Oliver no había ido a clases por unos días, su gripa apenas había mejorado, es como si la enfermedad se hubiese encariñado con él y no quisiera dejarlo, pero por suerte al final se deshizo de ella.
Aquel día había llegado más temprano de lo normal, al entrar al salón, se encontró al chico que dejaba las flores en su lugar, al no querer ser descubierto se escondió.
Desde su escondite miro al chico detalladamente, ladeo la cabeza al reconocerlo, era el chico torpe y deportista: Mateo. Si, ese era su nombre.
Todos en la escuela lo conocían por ser el mejor jugador de su equipo, pero también se le conocía por ser muy torpe.
El chico castaño terminó de escribir su nota, miro a su alrededor esperando que se nadie lo haya visto, salió del salón dejando solo al chico de ojos bonitos, el de ojos azules se acerco a su lugar, dejó sus cosas en su asiento, miro la pequeña rosa y tomo la nota.
"Supe que te enfermaste y también me enteré que hoy regresabas a clases, espero que estés mejor, extrañe verte. <3
M."
Sus mejillas se enrojecieron a más no poder, aquel chico estaba al pendiente de él y eso hacia que su corazón latiera cada vez más fuerte ¿que era ese sentimiento? Había olvidado preguntarle a su mamá.
Quería saber más sobre aquel chico, pero es demasiado penoso como para acercarse a alguien el primero, en algún momento el chico daría ese paso ¿verdad? Sabía quien era, pero estaba claro que el chico de las flores no quería ser descubierto, al menos no aún.
Así que le seguiría la corriente hasta que decida dar el siguiente paso, haría como si nunca lo hubiera visto dejando esa bonita flor, así sería hasta que el chico se acercará a él.
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