Toda la semana el pelinegro había recibido una flor distinta, pero sin una nota en ella, aún no sabía quien estaba detrás de ella, pero siempre veía un mechón de pelo detrás de la ventana, aquel chico era pésimo escondiéndose.
Sus clases aquel día habían terminado y como era costumbre su mamá había ido a buscarlo, la mujer sentía curiosidad al ver a su hijo llegar siempre con una flor nueva, así que decido preguntar.
–¿Quién te dio esa flor? –curioso, conduciendo de camino a casa.
–No lo se, desde hace una semana alguien ha dejado flores en mi asiento –soltó una risita oliendo la flor–. Solo se que la persona que las deja es muy malo escondiéndose –miro a su mamá.
–Awww, debes de gustarle bastante para que te deje una flor cada día –la mujer soltó una risita y miro a su hijo unos segundos.
–¿Tu crees, mami? –pregunto con un pequeño brillo en sus ojos.
Gustar... Oliver nunca había gustado de alguien, siempre estaba en su mundo y nunca le prestaba atención a eso, no podía asegurar que el sintiera algo por el chico de las flores, pero le gustaba que siempre tuviera una bonita flor en su asiento, le hacía sentir algo bonito que no había sentido antes.
Sentía curiosidad por saber quien era ese chico que le daba flores, pero eso lo sabría en su momento, tampoco tenía mucho interés de saber quien era, estaba feliz con las flores y eso bastaba para él.
Comments (3)
See all