Temprano por la mañana, aquella floristería había recién abierto sus puertas a los clientes. EL señor Shiroi se encontraba dentro, vestid con su uniforme blanco, su delantal cuadriculado y su pañoleta en el cuello. Las flores de afuera ya habían sido colocadas en su lugar de exhibición y regadas apropiadamente, ahora era el turno de las pequeñas flores de dentro del local.
– ¡Señor Shiroi! – Dice alegremente y muy entusiasmado el pequeño Norio que recién entraba a la tienda – Mire lo que compre cuando venía para acá. Unos ricos Choco–Bolos.
Norio sostenía con ambas manos una caja de dulces. Eran unos populares chocolates con forma de esferas réyenos de diferentes sabores, en este caso, eran esferas de chocolate rellenos de chocolate.
– Bienvenido – Responde el señor Shiroi – ¿Te gustan esa clase de dulces?
– ¡¡¡ME ENCANTAN!!! – Expresa Norio completamente emocionado – Bueno. Jejeje . En realidad me gustan todos los dulces de todos los tipos.
Norio se acerca al señor Shiroi junto al mostrador principal de la tienda, are la caja de chocolates y deja a la vista tres filas de grandes esferas de chocolate. Entonces el extiende sus brazos frente al señor Shiroi mientras sostiene la caja de dulces.
– Tome los que usted quiera, señor – Dice Norio con una enorme sonrisa en su rostro.
– Oh muchas gracias – responde Shiroi – De momento solo tomare uno. Necesito algo de ayuda aquí, ve a cambiarte y en el camino ve y ofrécele de tus dulces a Takato.
– ¿Eh? – Reacciona Norio – ¿Takato está aquí hoy?
– Así es – Le responde el señor Shiroi – Esta en el salón de descansos, vino aquí antes de ir al colegio. Ve y saludo.
– En… En ese caso – Dijo el pequeño bajando considerablemente aquel entusiasmo.
Norio volvió sus manos extendidas hacia él y pensó por un momento. Su rostro se había vuelto completamente colorado y sus ojos brillaban más que nunca. Miro la caja de chocolates que sostenía en sus manos y finalmente su rostro muestra una ligera sonrisa.
– ¡Volveré en seguida señor Shiroi! – Dijo Norio y corrió con todas sus fuerzas hacia el salón de descansos.
– ¡No tardes! – Exclamo el señor Shiroi antes de perderlo de vista.
El señor Shiroi se había quedado solo en la tienda. No dijo una sola palabra, ni volvió a las actividades que estaba haciendo antes de que el pequeño Norio llegara con sus dulces. La sonrisa que le estaba mostrando a Norio rápidamente se esfumo al encontrarse solo, su rostro se mostraba serio y decaído. Levanto lentamente su mano izquierda hasta llevarla a la altura de su pecho, en ella sostenía la pequeña esfera de chocolate que le había ofrecido Norio. La contemplo por unos segundos hasta que finalmente cerró su mano dejando atrapado el dulce dentro de su puño.
– ¿Cuánto ha pasado desde la última vez que había viste este dulce? – Se dijo a su mismo el señor Shiroi mientras mantenía el chocolate en su puño – ¿Cuánto ha pasado desde la primera vez que este dulce comenzó a generar un notorio impacto en mi vida?
Aquella vez, yo me encontraba trabajando en una tienda que abría las 24 horas y los días de la semana. Mi horario de trabajo era completamente nocturno, iniciando desde las 10 pm y culminando a las 5am, apenas dejándome tiempo para prepararme he ir al colegio. Esa noche, era mi turno de reabastecer los estantes con los productos faltantes.
– ¡¡SHIII – ROOOO – IIIII! – Dijo ese molesto sujeto con su molesta voz.
Yo lo ignore y continua con mi trabajo, tenía un enorme carrito de compras lleno de todo tipo de productos que debía colocar en su sitio. Me encontraba sosteniendo con la ayuda de mis brazos y mi pecho, una gran cantidad de pequeñas bolsas de algún tipo de golosinas. Nunca fui amante de los dulces y rara vez los comía, así que mis conocimientos sobre los diversos tipos de dulces y sus nombres era algo muy escaso. Recuerdo que todo ese pasillo se encontraba repleto de todo tipo de dulces, pero en ese momento no conocía ninguno de ellos y me resultaban nombres innecesarios de recordar.
