La mañana de ese día fue un caos, Klaus no había vuelto a casa desde el día anterior y esta mañana Zeyer tampoco estaba en casa, solo una nota que decía que se había ido con Klaus.
- Maestra, ¿cree que eso ha estado bien? Quiero decir, no sé dónde está Klaus, ¿Qué ocurre si él vuelve antes que yo? -Preguntó Zeyer mientras seguía a su Maestra.
- No te preocupes por eso ahora. Si no hubieras dejado una nota hubieran pensado que huiste o algo peor. – se paró- Hoy es el gran día. Así que céntrate.
El chico asintió y siguió subiendo por aquella senda. Hacía ya un buen rato que habían atravesado un extraño portal y caminaban por aquel camino. De pronto la maestra se paró. Sacó de su capa una pieza de ropa que le extendió a su alumno.
- ¿Para mí? – la cogió y comprobó que era una capa blanca.
- ¿Para quién sino? No puedes presentarte así a cara descubierta. Todos tiene que ir con sus capas. De marrón los Magus y de blanco los aprendices. No serás el único allí. – sonaba feliz mientras ataba y colocaba bien la capucha de Zeyer.
- ¿Hay más normas o cosas a tener en cuenta? Preferiría no meterme en problemas con esa gente.
- No, solo se tú mismo. - le agarró del brazo y dio un ligero salto.
Zeyer notó como sus pies dejaron un momento de tocar el suelo y tenía la sensación de levitar en la nada. Que todo estuviera oscuro y la única fuente de luz fuera la luna no ayudaba, el bosque era tupido. Cuando notó de nuevo la presión del suelo, se encontró en el claro de un bosque de hayas. En el centro había un lago de aguas cristalinas y en medio un pedestal. La maestra le pasó a Zeyer una vela blanca con franjas azules.
- Toca encenderla, a la de tres. - le explicó mientras ella tenía una igual en la mano- Una, dos y ¡Tres!
El chico la encendió con magia a la vez que lo hacia su maestra, de pronto todo el claro, alrededor, se empezó a iluminar con las pequeñas llamas de las velas. Cada una de esas velas era sostenida por más encapuchados. Todos procedieron a dejar las velas por la zona formando un círculo.
- Tenemos unos momentos libres, voy a saludar a algunos compañeros, puedes esperar aquí si quieres. - le dijo mientras avanzaba- Pero no salgas del circulo.
- Vale – asintió mientras miraba a su alrededor.
Las personas se iban congregando en grupos reducidos y hablaban animadamente entre ellos. Había más encapuchados marrones que blancos. Contó como siete personas vestidas como él.
- Todos parecen de edades diferentes, al menos si lo relacionamos por su altura. -murmuró para sí mismo Zeyer.
Entonces, de pronto, alguien llamó su atención. Aquel porte, la forma de caminar y, cuando se acercó, lo reconoció por la voz.
- ¡Klaus! – lo llamó por detrás al acercarse hacia él.
El chico de blanco se giró y sus ojos se encontraron.
- ¿Zeyer? – respondió – Por qué no me sorprende la verdad…
- No esperaba encontrarte aquí. -dijo sin saber muy bien que decirle.
- Yo ya me olía algo, cuando hicieron ese intercambio del libro por ti. – se rascó el cuello- Bueno, como sea. Te presento a mi maestro Nero, es el líder del aquelarre de los elementos- le presentó a su acompañante, este asintió- ¿Quién es tu maestro?
- Mucho gusto- respondió cortes- Pues mi maestra es…- se giró, pero ya no pudo verla entre los presentes- Ya no está… -Y tampoco le dijo nunca su nombre, por lo que se quedó en silencio.
- ¿Zeyer? – se inclinó hacia él, Klaus, al notar la pausa excesiva. - ¿Ocurre algo?
- No veo a mi maestra. – volvió a repasar a los asistentes.
- ¿Cómo dices? Eso no es posible, es muy peligroso abandonar la zona iluminada- se giró a su maestro.
- Vale, allí está. Que susto…- Suspiró aliviado- Allí está. Mi maestra es la que tiene unos bordados como amarillos en los bajos de la capa.
Todos iban con las capuchas puestas y por tanto no se les veía la cara, pero Zeyer sintió que tras aquellas palabras tanto Klaus como su maestro quedaron estupefactos.
- ¡¿Tú maestra es la muerte?!- le agarró de los hombros.
- ¿Qué? - no sabía de qué le hablaba.
- Pequeño, todos los Magus representamos algo que existe en este planeta, los aquelarres los reúnen en grupos, y aunque no tenemos jerarquía más allá de maestro y alumno. Los aquelarres están liderados por un miembro, y sobre todos estarían los Magus más antiguos. Tu maestra, el tiempo, es la líder del aquelarre abstracto. -le explicó Nero.
- ¿El tiempo? ¿no era la muerte? ¿él o ella?
