Esa mañana Zeyer se vistió y desayunó junto al señor Aster, para partir lo más pronto posible hacia la biblioteca, pues tenía unos asuntos que atender y, el chico seguía siendo un sirviente que le ayudaba en esos quehaceres. A Zeyer no le importaba, él pensaba que solo le hacían hacer eso mientras esperaba que llegaran sus hijos, pero parecía ser que el trabajo se mantenía igual. Ayudar al bibliotecario. Ahora que el joven sabía montar por su cuenta, Aster parecía más cómodo al dejarle venir con él. El señor no le iba a dejar llevar uno de los mejores caballos a la ciudad, por lo que le prestó una yegua más simple.
- Ya avisé a mis hijos de que hoy no estarías allí para las clases de la mañana, pero volveremos para comer. - le explicó Aster por el camino. -Veo que ya te manejas con soltura sobre un caballo. Me alegro.
Zeyer asintió sin escucharle del todo, pues el joven pensaba en que podría ver como estaban los esclavos que le acompañaron durante su estadía en la biblioteca. Con ese pensamiento surgió un sentimiento de emoción por el reencuentro.
Llegaron a la ciudad, dejaron las monturas en un establo cercano e hicieron el último tramo a pie. Por primera vez, entraba al edificio por la puerta principal junto a Aster. Los guardias inclinaban respetuosamente la cabeza cuando pasaba. Pasaron los arcos de la entrada y sintió una fuerte nostalgia al percibir el olor de la madera y los libros.
- Zeyer, por aquí. Vamos primero a mi despacho- Dijo mientras con una mano le empujaba desde la espalda.
En uno de los pasillos de la biblioteca había una puerta que ponía “sala del bibliotecario”, Zeyer nunca pudo entrar ya que siempre estuvo cerrada y tampoco quería meterse en problemas por intentar abrirla. Aster introdujo la llave y entraron sin problemas. El lugar estaba polvoriento, lleno de documentos y el único mobiliario era una mesa y dos sillas.
- Madre mía, cajón de sastre lo llamaría yo…- se frotó las sienes. – Esto pasa por ausentarse tanto.
- ¿Necesita que orden esto? – Se ofreció Zeyer.
- Entre los dos tenemos que terminarlo – sonrió mientras abría una pequeña ventana que había en un lateral la cual tenía rejas. -La mayoría son registros de libros que se cogen o se devuelven. En mi ausencia los iban introduciendo por debajo de la puerta. Pero antes de marcharme, ya tenía mucho atraso- intentó reír, pero vio como el joven ya se había puesto a trabajar así que él también se puso.
Cuando parecía que iban ya por la mitad del trabajo, Aster llamó a un esclavo para que trajera unas bebidas hasta esa sala, a través de un aparato que había en la pared.
- ¿Qué es eso? -Se interesó Zeyer
- Es un sonoforo. – respondió Aster- Coges esto que parece una copa de metal y tiras de ella, eso hace sonar una campana en la sala donde están los esclavos o sirvientes, cuando ellos recogen la copa del otro lado, podemos hablar a distancia. ¿Qué te parece? Increíble ¿verdad? ¡Parece magia! - explicaba emocionado.
- Están conectados por un hilo ¿Verdad?
- Así es. Y solo puedes hablar con el otro extremo. – se recostó en la silla- Hay cosas asombrosas en este mundo. Cosas más mágicas que algo tan material como un hilo y un metal.
Zeyer siguió con el trabajo hasta que no mucho después llegó uno de los esclavos con las bebidas, justo en el mismo momento que Aster salía de la sala.
- Mira que bien, justo a tiempo- dijo mientras cogía el vaso y salía de allí- puedes dejar el otro en la mesa.
El joven caminó hasta la mesa de madera para dejar la bebida, momento que levantó la cabeza Zeyer entre los documentos que clasificaba.
- ¡Nio!
- ¡Zero! - sonrió- ¡Cuánto tiempo!
- Vaya, y tanto. Te veo más alegre. ¿Qué tal os ha ido en mi ausencia?
- Mucho mejor, como tú dijiste, me pusieron a mí al mando, mientras Sept controla las cosas en las sombras. El ambiente entre los esclavos es más tranquilo. - le explicaba- Además, Sept a interceptado algunas cartas que iban dirigidas al Noble- le susurro por lo bajo- Y parece ser que el Rey está pensando en cambiar las leyes que incluyen esclavos, ahora nuestras comidas no solo son pan duro y sopa. Tenemos quesos o leche, carne algunos días especiales. Puede que sigamos siendo esclavos y nos traten peor que, a los perros, pero creo que estamos más cómodos ¿Y tú qué tal?
- Yo todavía no tengo claro que pinto con ese hombre, sé que no soy un esclavo, pero no sé si soy un sirviente, un ayudante o un amigo de juegos para sus hijos.
- La mascota de la familia.
- Uy, tú te has vuelto muy chistoso.
- Y tú muy sano.
Ambos soltaron una leve risa de complicidad y Nio se marchó comentando que podría encontrar a Sept en algún pasillo de la biblioteca. Zeyer volvió al trabajo tras terminarse la bebida. Apuró su trabajo para que cuando llegara Aster poder pedirle un descanso y buscar a su amigo. El hombre al llegar y ver como había adelantado el trabajo se lo permitió. El muchacho se apuró a ir donde siempre se escondía y allí estaba.
