El sonido del piar de las aves la devolvió al presente. Devontar aun la miraba con aquella seriedad y tristeza por lo ocurrido.
- No he podido volver al sector de los Zafiros tras lo ocurrido Devontar, yo… no soy tan fuerte como debería, quizás lo más digno para mi seria que me uniese en las labores de hogar de los machos- le respondió Tyurant con pesar
- ¡Y una mierda!- aseveró Devontar con un tono directo; pero cálido- de todas las cazadoras que he adiestrado, tú eres la mejor Tyurant, solo te falta la confianza en ti misma para poder superar los límites que podemos ver todos que tienes. Si debo estar contigo enseñándote a concentrar tu energía durante mas de mil años para que puedas darle a esa calabaza, entonces lo haré; pero no dejare que una gran cazadora se desperdicie injustamente
Tyruant miró a su amiga y asintió con la cabeza debido a que alguien como Devontar no hacia esos juramentos si no fuera porque de verdad creía en lo que decía.
Por desgracia su tiempo de perfección y práctica seria más corto de lo que creían.
Cuando el Monte Yuki murió, fue durante el rojizo atardecer. Las nubes blancas se habían retirado dejándolo visible por completo. Aquello era una novedad en más de un sentido debido a que las nubes siempre habían tapado aquel enorme monte y guardián protector, en esos miles de años que los Yukis habitaron aquel valle, jamás se había visto el monte tan limpio y mucho menos tan ancho, como si fuese a explotar.
La sacerdotisa estaba al lado de la Profetiza mirando aquel evento. En los cinco sectores ocurría lo mismo, todas observaban al Monte Yuki en toda su gloria. Sin una sola nube en el cielo, con el rojizo atardecer como único fondo. La Sacerdotisa y la Profetiza solo pudieron decir al unisonó
- Colores Primordiales, tengan piedad de nosotras
No pasó ni un minuto tras decir eso que la tierra empezó a temblar, la muerte del Monte Yuki y del Valle del Yuki estaba por comenzar.
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