—Entonces… ¿Ustedes tuvieron una cita?—preguntó Atif quien bajaba de la moto de Zurie.
—Yo no lo llamaría cita—respondió convencido de eso—.Como sea, no hablemos de eso, Kiki se escapó para llevarla a ese bar y estoy seguro que no quiere que su hermano se entere.
— ¿Por qué crees eso? —preguntó con inocencia Atif.
—Además de que ayer casi me rompe la nariz cuando la traté de meter a la ventana de su cuarto, ahí está Grimm con una escopeta en el pórtico de su casa—habló apáticamente Zurie, desde el otro lado del camino de la casa, sin moverse.
— ¿Crees que sepa?—gimoteó Atif asustado al ver al hombre armado.
—No, si lo supiera ya estaría corriendo, mantén la calma —contestó Zuri con mucha tranquilidad, acercándose; podía notar cómo Grimm tensaba sus pectorales para verse más fornido.
—Kiki me dijo que vendrían—bufó analizándolos, mientras se fumaba un cigarro.
—Sí, Kiki nos invitó a comer y ver películas—dijo tranquilamente Zurie, sin dejarlo de mirar a los ojos.
Grimm dejó escapar un poco de humo al apartarse el cigarro, mientras analizaba al chico, viéndolo de arriba abajo; se metió nuevamente el tabaco a la boca.
— ¿Eres virgen?—gruñó Grimm con arrogancia, sin dejarlo de ver con la escopeta en mano.
—No
Grimm empezó a toser, se había tragado el cigarro de la impresión; Zurie sólo se apartó un poco mientras oía algo estupefacto cómo el mayor se golpeaba con la escopeta para tratar de sacar el cigarro que se había atorado, el hombre sonaba como un gato con una bola de pelos. Finalmente pudo escupirla, quedando el cigarro pegado a la frente de Atif.
— ¡¿Qué?!—bufó ofendido, se quedó callado— ¿Te has tirado a un hombre?—preguntó inevitablemente.
—No—achicó la mirada, entendiendo ahora porqué Kiki a veces era tan rara.
— ¿Y te gustaría?—bufó acercándose más de la cuenta. Él sólo quería saber con qué clase de chango se estaba juntando su hermana.
— ¡GRIMM!—gritó Clare al darse cuenta de la situación.
Grimm se tensó un poco, haciendo un ademán a Zuri de que lo estaba observando, a su vez que Clare se acercaba a recibirlos.
—Pasen muchachos, Kiki en un rato baja—habló Clare en el marco de la puerta, dedicándoles una sonrisa, mientras que Grimm resoplaba y sobaba su cuello a la vez que desviaba su mirada—.Por cierto, llamaron pidiendo unos papeles que dejaron dentro de uno de los coches en el taller, que si los podía sacar…
—Yo voy, tú quédate a cuidar a ese chango…que no se sobrepase con mi hermanita—sentenció.
—Sí, sí, pero déjame esa cosa—bufó, riendo por lo bajo mientras veía a su fornido amigo dirigirse a su vieja camioneta tras recibir la escopeta.
Grimm llegó a su taller, el cual era como un gran almacén, bajó y se acercó para abrir las cadenas del lugar, sin embargo, se percató que no traía las llaves. Soltó un fuerte y agobiado suspiro, reprendiéndose por tener la cabeza en todos lados menos donde debía.
Tomó su celular, un Nokia viejito que servía para lo que era…llamar a clientes y a Clare, siendo éste y Kiki los únicos contactos que tenía registrado.
— ¿Qué pasó?—respondió Clare.
—Olvidé las llaves—refunfuñó—, quería preguntarte si tenías repuesto en tu casa.
—Sí, dile al casero que te abra—contestó con completa tranquilidad, sin recordar algo sumamente importante.
—Vale, gracias. Nos vemos en un rato. —Colgó finalmente para caminar hacia la casa de Clare que quedaba bastante cerca del taller.
—Oh mierda—gimoteó Clare al caer en cuenta, dejando todo lo que estaba haciendo para gritarle a Kiki que saldría.
