Capítulo 4 (Un gran artista)
Era domingo por la mañana y se suponía que era el día de descanso del señor Shiroi. Sin embargo, debido a que se encontraba cerca del lugar, decidió hacer una pequeña visita a su floristería para ver como marchaban las cosas.
– ¿Hola? Buenos días – Dice el señor Shiroi mientras entraba por la puerta principal de la floristería.
Dentro se encontraba el pequeño Norio vestido con su uniforme, acompañado de un chico de su edad un poco más alto que él. El acompañante de Norio también vestía el mismo uniforme de la tienda, Su cabello era completamente negro y lacio, cortó en la parte de atrás y con un flequillo tan largo que cubría toda la parte izquierda de su cara. Su piel era oscura, de un tono muy parecido al color del señor Shiroi y sus ojos, a pesar de que solo podías ver uno, resaltaba por completo ese hermoso color verde manzana brillante.
– Bu… Buenos días – Dice el joven que acompaña a Norio con un bajo y suave tono de voz.
– ¡Señor Shiroi! ¡Que sorpresa! – Exclama entusiasmado el pequeño Norio.
– Salí de compras – Responde el señor Shiroi – Y ya que estaba por aquí cerca, quise venir y ver como estaban las cosas.
Shiroi entra a la tienda y se acerca al par de chicos mientras mira a su alrededor. Las flores se encontraban en buen estado, las mesas y estantes organizados, el piso reluciente y el mostrador principal perfectamente ordenado. Tomo su bolso que colgaba de su hombro derecho y lo coloco en una de las mesas del centro que se encontraba cerca de los chicos.
– Y tal parece que todo está perfectamente ordenado y muy tranquilo – concluyo el señor Shiroi – la tranquilidad es una de las cosas más agradables de abrir la tienda los domingos.
– Señor Shiroi – Dice El joven junto a Norio, un tanto rígido y nervioso – Bienvenido.
– Oh, gracias Takato – Le responde amablemente Shiroi.
Norio mira de reojo a Takato intentado mantener una conversación con el señor Shiroi. Era fácil de notar lo difícil que era para el joven con el largo flequillo, su postura evidenciaba incomodidad y su rostro mostraba un pronunciado rubor. Entonces, el pequeño Norio vuelve su mirada al frente, un tanto baja y decaída.
– ¿Cómo están ustedes dos? – Pregunta el señor Shiroi – ¿Se están llevando bien? Parecían tener una agradable conversación cuando yo llegue. Lamento haberlos interrumpido.
– No… eso no… – Takato intento responder.
– ¡Lo siento señor Shiroi! – Interrumpe en voz alta el pequeño Norio – Olvide que tengo trabajo pendiente dentro del almacén.
– ¿Qué? Pero el almacén parecía estar en perfecto orden ayer – Dice el señor Shiroi un tanto confundido.
– ¡Takato! – Exclama una vez más Norio, interrumpiendo al señor Shiroi – Te encargo la tienda mientras tanto. Si necesitas algo no dudes en llamarme.
– S_si – responde brevemente Takato mientras ve partir a Norio.
Norio finalmente se adentra por la puerta del fondo que se encuentra junto a la puerta del salón de descanso. Quedando de esta forma el señor Shiroi y el joven Takato completamente solos.
– En realidad – Dice el señor Shiroi – Estaba un poco preocupado por ti. Ya que este es tu primer empleo y ha pasado muy poco tiempo desde que comenzaste a trabajar aquí, pensé que te sería difícil adaptarte a los clientes y a Norio. Después de todo… Todos son unos extraños para ti ¿cierto?
– Yo… – Intenta decir Takato – Lamento si le estoy… causando problemas, señor Shiroi.
– Oh no. En lo absoluto. De hecho estoy muy aliviado – Responde el señor Shiroi – ¿Te has acostumbrado a tratar con los clientes?
– Si… Yo – Dice Takato – Hago lo mejor que puedo.
– ¿Qué hay de la escuela? – Continua preguntando el señor Shiroi – ¿Has hecho amigos?
– Eso… – Takato guarda silencio por un momento – Yo… Hago lo mejor que puedo.
