Unas horas después, los amigos empacaban algo de ropa y comida. Llevaban a toda la familia con ellos, exceptuando a la mujer de Nicolás que se excusó diciendo que no creía tamaña estupidez. En total eran 5; los inventores, la mujer de Rabbit, Pamela, y los nietos de Nicolás, un adolescente de nombre Simón y una niña de 8 años, llamada Laura. Necesitaban saber cómo aquel mundo se comportaba con más gente y cómo las personas lo sobrellevaban, antes de regresar para empacar y llevar, a la fuerza, a Evelyn.
-¡Niños, deben tocar este reloj!-les dijo Nicolás a sus nietos amablemente, en el momento que los invitaba a reunirse con ellos.
Laura, como buena niña, miraba para todos lados, mientras el resto, incluido Simón, mantenían la vista en el objeto que apuntaba hacia una máquina que no era más que una versión gigante del reloj que ellos tocaban.
Rabbit apretó un botón en el centro del reloj. De éste salió una especie de luz que chocó con el reloj gigante. Acto seguido, este último comenzó a hacer unos ruidos, como si pequeñas y muchas tuercas estuvieran trabajando. Inmediatamente, el secundero empezó a moverse de manera intempestiva. Las manesillas le siguieron el ritmo. Cada uno, manteniendo su dedo índice sobre la cosa, vieron cómo su entorno empezó a fusionarse, como si se tratara de la vista afuera de un tren que pasa a gran velocidad. Luego de un rato, todo se detuvo, incluido el gran reloj. En la habitación, no había sonido ni movimiento, exceptuando los originados por el grupo.
Estando aún reunidos, Rabbit les explicó las reglas que deberían acatar durante su estancia en ese mundo.
-¡Son dos las reglas que deberán seguir, mientras estemos aquí!-dijo Rabbit autoritariamente-. ¡Uno: Nunca alejarse del grupo y dos: No alimentarse de comida de aquí! Háganlo de esto-forzando sus músculos al máximo, arrastró una gran bolsa llena de comida.
-No tienes por qué ser tan duro, amigo mío-le dijo Nicolás con su tono amable de siempre-.No es para tanto-le sonrió.
Sin más que hacer, se dispusieron a verificar si realmente el tiempo se paró, así que dieron un paseo por la ciudad. Siguiendo la regla número uno, todos se vieron obligados a ir, a pesar de que Simón quería quedarse para comer lo que había dentro de la gran bolsa negra. Al final, Laura logró hacer que se moviera, quitándole un gran paquete de papas fritas de sus manos y corriendo hacia la puerta. Una vez que ambos estuvieron afuera, Rabbit tomó el paquete de improviso, lo lanzó para adentro y cerró la puerta. Después, puso su mano en la espalda de Simón, y lo obligó a caminar. A medida que avanzaban, pudieron confirmar que nada se movía, solo ellos. No corría viento, no había hoja ni rama que se moviera, las aves estaban completamente quietas, suspendidas en el aire, los animales terrestres, como perros, gatos y humanos estaban paralizados; algunos caminaban, otros corrían, otros dormían, otros escapaban, otros perseguían. Todos parecían ser una fotografía de lo que estaban haciendo en el momento en que el tiempo se detuvo.
Cuando pasaron por fuera de un supermercado, Simón se desprendió del grupo y entró al local, sin que nadie se percatara puesto que todos siguieron adelante. Cuando volvieron a la mansión, se dieron cuenta de su ausencia.
-¿Dónde se habrá metido este niño?-dijo Nicolás, como si la situación no tuviera importancia-. Laura, anda a buscar a tu hermano-ordenó.
-¡No, no!-dijo Rabbit enojadamente-¿Cómo se te ocurre? ¡Regla número uno: No alejarse del gru…!
-¡Ay! Tus reglas son exageradas- interrumpió Nicolás.
-¿Cómo que exageradas? ¡Son para protegernos! ¡No sabemos lo que…!-se calló cuando vio a Laura parada bajo el marco de la puerta y bajó el volumen de la voz para decir-: lo mejor es mantenernos juntos. No sabemos si Simón puede estar perdido.
-¡Qué va a estar perdido ese! Debe estar comiendo por ahí.
-¡Pero, eso violaría la regla número…!
-Laura, ve a buscarlo-dijo Nicolás, sin esperar que su amigo terminara.
-No, Laurita, voy yo-Rabbit salió de la habitación.
Laura se quedó quieta bajo el marco por unos minutos, mientras su abuelo leía un libro, como si nada pasara.
-¡Abuelito!-exclamó Laura, haciendo que el viejo la mirara-¿está bien Simón?
