar y solo tienes como única alternativa adaptarte a lo ocurrido. Ahora yo tenía que tener extremo cuidado, los resultados de mi examen de género no habían sido suficientes como para darme cuenta del giro 360 de mi vida, aún no había entendido lo que significaba ser un Omega. Aunque es cierto que el futuro es impredecible, lo cierto es que la vida de un Omega siempre traerá las mismas dificultades.
Los Alfas eran algo de lo que tenía que acostumbrarme a evadir lo mejor posible. De ahora en adelante, tenía que tomar días libres en el instituto y el trabajo para mantenerme a salvo durante mi celo, eso era algo que a los profesores no les importaba y no pospondrían exámenes ni clases por mí, probablemente el dueño de la tienda donde trabajaba descontaría los días libres de mi salario y en el instituto comenzaría a recibir maltrato por aquellos que repudian a los Omegas o acosos por el caso contrario.
Por alguna razón, los inhibidores que me habían recetado eran más caros de lo normal, mis feromonas mostraban un comportamiento agresivo que podría atentar fácilmente contra mi seguridad. Mis feromonas podían ser detectadas por los alfas sin siquiera estar en el celo, así que, los inhibidores que debía tomar no eran solo para el momento del celo. Cualquier indicio que mostrara la presencia de un Alfa cerca que este siendo afectado de forma agresiva por mis feromonas es la señal de que deberé inyectarme los inhibidores.
Yo simplemente no dejaba de preguntar más y más cosas. No entendía la razón de todo lo que me estaba sucediendo. Pero no era motivo suficiente para doblegarme, cada obstáculo era enfrentado con la mayor fortaleza que se me fuera posible. No pensaba dejarme derrotar por una mala racha de sucesos en mi contra, sin importar que tan personal se sintiese cada cosa nueva que sucedía.
Lo más significativo para mí fue el collar. Ahora debía usar un collar de cuero negro en mi cuello, asegurado con un candado y manteniendo lo más segura posible la llave. Era algo tan llamativo, que ahora cualquiera podía saber mi segundo género. Era incómodo y molesto de usar, daba comezón, y la fricción ocasionalmente causaba enrojecimiento y leves quemaduras en el área. Pero no me importaba, yo aun así me aseguraba de usarlo en todo momento. Lo último que quería era ser macado por algún animal fuera de control.
El nuevo collar en mi cuello ahora sería el causante principal de muchas situaciones incomodas. Todo tipo de propuestas y confesiones llegaban a diario. Alfas y Betas llegaban a mí con la intención de conseguir salir conmigo, algunos eran amables, otros eran exigentes y otros eran unos completos imbéciles. Pero sin importar de quien se tratase, yo simplemente los rechazaba de la forma más fría y directa.
Sin embargo, una de esas incomodas situaciones resalto de todas las demás. Aquel chico, cuyo nombre o rostro he olvidado por completo, me siguió hasta la esquina de las escales del tercer piso. Un lugar apartado y oscuro, sin posibilidad interrupciones o espectadores no deseados.
– ¿Sabes? – Dijo el chico – Te he estado observando por un tiempo… y pienso que…
Era molesto, su forma de hablar me molestaba, su forma de mirarme me molestaba, su tartamudeo, lo inquieto de sus manos y sus intenciones ocultas. Todo era repugnante para mí.
– ¡Eres hermoso! – Dijo finalmente después de tantos rodeos – Yo, en realidad soy Beta ¿lo sabias? Por eso, si sales conmigo no tendrás ningún problema con… aquello.
– “¿Aquello?” – Pensé.
Sus intenciones eran cada vez más claras para mí. Solo era un asqueroso Beta en busca de un Omega sumiso para divertirse un rato. Ya había presenciado todo tipo de propuestas, y la de aquel Beta no era nada nuevo en realidad.
– Así que, ¡Por favor sal conmigo! – Dijo el Beta dando un paso hacia mí.
– ¡¡NO TE ACERQUES!! – Grite.
La expresión de aquel chico cambio por completo, tanto, que pude ver claramente la decepción en su mirada. Regreso un paso atrás y guardo silencio, afortunadamente mi personalidad brusca y mi mal genio eran suficiente para alejar a la gran mayoría, sobre todo a los ilusos como aquel Beta.
Mientras aquel chico temblaba de los nervios por el agresivo rechazo que le acababan de dar, solo lo seguía mirando fijamente con mis ojos bien abiertos y mi seño completamente fruncido. Tal vez esa mirada lo ponía más nervioso, ya que evitaba mirarme directamente desde ese momento, yo solo quería que se largara de una vez y me dejara seguir con mis cosas. Pero aquel idiota solo se quedó ahí para frente a mí, aun tartamudeando, evitando contacto directo con mi mirada y sudando cada vez más.
