¡Alegría gente que estoy nuevamente embarazada y la concha de la lora!
No puedo salir de casa. No me animo, tengo ataques de pánico. Mi psiquiatra me dijo que lo arregle con la psicóloga. Qué dúo. Después de que me entregaron los resultados de los análisis me comí una charla de una hora y media sobre métodos anticonceptivos. Estoy tomando vitaminas y otras cosas que ni sé qué son para resguardar mi salud en el segundo aborto.
Sí, me tengo que someter a un segundo aborto.
Esta vez no hubo explicaciones a ningún médico, esta vez me importó poco cómo me mirasen, o quiénes estaban alrededor. No sólo estaba muy débil sino que muy histérica para sobrellevar esta situación. Otra vez.
Cuando mi pareja pidió el turno (yo claramente no podía) acordó que me coloquen un DIU después de la extracción del feto. No sé bien por qué, ni para qué, pero dije que sí.
-¿Tu marido abusa de tí?
Me pregunta la enfermera de 60 y todos con cara y voz dulce de la vez pasada. Le respondo que no, que no tengo marido, que nadie abusó de mí. Cuando mi pareja viene a buscarme, le comento lo que me preguntó la enfermera.
-Si le dijéramos la verdad pensaría que fue el espíritu santo.
La enfermera me dio otro folleto pero ya no era un dulce de leche. Capaz que le cayó mal mi novia. El folleto me hablaba de dios.
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