El tumor asesino supernovo listo a estallar y dejarme en mil pedazos se descarta. No solamente el tumor exagerado, sino todo rastro de tumor, quiste o cosa encajada en el útero de connotación negativa. De hecho la secretaria hasta estaba feliz cuando me llamó para confirmar los segundos resultados. Me felicitó por el bebé. ¡¡¡ME FELICITÓ POR EL BEBÉ!!! ¡La puta madre! ¡La puta madre soy yo! ¿Qué carajos de pesadilla se supone que estoy viviendo? Las manos me tiemblan tanto que mi chica tiene que atajar el celu y cortar la llamada.
-Tranquila, acordate que agendaste el aborto por las dudas que pase esto. La buena noticia es que no te vas a morir, digo.
-¿Cómo se supone que tengo que estar tranquila?
-Porque no te queda otra que esperar. La semana que viene se termina todo. Tranquila. ¿En serio preferías que sea un tumor?
-Sí, uno benigno era bien bienvenido. Para darle sentido a todo esto que tengo metido detrás del ombligo. Uno no benigno y operable también. Encima me re comería un alfajor. Un alfajor de merengue. Bañado en chocolate.
-No sé qué decirte.
-¿Sobre el alfajor? ¿Qué hago si preguntan otra vez por el padre?
-No hay más que decir que no está. De existir no sería ni el primero ni lamentablemente el último.
La idea me revuelve el estómago. Hay días que no me puedo parar de los mareos que tengo. Y tengo antojos. Obvio que tengo antojos de esos imposibles, como ganas de comerte un alfajor en un pueblo alemán lejos de la ciudad que pueda llegar a tener alguno. O podría hacerlos, pero no es una opción manejar una masa y un horno sobre un bote en medio de una tormenta. Los mareos no paran, la cabeza duele, el cuerpo duele, todo lo que pienso me da náuseas.
Una semana. El jueves que viene se termina todo.
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