– Mi lindo y pequeño Shiroi ¿Dónde estás? Continuo diciendo aquel sujeto – Hey ¿Me estas escuchando? ¡Responde maldita sea!
Sin importar que tan insistente fuera y que tan fuerte llamara a mi nombre, yo no le respondería. Ese chico era mi compañero de trabajo, es un estudiante universitario que aprovechaba la noche para trabajar, lo que daba como consecuencia que coincidíamos en la gran mayoría de las jornadas de trabajo.
– ¡Aquí estas! – Dice mi compañero cuando finalmente llega al pasillo donde yo me encontraba – ¿Qué estás haciendo mi pequeño Shiroi?
– Trabajando – Respondí yo levemente.
– ¿Ordenas los estantes? Eso parece tan aburrido – Dijo el situándose justo detrás de mí – ¿Por qué no mejor dejas eso y vienes a la caja registradora conmigo?
– No – Respondí.
En ese momento su esencia comenzó a emanar fuertemente hasta inundar todo el pasillo, él se mantuvo detrás de mí pero podía sentir como rosaba su pecho contra mi espalda. Mi compañero de trabajo, era un Alfa, y a mi jefe no le importo asignarle los mismos horarios a un Omega y un Alfa. Tal vez lo hiso con la intención de que algo malo me pasar y de esta forma culparme de todo y tener una excusa válida para despedirme.
– ¿Por qué siempre eres así? – Dice, susurrando detrás de mí – Pasamos mucho tiempo aquí, solos tú y yo. Nunca vienen clientes, así que no seremos interrumpidos.
Su esencia era cada vez más fuerte, era un aroma de color naranja, brillante y ligero como el viento. Su estatura era superior, unos dos metros probablemente. Me encontraba completamente acorralado por él. Su mano sostenía la mía que a su vez, sostenía una golosina al aire, esperando por ser colocada en el estante junto a las otras golosinas de su tipo. Entonces, el me arrebató aquella golosina, la coloca de vuelta al carrito de compras y me dio la vuelta.
– ¿Qué opinas mi hermoso Shiroi? – Dice el, muy cerca de mí, con mi mano izquierda posada en el estante y su mano derecha recorriendo mi mejilla – ¿Te gustaría que hiciéramos algo que simplemente dedicarnos al estúpido trabajo?
– Suficiente – Dije, mirándolo fijamente como yo siempre suelo mirar a quienes me desagradaban – Tus feromonas apestan.
– ¿Qué dijiste? – reacciono negativamente el chico – Maldito Omega.
Yo me zafe de agarre y saque varias golosinas del carrito para continuar reabasteciendo los estantes, mientras aquel tonto continuaba indignado por el fracaso de su acoso.
– ¡Mis feromonas son irresistibles! – Continuo diciendo él – ¿Sabes a cuantos Omegas he conquistado gracias a mi poderosa esencia? ¡Cualquier Omega que perciba tan solo un poco mi aroma, quedaría totalmente aturdido!
Mi molesto compañero de trabajo simplemente continúo diciendo estupideces con exaltación y un tono de voz ruidoso. Algo común en mis noches de trabajo.
– ¡Tú! – Exclamo él – De seguro no eres un Omega de verdad. ¿Eres un Beta haciéndose pasar por Omega para que sientan pena por ti? ¡Eres una falsa! ¡Ese collar en tu cuello es un total engaño! ¡No hay manera de que un Omega resista mis feromonas! ¡A menos que…!
Finalmente dejo de hablar y un agradable silencio era lo único que se podía oír. Yo suspire, aprovechando y disfrutando del momento, porque sabía que en cualquier momento el escandalo volvería.
– ¿Podría ser tu eres un…? – Dijo con voz aja y sorprendentemente calmado – ¿Eres un Omega do…?
– ¡¿Hola?! – Se escuchó provenir de la caja registradora una voz femenina – ¡¿Hay alguien aquí?!
– Es un cliente – Le dije a él – Ve y cumple con tu trabajo.
