–Mati, ¿almorzaras con nosotros? –pregunto Carven, mientras terminaba de guardar sus cosas.
–¿Alguien más? –parpadeo sin comprender ¿de que se había perdido?
–Si, hasta luego –se despidió del chico.
Salió del salón dejando a su mejor amigo con la palabra en la boca, genial, había sido reemplazado por quien sabe quien.
Meteo estaba feliz, era la primera vez que pasaría su descanso con el chico de ojos bonitos, el mismo se lo había pedido y claro que no dudo ni un segundo en decir que si, le gusta estar con el chico.
Oliver estaba comiendo una manzana mientras miraba a las personas pasar, como era costumbre para él, se encontraba sentado bajo su árbol favorito, esperando que Mateo venga, solo bastaron unos segundos y el chico apareció.
El de ojos azules no pudo evitar sonreír al ver al chico, el castaño le devolvió la sonrisa, se acerco al chico y se sento a su lado.
–Bien –se encogió de hombros y sonrió.
–Me alegra eso –mordió su manzana y busco algo más en su mochila, saco una corona de flores–. Mira, te traje esto –sus mejillas se sonrojaron levemente.
El pelinegro ladeo la cabeza y miro lo que el chico le estaba mostrando, sus ojitos brillaron, siempre había querido uno de esos.
–Que bonita... –murmuró mirando la corona de flores.
El castaño sonrió tierno, le puso la corona de flores con cuidado, acomodando sus mechones de cabello, se veía tan hermoso con esa corona de flores en su cabecita.
–Bonito... –suspiro embobado al verlo.
Las mejillas del ojiazul se sonrojaron, nadie le había dicho bonito y se había sentido bonito que alguien se lo diga.
–Gracias... –dijo en voz baja, estaba apenado, ese chico le hacía sentir cosas bonitas.
Carven los miraba escondidos detrás de unos arbustos mientras les tomaba fotos, se veían hermosos juntos, su lado fudanshi salía a la luz cada vez que veía una parejita melosa.
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