La ecografía revela lo peor: estoy embarazada. La gine me pregunta de quién es: mi pareja y ella se giran en simultáneo esperando las explicaciones que mi cabeza no logra inventar. Me doy cuenta que no conozco la palabra Aborto en alemán. “-No quiero al bebé. ¿Qué debo hacer?” Me contesta con una palabra larguísima que no entiendo. Mi pareja le responde que sí. Hay que llenar un formulario, que nos va explicando de a poco.
-¿Datos del padre?
-No los tengo.
-¿Puedes contactarlo?
-No sé quién fue.
-¿Cómo que no sabes quién fue?
-…
Este es el problema de las ciudades o pueblos pequeños.
-A ver, tuvo que ser en las primeras dos semanas de Abril.
-Fue una gran fiesta, bebí mucho y no lo recuerdo.
Hace un gesto de disgusto y se rasca el pecho. “-Gut.” “Gut” quiere decir “bien”, pero significa que no está todo bien. Mi pareja me mira desconcertada, tratando de leerme la mente. Abril fue asquerosamente lluvioso y frío, así que lo único que hacíamos eran rompecabezas y netflix. Sólo salía para hacer las compras y no había tiempo para cortarle la cadena de frío a los frescos. Ni hablar de la cuarentena. Ésa era la cara que me puso mi pareja.
Había que esperar los estudios a ver si era un tumor o un cigoto, aunque según dijo la gine para ella estaba muy claro. Salimos del edificio en absoluto silencio después de hacer el papeleo y definir el turno.
-¿Pato qué está pasando?
-Hablamos cuando lleguemos a casa.
-¿De qué fiesta estabas hablando? Estuvimos acorraladas por la lluvia todo el puto mes.
Veía toda la gente que teníamos alrededor y me daba pánico hablar. Es muy común que los alemanes sepan español, no me iba a arriesgar.
-En casa hablamos.
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