– ¡Tks! – Se escuchó de él – Maldita sea ¡No creas que te has salvado! ¡¡SEGUIREMOS CON ESTO DESPUES!! ¡¡¡¿ME OYES?!!!
Hasta finalmente mi compañero de trabajo se marchó hasta la caja registradora para atender el cliente y pude estar a solas y en paz para poder continuar con mis labores sin escándalos ni molestas distracciones.
– ¡Bienvenida! ¿En qué puedo ayudarte preciosa? – Lo escuche decir a lo lejos mientras atendía a la chica.
– Quiero una caja de Choco-Bolos – Dijo ella sin rodeos.
– ¡Claro! Están en el pasillo 7 – Respondió el – ¿Quieres que lo busque por ti hermosa? Yo incluso podría …
– No gracias – Dijo ella.
Escuché claramente sus pasos entalonados acercarse a mí. La chica buscaba chocolates de la sección de golosinas donde yo me encontraba organizando los estantes. Finalmente llego al pasillo y comenzó a caminar lentamente mientras miraba cada producto de los estantes, buscando.
– ¿Dónde están esos estúpidos chocolates? – Se preguntó ella, justo detrás de mí.
Sin intenciones de buscar los dulces por ella, note que en mis manos se encontraba una caja de los mencionados Choco-Bolos. Así que, di media vuelta y extendí mi mano sosteniendo la caja de chocolates frente a ella.
– Aquí tienes – Le dije.
– Eh? – Fue lo único que ella dijo.
– ¿Esto es lo que buscas? – Pregunte, para asegurarme de que no me había equivocado.
– Oh si – Finalmente ella confirmo y tomo los dulces – Gracias.
La mira fijamente por un instante, tenía una fuerte sensación de familiaridad al verla. Era muy hermosa, sus ojos eran color rosa, grandes y perfectamente delineados. Su cabello era bastante largo con un llamativo color rojo. Usaba un vestido descotado bastante corto y un collar en su cuello de color rosa con un dije en forma de corazón decorándolo. Sus hombros se encontraban envueltos por una gran chaqueta que evidentemente no era de su talla, probablemente alguien más grande que ella se la había ofrecido para cubrirla de la fría noche. Finalmente deje de perder el tiempo en recordar donde la había visto y simplemente me di la vuelta y continúe con mi trabajo.
– ¿Qué es esto? – Dijo ella – ¿Eres un Omega?
Yo instantáneamente voltee a mirarla con mis ojos enfurecidos. Estaba acostumbrado a que cada vez que alguien mencionaba el hecho de que yo era un Omega, era indicios de que sería juzgado por ello y me parecía que esta no sería una excepción.
– ¿Desde cuándo un Omega puede ir tan libremente sin vigilancia? – Continuo ella – ¿Incluso los dejan trabajar en lugares como este así de fácil? Eso es tan inapropiado.
– Tú también lo eres – Respondí – Tu también eres libre de ir a donde quieras sin ningún tipo de vigilancia ¿Acaso quieres que te priven de esa libertad solo por ser Omega?
– ¿Eh? ¿Un Omega? ¿Yo? – Pregunto ella extrañamente, se suponía que debería ser más claro para ella que para cualquier otro – Si, Jeje. Tienes razón. Gracias por notarlo.
Su sonrisa hipócrita era claramente una falsa, un intento de parecer linda y adorable, pero sus ojos expresaban cada cosa malintencionada que su corazón pensaba. De pronto su expresión cambio y el entorno se volvió pesado y tenso.
– Pero no te atrevas a comparar mi superioridad con un Omega tan ordinario como tú – Su falsa sonrisa se había ido – ¡Qué horror! Alguien tan majestuosa como yo, siendo compara con esta cosa. Ah que humillante.
Ella se da la vuelta, sacudiendo su largo cabello y llevando consigo la caja de chocolates. Entonces, una hermosa mariposa azul celeste salió volando de su espalda en dirección a mí, hasta que finalmente se posó sobre mi hombro derecho.
– *Sabía que la había visto antes* – Pensé, mientras la mariposa descansaba en mi hombro y yo luchaba contra mis instintos.
