CAPITULO 1: BILLY, EL MUCHACHO MÁS SOLITARIO DEL MUNDO
MIAMI, FLORIDA, 1984
La ciudad de Miami todavía se encontraba convulsionada debido a los asesinatos del psicópata carnicero apodado por los medios como “el Titiritero” debido a su manía de disfrazar sus cadáveres como si fuesen juguetes. A pesar de que no había pasado ni un mes desde su muerte en una fábrica abandonada de juguetes, los ciudadanos todavía tenían cierta desconfianza al caminar por las calles y trataban de evitar contacto con desconocidos. Algo de lo que el pequeño Billy Kloinger no necesitaba preocuparse debido a que era un muchacho muy solitario a pesar de tener unos nueve años de edad. Pedaleando por las calles acercándose a la playa, aquel muchacho de cabello castaño oscuro, ojos negros y llevando una remera verde con rayas violetas horizontales junto a un pantalón corto marrón, esquivaba los autos como un autentico profesional. Las bocinas de los vehículos no lo distraían, con una sonrisa en sus labios, veía el océano azul delante suyo junto a unas pequeñas palmeras que separaban la ciudad de la playa, junto a una pequeña pared de un metro que no podía esquivar; pero al ver una tabla de madera apoyada en dicha pared, no tuvo necesidad de hacerlo. Pedaleando con fuerzas, Billy, subió dicha tabla y pudo dar un salto con su bicicleta hasta donde se encontraba la playa. Los neumáticos golpearon la caliente arena y siguieron de forma imperturbable hacia adelante. Billy tenía que apresurarse si quería llegar a tiempo para poder verlo. Deteniéndose cerca de donde estaba el fino limite que separaba la playa del océano, con la brisa moviendo sus largos cabellos que le llegaban hasta el cuello, Billy pudo verlo a la distancia. De un blanco demasiado brillante, el crucero Ocean Six pasaba cerca de las playas de Miami y en el centro se veía el nuevo modelo de Tanque de Batalla que usarían para el desfile del día sábado, el orgullo de la armada, el Wolf 13. Una belleza que hacía ver a “Kitt” del “Auto Fantástico” junto al “Airwolf” como antigüedades dignas de aparecer en los “Picapiedras”. Se decía que tenía piloto automático, visión infrarroja y de rayos X, un listado de canciones con todos los éxitos del momento e incluso se decía que además de ser a prueba de balas también era a prueba de bombas nucleares. Billy había oído, aparte de todo eso, que estaban trabajando en otros dos modelos, siendo el más reciente el Wolf 15; pero aquel muchacho de Nueve años creía que no había necesidad de mejorar lo inmejorable, solo era reparar lo que no estaba roto y aquel hermoso tanque no estaba para nada roto.
Consultando su reloj de pulsera, Billy vio que eran las once de la mañana, pronto seria mediodía y eso significaba que su padre volvería del trabajo hambriento. Revisó sus bolsillos esperando tener algo de su mesada, dio una exclamación de alegría al ver que llevaba lo suficiente para poder comprar unas hamburguesas en Johnny’s Petso. Una cadena de comida rápida que sabia como hacerle competencia a las multinacionales como “MC’Donalds”. Por lo general la comida rápida y chatarra era algo muy recurrente en sus dietas; pero Billy no se quejaba. La mayoría de los chicos de su edad ya desearían comer todos los días pizza, Hamburguesas con papas fritas y unos Hot Dogs junto a un refresco de la línea Petsos. Era de las pocas cosas que no lamentaba de su vida después de la muerte de su madre. Intentó reprimir dicho pensamiento; pero era imposible ¿Cuánto había pasado desde entonces? ¿Unas semanas, unos meses… unos años? Intentó hacer unos cálculos mentales sin mucho resultado; pero si Billy tenía siete cuando ella murió debido a ese maldito Cáncer, entonces, al tener unos nueve en ese momento, debieron haber pasado unos dos años desde aquel maldito día. Dos años donde él tuvo que buscar un modo de huir de aquel dolor. La soledad que sentía en su interior y en su exterior era demasiado grande como para que un niño de su edad pudiese soportarla; pero él no era una niñita que lloraba como un bebé. Su amargura la soportaba en silencio, creando un mundo imaginario donde refugiarse. Un mundo donde los héroes de sus historietas eran sus amigos y las heroínas sus novias. Nada de eso era real, él lo sabía; pero era mejor la fantasía a nada; siendo la nada lo que primaba en su vida real. Una nada en donde no tenía amigos, una nada en donde era ignorado por los demás muchachos de su edad e incluso era atacado por alguno que otro bravucón, una nada en donde veía a su padre renunciar a sus sueños de ser cantante y drogarse con esas malditas sustancias todo el maldito día después de volver de su trabajo como vendedor de autos usados. Sí, él vivía en una fantasía y lo admitía; pero ¿podían culparlo? Al menos sus heroínas no eran tan terribles como las de su padre, al menos a las heroínas que amaba en secreto no se las inyectaba en el brazo como lo hacía su padre. Bajando la vista intentó ahogar un sollozo al recordar aquello. No valía la pena amargarse en un lindo día, aparte, esas hamburguesas no se iban a comprar solas. Se preparó para dar la vuelta cuando notó, a la distancia, un extraño bulto en la arena. A pesar de qué no tenía tiempo para verificar aquello, su curiosidad fue más fuerte que su responsabilidad. Acercándose con su bicicleta, a dicho bulto, lo tocó con su pie y este se movió un poco, tenía una forma ovalada. Billy creyó que podía ser una bolsa de viaje abandonada o algo similar, tras moverlo un poco mas con su pie, el bulto, se movió de la arena mostrándose como una criatura que no sabría como describir. Aquella misteriosa criatura en lugar de darle miedo le dio curiosidad. Se veía como un ser muy agradable, al abrir sus ojos de un azul violáceo, Billy exclamó con una sonrisa
- ¡Wow! ¡cool!
La criatura emitió un grito de terror al ver a un ser humano por primera vez en su vida.
Comments (2)
See all