El señor Shiroi, que se encontraba justo en frente del, simplemente lo mira y sonríe dulcemente al escuchar las respuestas a todas sus preguntas. Aquel pequeño niño grande lo superaba en estatura por mucho, y aun así, le era muy difícil comunicarse abiertamente y mostrar un poco de seguridad. Su forma hablar, mostraba miedo y dudas en sí mismo, pero eso era algo que el señor Shiroi debía respetar, hasta que el mismo Takato decidiera cambiar esa parte de él.
– En ese caso – dice finalmente el señor Shiroi con aquella misma sonrisa llena de ternura y comprensión – Eso significa que lo estás haciendo muy bien.
Takato guarda silencio. Su expresión se mantiene igual, con sus ojos caídos y su mirada tenue. Una pequeña ráfaga de viento logra adentrarse por la puerta, el largo cabello del señor Shiroi se ondulaba suavemente por el viento, al igual que el largo flequillo de Takato. La fuerza del viento fue suficiente para levantar aquel flequillo y dejar a la vista la parte izquierda de su rostro. Sus ojos se veían perfectamente simétricos cuando los veas al descubierto, Era un hermoso rostro, marcado por una enorme cicatriz que partía desde la parte izquierda de su frente, atravesaba su ceja, su ojo izquierdo y llegaba hasta la mejilla izquierda.
El señor Shiroi bajo su mirada, casi al mismo tiempo que Takato puso su mano izquierda para cubrir aquella marca, hasta que el viento había cesado y su flequillo había vuelto a su lugar para cumplir su función principal.
– Iré con Norio – Dijo el señor Shiroi – No quiero que haga más trabajo del necesario. ¿Estarás bien aquí solo?
– S_si – Responde Takato.
El pequeño Norio se encontraba en el almacén colocando una caja muy lentamente sobre una pila de cajas idénticas. Todas las cajas estaban perfectamente alineadas, el piso brillaba con un espejo, organizo los floreros de los estantes por oren de tamaño, las escobas y trapeadores estaban todos alineados uno junto al otro con la misma distancia de separación. Todo estaba tan reluciente que hasta los productos de limpieza rechinaban de limpieza.
– Hmn – Dijo Norio, parado en medio de todo el perfecto orden, con sus brazos cruzados – Ya no sé qué más ordenar aquí… ¿Sera apropiado volver?
– ¿Y porque no lo seria? – Respondió el señor Shiroi parado en la entrada del almacén.
– ¿Señor Shiroi? – Reacciona Norio volviendo su mirada rápidamente en dirección a Shiroi.
– No debiste irte en primer lugar – Aclaro el señor Shiroi.
– Ah! Jeje! Lo siento – Contesto Norio nervioso – Me dio la impresión de que este lugar necesitaba ser ordenado.
– Es una pena – Dice el señor Shiroi – Yo tenía intenciones de contarte algo interesante que acabo de recordar.
– ¡¡¿DE VERDAD?!! – Grita alegremente Norio – ¿ME LO CONTARA? SE LO SUPLICO SEÑOR SHIROI.
– Jaja – Ríe avergonzado el señor Shiroi con su mano posada en su mejilla y sus mejillas ruborizadas – ¿Tan interesado estas de escuchar mi historia? Es un poco vergonzoso. Está bien… Te contare de aquella vez que, descubrí algo interesante de esa persona.
Aquella era una tarde común y corriente, sucedió un par de días después de haberme encontrado con aquel Alfa y su amiga Omega. Ellos fueron dos personas más que tuve que agregar en mi lista de personas que debía evitar a toda costa. Mis clases habían terminado y me estaba dirigiendo a la biblioteca para leer a gusto sin ningún tipo de alboroto, por lo general solía quedarme hasta que me fuera permitido, ya que en casa no había nada mejor que hacer y mi trabajo comenzaba pasadas las 10pm.
– Hey, ese chico que acaba de pasar – escuche murmurar detrás de mí de una de las chicas que recién acababan de pasar junto a mí – ¿Acaso no es un Omega?
– ¿Eh? ¿Cómo lo sabes? – Responde la chica que la acompañaba.
– Su collar ¿No lo viste?