El aroma la envolvía, de la misma forma que aquella vez que me topé con ella en el instituto. Pensé, que tal vez aquella enorme chaqueta le pertenecía a él, su aroma estaría totalmente impregnado en esa prenda de ropa. Sentí un fuerte deseo de arrebatárselo y correr de ahí con esa chaqueta en mis manos, pero eso sería totalmente inapropiado, y estaría demostrando que era cierto todo lo que dicen de los Omegas.
– ¡Gracias por los chocolates! – Me dijo ella antes de salir del pasillo – Son los dulces favoritos de mi amado. Estoy segura que con esto se le pasara su mal humor.
Ella finalmente salió del pasillo. Mi respiración estaba comenzando a ser agita y mi temperatura subía más y más. Aquella hermosa mariposa parecía tan a gusta sobre mi hombro, que no se percataba de los efectos que estaba causándome, yo ni siquiera estaba seguro si era una mariposa real, o un producto de mi imaginación por los síntomas de mi celo.
– Me llevare esto – Escuche decir de ella a lo lejos – ¿Cuánto es? Tenga, gracias.
– Hey hermosa, ¿Por qué tanta prisa? – Dice mi compañero de trabajo, mientras podía sentir su esencia naranja salir de nuevo – ¿No quieres quedarte un rato más? Te aseguro que pasaremos un buen rato.
– No gracias cariño, estoy con mi novio – Respondió ella fríamente – Además, tus feromonas apestan.
– ¡¡¡¿Qué?!!! – Grito el – ¡¡¡MALDITOS OMEGAS!!!
La esencia naranja de mi estúpido compañero de trabajo me ayudo a calmarme un poco, la mariposa azul había desaparecido y ya no podía percibir el aroma que tanto me afectaba. Entonces me acerqué al carrito de compras he intente seguir con mi trabajo.
– ¡Mira lo que te compre amor mío! – Dijo ella a lo lejos, apenas podía oírla, se notaba que ella estaba saliendo de la tienda - ¡Tus chocolates favoritos!
– No era necesario – Escuché, de una desconocida voz masculina.
– *Esa voz* – Pensé, mientras volteaba en dirección al sonido.
Corrí rápidamente hasta fuera del pasillo, donde podía ver a lo lejos la entrada principal de la tienda. Mi corazón latía como loco, tenía un fuerte peso en mi pecho y mi garganta se llenó por completo por un incómodo nudo.
– Solo quiero que dejes de estar tan deprimido – dijo ella, parada fuera de la tienda con la puerta principal aún abierta.
– Aun así – Dijo de nuevo aquella voz masculina – No era necesario.
Yo podía ver claramente a la chica, ya que la puerta aun permanecía abierta, pero su acompañante se encontraba afuera, las ventanas estaban empañadas y estaba lo suficientemente oscuro como para solo ver una alta silueta masculina.
– Su voz – Dije en voz bajas, mientras aquel par se marchaba por completo de la tienda.
No me podía mover, ni mucho menos correr tras él. Siempre que aquel aroma hacia acto de presencia, mi cuerpo se negaba a obedecerme.
– Disculpe joven – Escuche de una dulce voz a mi derecha – ¿Podría ayudarme con algo?
Se trataba de una dulce ancianita que requería de mi ayuda. Yo solo la mire y sin poder decir una sola palara, mis lágrimas comenzaron a salir desconsoladamente. La abuela pronto mostro un rostro de preocupación, ya que había una persona llorar sin razón aparente frente a ella. Yo intente secarme las lágrimas desesperadamente estas volvía a salir sin cesar. No sabía qué hacer, no entendía el porqué de mis lágrimas, no entendía esa sensación extraña en mi corazón. No se trata del celo, era algo más, algo que desconocía por completo, pero que dolía.
La abuelita, sin decir nada, sonrió dulcemente y saco una hermosa flor de su canasta. Entonces ella la extendió frente a mí tal vez para mostrarme lo hermosa que esta era, o pretendía ofrecérmela para calmar mi llanto. En cualquiera de los dos casos, yo la sostuve, la acerqué a mi nariz y percibí su agrádale aroma. Aquel era un aroma familiar. Mis lágrimas dejaron de Salir y la abuelita se quedó a mi lado hasta que ella considero que ya me había calmado lo suficiente.
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