-Por supuesto, mi amor. No le va a pasar nada. Nada se puede mover, no hay peligro. No te preocupes que ya volverá.
-Pero entonces, ¿por qué Rabbit parecía tan preocupado?
-Él es grave por naturaleza. Por todo, se escandaliza.
Dos horas después, Rabbit volvió. A penas podía avanzar y cuando vio a Pamela, su esposa, se desmayó. Ella, desesperada, llamó a Nicolás, quien llegó cuando la mujer intentaba detener la sangre, que no dejaba de salir de una herida en su estómago.
-¡Nicolás, ayúdame, por favor!-le suplicó Pamela, entre lágrimas y sangre-¡Se está muriendo!
-¡Tranquilízate, por favor! ¡Todo estará bien!-le dijo-¡Laura!
-¡¿Sí, abuelito?!-la niña salió de su escondite para posar sus ojos sobre Rabbit, que estaba tumbado en el suelo. Al verlo, se estremeció.
-¡Ve a la habitación del sótano, la del reloj y trae el botiquín de emergencia!
-¡Sí, abuelito!-contestó Laura.
Mientras tanto, Pamela no paraba de sollozar, gritar y caminar de un lado a otro, quejándose de todo lo malo que les deparaba el futuro.
-¡Cállate, Pamela, cállate! ¡Todo estará bien!
-¡Pero, mira, ha perdido mucha sangre, se va a morir! ¡¿Qué va a ser de mí, sin él?! ¡¿Cómo voy a sobrevivir?!
Pequeños destellos con forma de burbujas salían del cuerpo de Pamela y terminaban traspasando la piel de Rabbit. Ninguno lo notó .
-¡Mira, Pamela…-dijo Nicolás emocionadamente y sin escuchar lo que ella decía-…su herida parece mejorar! ¡No hay de qué preocuparse! ¡Pamela, mira, Pamela!-subió la mirada, cuando sintió que algo pesado y duro caía al suelo. Un esqueleto humano ocupaba el lugar donde Pamela había estado quejándose-¿Pamela?-se acercó a los huesos, pero antes de poder tocarlos, oyó que su amigo recuperaba la conciencia.
-¿Estás bien?
-Sí-dijo Rabbit misteriosamente.
-¿Qué te pasó?-Nicolás esperó una repuesta de alguien que tenía la mirada ida y puesta en un punto. Como parecía que no reaccionaba, miró hacia donde su amigo veía. Ambos observaban los huesos- Tengo un problema, Rabbit. No sé dónde está Pamela. ¡¡¡Ha desaparecido!!!
-No, no lo ha hecho. Ella se ha sacrificado por mí-dijo diabólicamente.
-¿Qué tonteras estás diciendo?
-Debemos traer más gente como ella-balbuceó Rabbit-. Nos harán fuertes y jóvenes. ¡Inmortales!-Nicolás tuvo la impresión de que los ojos de Rabbit se salían.
-¡Deja de hablar tonteras y ayudame a encontrarla!
-Encontré a Simón-Rabbit volvió a poner sus ojos en un lugar específico-. Estaba comiendo, como dijiste, pero en cuanto intenté detenerlo, me lanzó un manotazo y luego, sentí un dolor muy fuerte en mi estómago. ¡Pero, eso no importa, podemos ser inmortales; tú, yo, tus nietos! ¡Hasta tu mujer, si acepta venir! ¡Para eso, hay que traer gente con las características psicológicas de Pamela!
-¡No, eso no puede ser! ¡Te debe haber afectado el golpe en la cabeza!
-¿Lo viste, no?-preguntó Rabbit-¿Lo leíste en el libro?-inquirió-Está escrito en la pag…
-¡No, no se hará, Rabbit!-interrumpió Nicolás- ¡No lo haremos!-sonó autoritario, como nunca-¡No traeremos a nadie para sacrificarlo!-con una voz más tranquila y propia de su carácter, dijo-: Hay que buscar a tu mujer.
-Ahí está-detuvo a Nicolás, antes de que se fuera, para señalarle las osamentas.
-¡No, ya te dije que eso es imposible!
-El autor-volvió al tema del libro “NO TIME”-menciona que esto podría ocurrir. Eso explicaría lo de los huesos. ¿Cómo lo explicas tú?
-Y dice, también, que no está completamente seguro; que solo es una suposición y que lo más probable es que no sea así-señaló los huesos-. Eso debe haber sido una jugarreta de Laura. ¡Ya sabes cómo son los niños!
-¿Dices que una niña de 8 años dejó esos restos humanos? ¿Y de dónde los sacó, según tú?
Nicolás no respondió.