– Es verdad. Que vulgar – Continuaron diciendo las chicas subiendo su tono de voz, tal vez con la intención de ser escuchadas claramente – Todos los Omegas son vulgares he indecentes. Es por esa razón que los violan y los…
Gire hacia atrás y mire directamente a la chica que estaba a punto de decir una gran cantidad de cosas que no tenían nada que ver conmigo, pero que, por el simple hecho de usar el collar y nacer siendo Omega, era juzgado de la misma forma que los mencionados por ellas. Mi ojos fueron directo a los ella, siempre me aseguraba de expresar con claridad mis pensamientos sin decir una sola palabra. Ellas reaccionaron al notar acción y rápidamente cerraron la boca y continuaron su camino. Algo típico de cada uno de mis días en aquel instituto.
Yo también continúe mi camino, me encontraba en un largo pasillo al aire libre, a mi izquierda había un jardín con grandes árboles, donde los estudiantes solían pasar el rato, estudiar, comer o simplemente charlar. A mi izquierda había una serie de aulas destinadas a las reuniones de los diferentes cubes que había en el instituto. Todo estaba solitario, las clases ya habían terminado y la mayoría de las personas ya se estaban yendo a sus hogares.
En ese pasillo fue cuando me detuve por completo, no sabía exactamente desde cuándo, pero había una bella mariposa azul celeste posada en mi hombro derecho. En esa ocasión, el aroma era muy leve, apenas y podía seguir su rastro. Mire a mi derecha, de donde pensé que había llegado la mariposa y ahí estaba, un leve rastro de aquel aroma a mariposas azules que se adentraba al interior del salón del club de arte.
– ¿Hola? – Dije tímidamente al entrar al lugar – ¿Hay alguien?
Hacia esas preguntas confundido por lo que quería como respuesta. Si alguien respondía, y resultaba ser esa persona; ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Cómo debería reaccionar?
– ¿Nadie? – pregunte una vez más.
No había nadie. Dentro solo había mesas con muchos contenedores de pintura lienzos por todas partes. El aroma parecía estar concentrado en un lugar en específico, un cuadro al fondo de la habitación cubierto por una manta. No pude contener la curiosidad, no se el porqué, pero sentía una necesidad por saber el contenido de ese cuadro. Me acerque lentamente y extendí mi mano para retirar aquella manta, por un momento dude, pero luego fue como si mi mano se moviera sola y jalara la manta hacia el suelo.
Mi corazón se enloqueció. No era su aroma, ni su apariencia, ni su presencia física frente a mí. Era tan solo un cuadro, pero, era lo más hermoso que había visto en toda mi vida, o al menos eso era lo que aquella pintura me hacía sentir. Era una mano pequeña y delicada, con un tono de piel moreno, se podía notar que traía puesta una camisa blanca manga larga, desabrochada al final. Su dedo índice se encontraba levantado, y sobre este, una hermosa mariposa azul celeste.
– Esto… – dije, mientras colocaba mi mano suavemente sobre la pintura, acariciando los trazos con delicadeza – ¿Lo has hecho tú?
Acerque mi rostro hasta la pintura hasta que mi frente entro en contacto con ella. La sujetaba fuertemente lo más cerca de mí que fuera posible. En ese momento, tocarla, y sentirla tan cerca de mí, era casi como si yo hubiera estado a su lado mientras el pintaba este cuadro. Serraba mis ojos y podía imaginármelo, sentado frente a el lienzo, dando cada pincelada como si se tratase de su mayor obra de arte.
– ¡DING – DONG! – Sonaron las campanas del colegio que anunciaban el cierre.
No me había percatado del largo tiempo que había transcurrido mientras yo estaba ahí, frente a esa pintura, admirándola.
– ¿Qué estoy haciendo? – Reaccione.
Aquello era una gran estupidez, algo como lo que estaba haciendo y pensando solo pasaba en las tontas películas de romance. Y solo les pasaba a los protagonistas de dichas películas, no a alguien tan corriente como yo. El probablemente ni siquiera sabía de mi existencia mientras que yo me encontraba enloqueciendo por aroma y una pintura hecha por alguien no conocía en lo absoluto.
Los ridículos encuentros con ese aroma dulce de mariposas azules que siempre resultaban provenir de nadie, era la muestra clara de que la vida no quería dicho encuentro.
Sin embargo, aquel día como cualquier otro descubrí, que él era un gran artista.
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