Justo en el instante en que había decido simplemente ignóralo y pasar por su lado para continuar mi camino, vi a una pequeña mariposa azul volar frente a mis ojos. El shock fue instantáneo, mi corazón ya sabía de qué se trataba y sin permiso alguno comenzó a latir cada vez más y más fuerte. Luego, pude sentir como aquel aroma me envolvía por completo en un instante cada parte de mi ser fue alertado, el misterioso aroma me estaba enloqueciendo de nuevo, mi celo había terminado hace poco, pero aun así podía sentirlo volver. Mi cuerpo lo anhelaba, volteé la mirada y habían más mariposas provenir de una puerta a la derecha, corrí y me detuve frente aquel pasillo, completamente inundado por la misma esencia que olía a hermosas mariposas azules. Seguí corriendo por aquel pasillo, tan desesperadamente que parecía que podría morir si no lo alcanzaba. Al llegar al final del pasillo, las mariposas provenían de la derecha, otro pasillo. Finalmente, luego de correr como nunca antes lo había hecho, ahí estaba, cruzando hacia la derecha, entrando a uno de los salones de clases del tercer piso. La persona que emitía el aroma que mi cuerpo tanto amaba.
Su cabello era rubio y abundante, parecía ser un cabello rebelde y alborotado, vestía el uniforme formal y su estatura era bastante alta. Un destello resalto en él, proveniente del cuello de su camisa, su broche. Eso fue lo único que pude ver antes de que el entrara por completo en el salón.
Quería gritar “ESPERA” con todas mis fuerzas, quería correr tras él y aferrarme con fuerza a su cuerpo, mis anhelos eran cada vez más fuertes al igual que el “Ba–dum” constante que producía mi corazón. Pero mi respiración se encontraba tan agitada, que me era imposible decir una sola palabra. MI cuerpo se sentía cada vez más debilitado, mis piernas dejaron de funcionar, el calor de mi cuerpo no hacía nada más que incrementar y aquellas sensaciones en mi parte trasera que provocaba deseos inapropiados por el lugar. Mi celo había llegado incluso peor que antes. Y sin poder hacer nada, simplemente lo perdí de vista.
Fui encontrado por una persona segura y llevado al hospital. El doctor se dedicó toda la consulta solo a sermonearme por mis descuidos.
– Esto es tan típico de los inútiles Omegas, solo sirven para dar problemas – Dijo el doctor, y yo no pude evitar recordar a mi padre.
Fui inyectado con fuerte supresor que era capaz de anular el celo que no fuese provocado por el ciclo y regrese a casa a descansar.
– ¡¡¿Qué?!! – Dijo el pequeño Norio un tanto desilusionado – ¿Eso fue todo? Pero estuvo tan cerca señor Shiroi.
El señor Shiroi ya había terminado de limpiar todo y termino los arreglos que se les había encargado. Eran pasadas las 2 de la tarde y la hora del cierre se acercaba. Quito su delantal y se dirigió a la parte trasera de la tienda, una pequeña habitación con casilleros a la derecha un baño a la izquierda, una gran mesa con cuatro cillas en el centro y una gran ventana que cubría casi toda la pared del frente. El señor Shiroi abrió el primer casillero y coloco su delantal dentro.
– Todo por culpa del molesto celo – continuo diciendo Norio que se mantenía siguiendo los movimientos del señor Shiroi – algunas veces pienso que lo hace a propósito y llega en el momento más inoportuno.
– Pero – Dice el señor Shiroi arreglando su ropa recién puesta luego de cambiar su uniforme de trabajo – En esa ocasión aprendí algo importante de él.
Los ojos de Norio brillaron, esperando impaciente aquello que el señor Shiroi había aprendido, como si se tratada de una persona mirando su telenovela favorita en un momento clímax.
– Justo aquí – continua relatando el señor Shiroi mientras señalaba con su dedo índice el cuello de su camisa – Pude ver su broche. Un broche con forma de “I”, entonces enseguida supe que se trataba de un estudiante de primer año.
– ¡¿De verdad?! – Grita Norio de emoción – ¿Entonces eso significa que luego fue a buscarlo y a hablar con él para explicarle las cosas y ser felices para siempre?
– Eso significa… – dice Shiroi después de reír con el comentario de su pequeño empleado –…Que ya debo irme o llegare tarde a la guardería.
– ¿Eh? Cierto… lo había olvidado.
– Te encargo la tienda Norio – Dice el señor Shiroi lista para partir.
– ¡Si señor! ¡Yo me encargo señor! – Exclama Norio con un firme saludo a la bandera como si de un soldado se tratara – ¡Les deseo que lleguen seguros a casa señor!
Entonces Shiroi una vez más, sale de la tienda camino a su destino, mientras el pequeño Norio se encargaría de todos los preparativos para el cierre de la tienda.
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