-Mira-dijo Rabbit incorporando la mitad superior de su cuerpo-. Hay algo muy raro pasando aquí. No sé lo que es, pero si sé que nos puede beneficiar a ti, a los niños, y a mí. Hay algo que me dice que Pamela se sacrificó para darme fuerzas, y que esa misma fuerza la podemos obtener de otros ¡¡¡Es nuestro sueño!!!
-¡Aaaaaaahhhh!-gritó Laura desde el pasillo.
Nicolás la oyó y fue por ella. Rabbit, que seguía en el suelo, le dijo:
-Es por el bien nuestro y de tus nietos.
-¿Qué pasa, Laura?-preguntó Nicolás cuando llegó a su lado.
Mirando hacia el frente, la niña levantó su brazo, que no dejaba de temblar, y señaló tímidamente algo en frente de ellos. Él se dio media vuelta. Le costó entender y creer lo que estaba viendo.
-¡Abuelo, ayúdame!-Simón, con sus brazos entorno a su estómago, se acercaba a ellos.
Partes de su piel cambiaban de color; estaban oscureciendo. Eran muchas manchas que avanzaban hasta cubrir toda su dermis.
-¡Ayúdame, no sé qué me pasa!-su voz sonaba extraña, como si estuviera sufriendo una transformación. Esto hizo que Nicolás retrocediera un poco y pusiera sus brazos sobre los hombros de su nieta, en señal de protección-¡¿Por qué no me quieres ayuwawawaaa?!-sus palabras se tornaron indescifrables.
Laura y Nicolás se alejaron aún más de él, cuando vieron que su cuerpo comenzaba a modificarse. De repente, uno de los brazos de Simón tomó forma de un sable que se lanzó a toda velocidad en contra de sus familiares. Nicolás volteó de tal forma, que él quedo dándole la espalda a su atacante, frente a Laura, que apenas aguantaba las lágrimas.
-¡Aaaaaaahhhhh!-gritó Rabbit.
Nicolás se giró y vio a su nieto desprendiendo su brazo, ahora convertido en sable, del cuerpo de Rabbit. Ambos estaban oscuros y retorciéndose de dolor en el suelo. Rabbit sufría lo mismo que el nieto de su amigo. Estaban descontrolados y lanzaban unas cosas negras con forma de cometa. Ni Laura, ni Nicolás entendieron lo que eran, pero sabían que si alguna los alcanzaba, tendrían la misma suerte que Rabbit y Simón, así que corrieron a resguardarse a un pasillo perpendicular al que hacía de escenario de la escena. Asomados en una de las esquinas, presenciaron cómo se convertían en algo muy distinto a lo que eran.
Cuando todo acabó, un silencio abrumador acompañó a las dos figuras que emergieron y flotaron. Una poseía el rostro de Rabbit y unos ojos pequeños y diabólicos que vestía una capa negra que caía desde su cuello, cubría sus hombros, tronco y la parte donde usualmente estaban las piernas y acababa en jirones, a un metro de altura. El ser que levitaba, no parecía que tuviera piernas ni brazos. El otro no tenía forma definida, pero su cuerpo negro y moldeable, como el agua, tenía un hocico de león, que su dueño podía mover libremente.
-¡¡¡¡¡Nicolás!!!!!-gritó el ser con la cara de Rabbit.
El abuelo de Laura sintió que estaba enojadísimo y creyó que lo mejor era escapar, por lo tanto, se dirigió junto a su nieta, lo más rápido que pudo, hacia las escaleras. A medida que descendían, oían cómo su persecutor les gritaba que se detuvieran. Nicolás, agobiado por el cansancio y la vejez, sentía que iba cada vez más lento y escuchaba los gritos más cerca. Dieron algunos pasos en la habitación del reloj, antes de que su enemigo los alcanzara. Rabbit le hizo un gesto a Simón con la cara. Éste, que actuaba como una mascota, agarró a Nicolás por la cintura y lo paró violentamente, provocando que Laura, que tenía agarrada la mano de su abuelo, cayera al suelo y se deslizara, quedando más cerca del reloj.
-¡Laura, toma el reloj!-ordenó Nicolás. La niña lo agarró y se acercó a su abuelo-¡No, no te acerques!-se detuvo cuando vio a su familiar desaparecer tras la viscosa materia-¡¡¡Quémalo, Lauraaaaa!!!
-Laurita, dámelo-dijo Rabbit con una placidez que contrastaba con su actitud minutos antes.
Ella, que no dejaba de temblar, retrocedía con cada aproximación de él. Sus ojos fueron enclipsados por los de él para hacerle bajar la guardia y robar el reloj con más facilidad. Y una vez logrado su acometido, Rabbit, lleno de triunfalismo y burla, sostuvo el objeto a la altura de los ojos de la niña.
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