Grimm ya estaba en la casa de Clare, que en realidad era un especie de cuarto grande que incluía todos los servicios básicos como baño y cocina, mientras que a lado de ésta se encontraba una casa mucho más grande de dos pisos que le pertenecía al casero.
— ¿Qué se te ofrece, Grimm? —habló el dueño de la casa, quien estaba en su pórtico sentado en su mecedora.
—Buenos días, Sr. Smith. Vengo a casa de Clare por unas llaves, ¿podría abrirme por favor?—pidió con tranquilidad, sin embargo, frunció más el ceño cuando el hombre resopló una risa.
—Ese marica de mierda no vive más aquí—gruñó con asco el hombre.
— ¿Cómo le llamó?—bufó sin poderlo evitar.
—Marica, y deberías despedirlo. No necesitas esa clase de porquerías cerca de ti. Hace más de una semana lo caché viendo cosas que no debía. Ojalá le den su merecido a ese degenerado…
El hombre no terminó ni siquiera la oración, cuando Grimm ya estaba frente a él, tomándole de la playera y alzándolo con facilidad.
—Retráctate—gruñó rojo de ira, de cómo ese viejo pulgoso le había quitado su hogar a su amigo—. Clare no es ningún degenerado, pedazo de mierda.
— ¿Qué eres, su pareja?—jadeó asqueado, mientras tosía por cómo su misma ropa le estaba asfixiando. El hombre trataba de plantar sus pies en el suelo, pero Grimm lo tenía bien agarrado.
— ¿Si lo fuera, qué?—replicó más que nada por orgullo, sólo para defender a su amigo—.Dame tres buenas razones para no molerte a golpes, insecto de porquería.
—Llamaré a la policía si me tocas, estás dentro de mi propiedad—escupió con arrogancia—. Además, no creo que quieras que se enteren del sucio secreto de tu amigo y arruinen tu taller.
Grimm frunció el ceño, su taller no le importaba del todo en ese aspecto, si la gente ya no iba por esa tontería no era su problema, además de que era evidente que Clare estaba bien con su sexualidad, pero asustaba que algo pudiese pasarle.
El Sr. Smith soltó una sonrisa arrogante y petulante, y Grimm apenas vio ese gesto, su puño lo noqueó haciendo que el viejo azotara contra el piso. Probablemente no sólo le removió las ideas, sino que habría hecho accidentalmente que olvidase ese momento.
— ¡Grimm!—jadeó Clare, con una mezcla de sorpresa y preocupación, siendo testigo de cómo golpeaba a su viejo casero.
El nombrado le volteó a ver, frunciendo el ceño mientras jadeaba por la furia contenida que tenía.
— ¿Por qué no me dijiste?—gruñó Grimm, tratando de recuperar el aliento—. ¿Te tocó ese imbécil cuando te corrió? Debiste decírmelo y…
—No quería causarte problemas—Le interrumpió, desviando la mirada con vergüenza—. No debiste meterte en esto…
—Pues lo hice, ¿algún problema con eso?—respondió acercándose, para tragar saliva pesadamente—.Llevamos años trabajando juntos y…—carraspeó sin saber bien qué hacer, sus brazos se movían pero no sabía qué hacer con ellos—. Ahora ya no es mi casa, ahora es nuestra casa…te quedarás ahí—dijo casi como una orden—.Ese es tu hogar, y no tienes que sentir lo contrario por gente estúpida como esta…uh, ¿necesitas un abrazo?—carraspeó más enfurruñado de lo usual
Clare no lo dejó terminar, simplemente al saber lo que le preguntaba, le abrazó con mucha fuerza, hundiendo su rostro en él.
—No homo—bufó Grimm, correspondiendo torpemente, aun con su cuerpo tenso.
—No homo—rió sin poderlo evitar, mientras su corazón latía…su amigo era un idiota a veces, pero sólo era cuestión de educación, y aun así, era excelente persona…la educación no se interfería con el gran corazón que tenía Grimm.
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