- Cuando cruzamos a este lado y dejamos atrás nuestra parte humana para volvernos Magus totalmente, perdemos esa necesidad de tener un género, podemos moldear nuestro cuerpo al aspecto que queramos: Jóvenes, viejos, hombres o mujeres. - añadió- Tu maestra simboliza la muerte y el tiempo, de la misma forma que yo simbolizo el agua.
- ¡Nero! ¿Qué tal? ¿Este es tu nuevo aprendiz? - se acercó la maestra de Zeyer.
- Bien, gracias por preguntar- ambos se estrecharon las manos- Así es, este es Klaus.
- Un honor. - inclinó suavemente la cabeza.
- No hace falta esa cortesía, hoy es un día muy especial para vosotros los alumnos. Hoy sois los protagonistas. – juntó las manos.
- Si nos disculpáis -dijo Nero indicándole a Klaus de ir a hablar con un grupo cercano.
Zeyer y su maestra quedaron un momento en silencio antes de que el joven le preguntara por su nombre.
- Sabes una cosa, cada vez que nos encontramos te digo mi nombre. Pero siempre lo vas a olvidar. -se giró hacia él- Tienes una gran habilidad, puedes hacer magia cambiando por cocimiento. En vez de encender una llama consumiendo otro elemento, la puedes encender olvidando algún dato que sepas.
- ¡Pero eso es malo! - protestó alarmado.
- Lo es, pero lo puedes controlar, sino a estas alturas ya ni te acordarías de mí. Creo que lo usas inconscientemente cuando quieres hacer magia y no tienes nada que ofrecer a cambio. Por eso siempre te digo que aprendas y absorbas conocimiento porque saber es poder. – palmeó su hombro. – Eres el principio y el fin, y pronto serás el conocimiento- dijo como un susurro inaudible pues empezó de pronto a sonar una flauta interrumpiéndolos.
En el centro del lago, sobre el pedestal había una hermosa persona de cabellos alabastro con un velo que cubría completamente la cara. En sus manos llevaba una copa.
- Maestros y alumnos, hoy nos hemos reunido aquí gracias al alineamiento de la luna con las estrellas de lo verdadero y la luz que revelará a los aprendices su nombre real. Hoy, la línea entre lo terrenal y lo espiritual, es difusa, permitiendo el paso de los no-Magus a nuestro lado -comenzó a hablar, mientras poco a poco los alumnos junto a sus maestros avanzan hasta estar cerca de la orilla del lago, mientras el resto de los Magus presentes estaban varios pasos detrás formando un círculo. – Yo os guiaré en este evento en el cual se os mostrará vuestra debilidad, vuestro nombre verdadero, aquel que permanecerá para siempre y el cual deberéis proteger y guardar en secreto.
- Ella es Roma, es una Magus de mi aquelarre, y simboliza la vida y la creación. - la maestra le susurró al oído a Zeyer.
- Amor al revés ¿eh? Muy original- se comentó.
Mientras ambos intercambiaban esas palabras de forma inaudible, Roma había alzado las manos con la copa en ellas, hacia el cielo, dejando que la luna pareciera bañarla en su luz. De pronto de la copa empezó a brotar un agua cristalina que suavemente fue cayendo hasta tocar el lago, el cual empezó a iluminarse. Una enorme sombra parecía nadar en el interior de aquellas aguas calmadas. Se había formado tal silencio que únicamente se oía el crepitar de las llamas y el gorgoteo del agua.
- Ahora los maestros procederán a introducir a sus alumnos en nuestro mundo. – habló mientras dejaba caer la copa al lago.
- Ahora, confía en mí y no tengas miedo ¿bien? - le dijo y Zeyer asintió.
La maestra le indicó que se pusiera de rodillas cerca de la orilla y le pidió que inclinara la cabeza hacia el agua y que mirara en ella. Zeyer lo hizo y observó su propio reflejo. De golpe, su cabeza fue sumergida en aquella agua, confiaba en su maestra e intentó no hacer ningún movimiento de forcejeo. Aguantó la respiración y apretaba los ojos como si se fuera a ahogar.
- Tranquilo, respira. Abre los ojos- escuchó una voz.
Poco a poco fue abriéndolos, el fondo era brillante. Un largo coral, lleno de peces que nadaban cerca de él. Del asombro dio una bocanada y se percató de que respiraba.
- Ahora mueve tus manos y tus pies- le seguían guiando.