- Veo que os va muy bien sin mí. -se asomó Zeyer entre los libros que estaba leyendo Sept.
- ¡Zero! -casi exclamó, pero recordó que estaba en la biblioteca y acabó ahornago el grito.
- ¿Cómo has estado? - se sentó a su lado.
- Gracias a tu ayuda, yo como mínimo, mucho mejor. Seguimos tu plan. La idea de “perro de dos cabezas” le llamó la atención al Noble, y ahora Nio se encarga de velar por los esclavos mientras yo de fondo controlo el resto de las cosas. Por cierto, ahora trabajo como mensajero, gracias a que se leer, llevo y traigo cartas y algunos documentos. Y por ello, me he enterado de algo muy gordo. - comentaba con los ojos iluminados.
- A ver, cuéntame- medio sonrió al ver a su compañero.
- El Rey está modificando algunas leyes, algunas de ellas afectan a los esclavos. ¡Quiere derogarlas! Pero claro no puede de golpe, así que está modificándolas para eliminarlas con el tiempo. Puede que con el tiempo las cosas cambien y volvamos a ser libres.
- Lo veo difícil. - suspiró apoyándose en la librería. - Los Nobles no darán su brazo a torcer, mueven mucho dinero con los esclavos y, el Rey, hace un tiempo que no parece enterase de cómo está el reino.
- Nio dijo algo similar… “¿Crees que los Nobles nos dejarán ir porque sí? ¿Quién haría los peores trabajos? ¿Crees que nos pagarían por ello?” Algo así me respondió.
- Hay que ser realistas.
- Lo sé, al menos ahora comemos un poco mejor.
- Debería volver. Ha sido un placer volver a vernos. Espero poder venir más a menudo, pero el bibliotecario es más de trabajar en su casa y traer luego todos los documentos de golpe. - se rio Zeyer mientras se levantaba.
- Nos vemos ¡Cuídate! – sacudió su mano para despedirse y volvió a sus libros.
Zeyer volvió a la sala donde el bibliotecario Aster estaba finalizando los últimos documentos. El hombre estaba contento por la eficacia del joven que antes de marcharse había terminado de colocar su parte y más de la que le correspondía hacer. El sol les indicó que era hora de partir, así que fueron a buscar los caballos y pusieron rumbo a casa.
Cuando hubieron atravesado y salido de la ciudad, y se encontraban atravesando el prado que conducía al bosque, algo llamó la atención de Zeyer, frenando su montura.
- ¿Una oveja? - señaló a lo lejos.
- Casi, una Coveja- Le corrigió Aster frenando poco después de él. -fíjate bien.
Zeyer se inclinó en la silla para agudizar la vista y fijarse en aquel animal. Era grande como un caballo, pero redondo, blanco y muy pomposo, con una pequeña cola redonda, cual bola de nieve, en la parte posterior. Cuando giró la cabeza hacia ellos, aparecieron dos largas orejas y una cara que recordaba a la de un conejo.
- Ha debido de separarse del rebaño. Las Coveja solo las pueden criar la tribu de los “Pastores de ovejas”, ya que necesitan mucha comida y ejercicio.
- ¿Pastores de ovejas?
- Es una de las tribus más antiguas de Mistikia, se dice que llevan aquí antes que el resto de los pueblos. Son nómadas autosuficientes, pero venden lana de Coveja para ganar dinero. Esa lana es más cara que cualquier joya, se dice que el Rey solo viste ropa confeccionada con telas hechas de Coveja. Además de ser una tribu con su propio idioma y muy esquiva. – hizo una pausa- Mira, han venido a buscar al animal descarriado.
Saliendo del bosque apareció un jinete, pero no montaba un caballo, su montura era parecida a un cruce entre caballo por su tamaño, gacela por su físico y pelaje, y cabra salvaje por sus cuernos. La persona que lo montaba llevaba unas extrañas ropas con varias capas, unas de colores y otras oscuras, tenía la cabeza cubierta por un pañuelo y presentaba un largo y brillante dorado por cabellos. Los miró un momento antes de dar un silbido y hacer que la Coveja lo siguiera de nuevo al bosque.
- Puede que hayan acampado cerca de aquí. – comentó Aster, que volvía a reanudar el paso.
- ¿Qué era esa montura tan extraña?
- Un Arcre, son las monturas que usan los “Pastores de Ovejas”. Tiene un gran sprint, pero poca resistencia a mantener ese ritmo. Los usan por su capacidad de subir por las montañas, pueden subir paredes casi verticales, lo que les ayuda a guiar al ganado a zonas seguras. – comentaba- ¿Sabías que hay gente que les paga para que lleven a sus ovejas hasta las zonas donde llevan de comer a las Covejas? Se dice que, donde haya Covejas comiendo, el pasto es bueno. Ya que son animales muy exquisitos, y por ello tienen que estar en continuo movimiento para buscar alimento. Los que los contratan dicen que cuando les devuelven las ovejas producen más leche y lana que una normal. Además de estar más sana. Son personas muy enigmáticas.
- Ya lo veo… ¿Hay algún libro sobre ellos? - le preguntó poniéndose a su altura.
- Puedes preguntarle a Klaus, le suele gustar estos temas.
Zeyer, tenía ganas de llegar rápido para poder preguntarle un montón de cosas a Klaus sobre ese tema, pero ese día Klaus no apareció por casa.
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