Llegaba tarde a su consulta médica. De unos cuarenta años, delgado con un cabello castaño cuyas canas ya estaban saliendo en varias partes de su cabeza. De ojos azules, rostro duro como una roca; pero de agradable aspecto. El Doctor William Trembler abría la puerta del consultorio donde una hermosa mujer de cabellos negros y ojos castaños lo miraba con enojo, aunque tuviese la misma edad del Doctor Trembler, Julia Tremble seguía viéndose igual de radiante que cuando él la conoció. De un rostro redondo; pero con una expresión angelical, Julia era la clase de mujeres por la que los hombres matarían literalmente hablando. Los años aun no habían quitado su inocencia y su dulzura seguía en pie, a pesar de lo que ocurría en dicha relación. William sonriendo le dijo a Julia
- Lamento llegar tarde querida, ¿algún paciente me está esperando?
- Solo han sido veinticinco minutos tarde cielo- le respondió Julia mirándolo con un tierno enojo- sin embargo sean veinticinco minutos o veinticuatro horas tarde, poco me importan en comparación a saber dónde estabas anoche
- Ya lo sabes amor, estuve en la casa de Richard jugando póker
- ¡Toda la noche!- exclamó ella molesta levantándose de su silla golpeando con sus manos abiertas la mesa de recepción
- El tiempo vuela cuando estas con esas cartas en la mano, Richard también se sorprendió de la hora- se excusó William sonriendo adentrándose en su oficina
- Llamé a Richard anoche, a eso de las tres de la mañana- le respondió Julia con sus ojos llorosos- dijo que habías partido temprano porque querías estar conmigo más tiempo
- Julia yo…
- ¡¿Qué?! ¡¿acaso alguna de esas mujerzuelas te amenazó con un cuchillo para que fueses a su cuarto para tener sexo con ellas?!- le increpó Julia secándose los ojos- ¡Medico y mujeriego! ¡Qué brillante combinación! al menos cuando estabas en el hospital podías tener mejores excusas a las que das últimamente
- Julia… no es lo que crees, es decir tú…- intentó explicar William cuando vio que una señora robusta, de cabello castaño claro, al punto de parecer anaranjado, entraba a la consulta
- Es la señora Gardner, tenia turno para las ocho y media- dijo Julia ignorando por completo a William volviendo a sentarse en su silla- quizás quieras atenderla primero
- Sí, mi amor- le respondió William con su voz apagada- venga señora Gardner, dígame lo que le sucede
La señora lo siguió a la oficina de William. Una vez dentro el doctor cerró la puerta dando inicio a la consulta. Julia se alegró que Gardner fuese una mujer llena de arrugas, anciana y fea, caso contrario la consulta terminaría con su esposo con los pantalones abajo practicando el cama Sutra con su paciente… otra vez.
Revisando la lista de pacientes, Julia, se preguntaba a diario porque seguía con ese cretino. Aun mantenía su juventud, su belleza e incluso seguía siendo alguien amorosa con los que la rodeaban, a pesar de su edad ella podía ser una gran pareja para cualquier otro hombre, fuese joven o anciano. Entonces ¿Por qué seguía estando al lado de ese idiota que no la respetaba? Con un suspiro se dijo a sí misma la respuesta: porque lo amaba todavía.
Recordaba el día que lo conoció. Su auto se había estrellado contra un árbol que quedaba cerca de su casa, en los límites de la ciudad, ella oyó el ruido de aquel deportivo estrellarse contra dicho árbol y fue a ayudar a su ocupante. Siendo la única hija de un granjero que se encontraba haciendo su trabajo en el campo en ese momento, tuvo que ingeniárselas para salvar a ese muchacho tonto que casi se había matado y seguía en estado de ebriedad. A pesar de que su conducta era demasiado cuestionable, Julia se enamoro ni bien lo vio allí, inconsciente, con su frente lastimada y un hilo de sangre corriendo por ella. Tomándolo en sus brazos lo llevó con mucho esfuerzo a su casa para atenderlo. Cuando se despertó, ambos hablaron al respecto, ¿Cuánto paso antes de que se enamoraran? No lo sabía, solo sabía que si su padre la hubiese acompañado aquella vez, posiblemente nunca se hubiesen enamorado y mucho menos casado.
Pensaba eso como si hubiese sido algo malo; pero… ¿era William el hombre con quien ella soñó? ¿La amaba en realidad o solo era su número 1 en su lista de mujeres con las cuales fornicar? Su padre no aprobaba la unión; pero no era idiota. Sabía que William, siendo un medico graduado con honores en la universidad de California, podría darle una vida decente a su hija, coches último modelo, piscina, televisión por cable y muchos nietos.
Con excepción de eso último, Julia tenía todo lo demás; pero la maldita esterilidad le quitó algo que si deseaba con toda su alma: un hijo a quien amar. Algo a que amar que no fuese un hombre que, aunque no la golpeaba nunca ni tampoco la maltrataba, le gustaba pasar las noches con cualquier mujer menos con ella. Recordaba su infancia, cuando se sentaba en el tronco de un árbol a mirar las estrellas y los montes pensando, creyendo ¿sintiendo? Que algún día iría un hermoso Príncipe azul en su caballo para llevarla a su castillo como en los cuentos de hadas o las películas de dibujos animados; pero al crecer solo deseaba conocer al hombre de su vida, príncipe o no príncipe. Ella solo deseaba estar casada con un hombre que quisiera salvar vidas a toda costa, que fuese un héroe para ella. Que mejor héroe que un medico como William quien tomaba su profesión muy en serio… si solo la tomara a ella igual de en serio que a su profesión. De algún modo era el hombre con quien ella siempre soñó: amoroso, heroico y agradable ¡¿Por qué tenía que ser mujeriego también?! ¡¿Por qué ella tuvo que ser estéril?!
Terminando de revisar la lista, dando un fuerte suspiro, Julia supo la razón por la cual todavía seguía al lado de William, aunque nunca habían hablado del tema: William nunca conoció a su madre, solo lo crió su padre cuando era niño. Alguien que no pudo conocer a su madre, que nunca pudo tener una imagen materna que querer, podía también tener inseguridades. Tener anhelos extraños o sencillamente actitudes que podrían ser reprochables; pero no por ello inentendibles para Julia. William no sabía cómo actuar ante una mujer debido a que nunca creció al lado de una y por ende él entendía las relaciones personales de otro modo. Quizás, para William, estaba bien o no era tan terrible el serle infiel debido a que al crecer nunca vio que su padre pudiese tener una relación estable con nadie. Para Julia, William era un niño que extrañaba a su madre y no sabía cómo llenar ese vacío interno. Julia también había crecido sin su madre cerca, por lo que entendía como se sentía William e incluso se decía a si misma que de haber sido hombre habría hecho lo mismo. Ella tuvo que ser la princesa, la madre, la hermana e incluso la heroína en más de una oportunidad. Estaba acostumbrada a ser la mujer de la casa y desde su perspectiva, su esposo, no sabía cómo parar y esas malditas lo usaban como si fuese una moneda. No lo comprendían, solo lo usaban como un pedazo de carne y Julia sabía que si se iba de su casa, William se suicidaría. Porque para él, ella fue lo más cercano a una figura materna que alguna vez conoció en su vida.
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