Aquella voz le hizo mirar a su alrededor y a sus manos. Miró hacia arriba, no se veía la superficie. Pero tampoco se sentía mojado. Algo alargado con alas se le abalanzó de golpe sobre él, quiso escapar, pero sus enormes fauces lo devoraron con rapidez. Zeyer volvió a abrir los ojos volviéndose a encontrar esta vez en un pasto de trigo. Al caminar notaba la sensación de aun encontrase en el agua. Algunas burbujas aparecían al tocar el trigo, subiendo hacia el cielo y allí volvía a estar aquella criatura que se abalanzó de nuevo sobre él devorándolo. Todo negro hasta volverse un lugar soleado, estaba en una casa y oía voces de niños riendo en el exterior, al abrir la puerta, de nuevo aquella bestia. La escena se repitió un par de veces, hasta que Zeyer decidió salir por la ventana, por la cual veía la cola del monstruo. Se agarró a ella y empezó a subir mientras el animal se elevaba en el cielo. De pronto se sintió uno con aquella bestia. Subieron hasta que Zeyer se pegó contra un muro invisible, mientras el monstruo lo pudo atravesar y seguir. Desde aquel muro pudo ver como había una figura humanoide parada frente a él, y donde la bestia se enroscó.
- No, joven alumno, no puedes ir a ese lado, aun no eres lo suficiente Magus para entrar en el aquelarre. – le susurró la voz como si estuviera a su lado. – Mira bien, eso eres tú.
Sobre aquel muro invisible empezaron a dibujarse unos símbolos: ουροβóρος . En ese momento Zeyer empezó a notar como el agua subía desde sus pies hasta su cabeza y como ya no podía respirar, empezó a patalear, pero su cuerpo no respondía. La maestra sacó la cabeza se Zeyer del agua. El joven apoyó las manos en el suelo y empezó a jadear recobrando el aliento mientras el agua se escurría por su pelo.
- Lo has hecho muy bien. Estoy orgullosa de ti. -Pasó el brazo sobre la espalda de Zeyer.
- Alumnos, con esto os damos la bienvenida a nuestro mundo, ahora solo es cuestión de tiempo que os volváis los Magus que somos todos nosotros. A partir de la tercera luna llena podréis dejar de vestir blanco y usar capas marrones. Deseo que muchos de vosotros os unáis a algún aquelarre y traigáis el equilibro a este mundo. – volvía a hablar Roma desde lo alto del pedestal. – Nuestros deseos y conocimientos residen ahora en todos vosotros, apreciadlos y protegerlos de las manos corruptas y malvadas. Una de las leyes más importantes de los Magus es nunca interferir en el mundo terrenal, pero vosotros jóvenes, aun no estáis influidos por nuestras normas. Vivid la vida que deseáis mientras queráis. Nosotros os esperamos aquí con los brazos abiertos.
Tras finalizar aquellas palabras Roma desapareció y el agua volvió a su estado normal. La maestra de Zeyer sacó uno trapo para secarle la cara a su alumno. Zeyer miró a su alrededor. Klaus estaba varios grupos más allá y también estaba siendo ayudado por su maestro. Algo llamó a atención del joven. Un Magus llevaba en brazos a un bebé vestido de capa blanca, y parecía estar mojado.
- ¿Es normal traer bebés? – se extrañó.
- Y tanto, ese evento es para todas las edades y cuanto antes sepas tu nombre mejor, nunca se sabe cuándo se alinearán de nuevo. Bueno, sí, pero tardan más de lo que crees, y no puedes volverte del todo Magus sin no pasas este evento primero. – se sentó a su lado- ¿Cómo te ha ido?
- No sé, ha sido muy raro.
- Yo solo pude presenciar el último trozo, cuando llegas a la pared, al otro lado esperaba que llegaras.
- ¿Vistes la bestia?
- Sí. Su nombre es Uroboros, así que el tuyo también – le susurró en la oreja. - Pero solo tú sabes la forma original de tu nombre. No se lo puedes decir a nadie. Ni siquiera a mí. Entendido. Es tu mayor debilidad.
- Entendido. ¿Eras tú la figura humanoide que vi? ¿Dónde se enrocó el dragón ese?
- Sí, te vi llegar montado en él. Pero tú no pudiste pasar, como es lógico. Solo hasta ahí. Si me vas a preguntar por la voz, Roma ya dijo que sería vuestra guía.
- ¿Cuánto estuve en el agua? Porque se me hizo eterno…
- No demasiado, unos segundos. -pensó - ¿Qué tal si nos marchamos ya?
Zeyer miró a su alrededor, ya no quedaba casi nadie allí y poco a poco las velas se iban apagando. Nero y Klaus se acercaron.
- ¿Qué tal? -le extendió la mano Klaus a Zeyer para ayudarlo a levantarse.
- Un viaje algo extraño ¿Y tú? -aceptó la ayuda.
- Podría decir que lo mismo.
- Podemos ir los cuatro juntos, a fin de cuentas, nos dirigimos al mismo lugar- indicó con la mano el camino la maestra de Zeyer.
Cada uno de los cuatro agarraron una vela y emprendieron el sendero de regreso. Klaus y Zeyer llegaron a la casa de Aster a media tarde del día siguiente. Les bombardearon a preguntas nada más atravesar la puerta. Pues llevaban mucho tiempo fuera y ni un caballo se llevaron. Ambos con un gesto de complicidad cubrieron su viaje con una excusa que se inventaron de camino a casa. Aquella experiencia los había unido un poco más.
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