Era sábado y por lo mismo Oliver no tenía clases, no le gustaba estar en casa encerrado cuando dibujaba, eso hacia que su imaginación se limitará.
Así que allí estaba bajo un árbol, en uno de los parques que estaba cerca de su casa, las personas casi no iban allí y eso le gustaba, estaba tan concentrado en su dibujo, cuando alguien se sento a su lado.
Mateo pasaba por pura casualidad por allí, desde lejos lo había visto, pensó que era su imaginación y se acerco a él, entonces se dio cuenta de que si era el chico de ojos bonitos.
–Hola –saludo, intentando ver lo que el chico dibujaba.
Oliver miro al chico y sus mejillas se sonrojaron: –Hola –le devolvió el saludo en voz baja.
Mateo abrió la boca para decir algo más, pero no supo que más decir, la última vez solo pudo decir cinco palabras y se quedó en blanco, ahora solo había dicho una y se sentía tonto.
–¿Te gustó el dibujo que te di? –pregunto sin mirarlo, concentrado en el dibujo que estaba haciendo justo en esos momentos.
Asintió frenéticamente, se sintió aún más tonto al darse cuenta que el chico no lo miraba, se aclaro la garganta, estaba bastante nervioso.
–Si, es un dibujo muy bonito, dibujas hermoso –sus ojos brillaron de emoción.
Nunca imagino que el chico le diera un dibujo suyo, el parecía muy apegado a sus dibujos, además de parecer nunca mostrarle esa libreta a nadie.
El chico de ojos bonitos acomodo sus lentes, miro al chico con las mejillas sonrojadas y un brillo en sus ojitos, raro vez mostraba sus dibujos y que alguien le diga que eran hermosos lo hacían animarse a dibujar más.
–¿En serio crees que dibujo bonito? –pregunto cual niño pequeño.
Listo, Mateo podía morir feliz, ese chico era una dulzura andante.
–¡Claro! Eres muy bueno dibujando –le regalo una tierna sonrisa.
El corazoncito de Oliver se volvía loco, ese chico lo hace sentir muy bonito.
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