Se encontraba de pie en el altar, con las serpientes rodeando sus brazos con sus largos y viscosos cuerpos, las cobras estaban a sus pies rodeándolo y siseando a los que se acercaban demasiado a él.
Las multitudes se aproximaban de a poco, observándolo, juzgándolo e idolatrándolo. Sin decir palabra alguna, ni tampoco deseos de dar un sermón o hacer un milagro siquiera, los pobladores de Solomes lo veían y se maravillaban ante su presencia. Un hombre de cabellos canosos, con una barba igual de blanca que su escaso cabello, vistiendo unas túnicas marrones sujetas por una cuerda, como si fuese un cinturón, y siendo abrigado por una harapienta manta de un marrón mas claro, casi color tierra, se acercó al Peregrino Oscuro, su expresión era de anonadamiento. Como si se encontrase en un estado de ensueño. Posiblemente porque así era.
Deteniéndose cerca de donde él estaba, se arrodilló ante su profeta diciendo:
- ¡Gran señor! ¡Daré mi vida por ti!- aquel profeta, que aun mantenía sus brazos extendidos con las víboras todavía sujetos a estos, sonrió y, sin pronunciar palabra alguna, permitió que el cabello escaso de aquel hombre creciera delante de todos como por arte de magia
Dos Cuervos se posaron en los hombros del Peregrino Oscuro y graznaron en señal de aprobación. No pasaría mucho tiempo antes de que el Rey de Solomes hiciera acto de presencia ante tal lugar.
Apeándose de su caballo, un hombre con túnicas azules y una faja roja con una línea dorada en el medio. Cabellos largos castaños con similar barba cuya apariencia buscaba emular a los habitantes del imperio de Babilonia. Llevando su corona del mismo color que sus togas. El Rey de Solomes se acercó al Peregrino Oscuro con intenciones de hablar con él.
- ¡Profeta!- le gritó al verlo. Aquel hombre misterioso no parecía haberse percatado de su presencia, sintiéndose molesto volvió a gritar- ¡profeta! ¡¿es que no me oyes?!
Tras un minuto más de silencio, aquel Profeta, sonrió respondiéndole
- Si, te oigo
- ¿Cuál es tu nombre?- le preguntó aquel Rey con un tono severo
- Me llamo Varlorg, provengo de las tierras del norte- contestó Renseth sabiendo que era hora de predicar ante sus futuros seguidores- sirvo al Dios Cuervo Mirder
- Sin embargo parece que las Cobras tienen más agrado por ti que los Cuervos- se mofó aquel soberano
- Mirder también es amigo de R’anthar o, como ustedes le llaman aquí, Kantar y se considera enemigo de M’Cothu, detesta con toda su alma a Seksmeth; pero recompensa a los que creen en él como yo lo hago- las palabras de Renseth crecían conforme hablaba, se podía notar cuan confiado estaba de su fe en aquel dios misterioso
- Prudentes palabras sin lugar a dudas; pero ninguna de ella contesta mi pregunta- lo halagó el Rey de Solomes cruzándose de brazos ante él
- ¡Cuál es tu pregunta majestad!- sonrió Renseth de forma provocadora
- ¿Cuáles son Tus intenciones al armar todo este teatro en el templo sagrado durante los días festivos?- le contesto el Rey molesto
- Solo deseo ganar adeptos, eso es todo, no tengo intenciones de cambiar sus leyes ni mucho menos de crear una revuelta o algo por el estilo- afirmó Renseth con una gran tranquilidad- en realidad, me gusta mucho este lugar ¿Por qué cambiarlo?
- Si lo que deseas son apóstoles para tu Dios, primero deberás probar que estas protegido por él- le habló con dureza el Rey de Solomes, en su interior sabia que solo era un charlatán; pero deseaba deshacerse de él como a de lugar
- ¿Y como sugieres que lo pruebe?- le preguntó Renseth con esa sonrisa maligna
- Pasando por el río siseante- le contestó el Rey con un tono de voz victorioso porque sabía que nadie, sin importar de que religión fuese, podía pasar por dicho río y sobrevivir para contarlo
- ¡Adelante!- afirmó Renseth manteniendo aquella sonrisa despiadada y maligna
El río siseante era llamado así por ser una fosa enorme con cientos de serpientes a su alrededor. Cobras, pitones o incluso las famosas Ibis del Nilo se encontraban en dicha fosa larga y recta de casi un kilómetro de distancia. Se decía que todo aquel que pudiese pasar por la fosa siseante sin ser picado por las mismas serpientes era un fiel sirviente de Kantar. Hasta ese momento, nadie había podido pasar aquel río siseante.
Los soldados, pobladores de Solomes y el mismo Rey estaban presentes viendo desde el final del río como aquel profeta de nombre Varlorg, aunque uno de sus hombres le dijo que se llamaba Warlord, estaba dispuesto a pasar la prueba del río siseante.
Renseth vio a las serpientes que le siseaban, con una sonrisa él también siseó y se adentró al foso lleno de serpientes.
Comments (1)
See all