Debía ir a comprar las hamburguesas y volver a su hogar con su amiga. Era más fácil decirlo que hacerlo. Los callejones poco poblados que Billy recordaba, en realidad si estaban poblados por algunos transeúntes. Todos mirarían a su amiga y se asustarían, tenía que pensar en algo ¡Rápido! Tras salir de la playa, Zefarin, agudizó su visión con la intención de poder encontrar un modo de inmiscuirse entre los demás sin ser descubierta poniendo en serios problemas al muchacho. La respuesta la tuvo ni bien vio a la primera niña sosteniendo una muñeca. Sonrió al ver que en ese mundo también existían los juguetes. Billy veía el callejón con muchas personas que caminaban hablando de sus cosas, aun no notaban a Zefarin; pero era cuestión de tiempo para que lo hicieran. Sintió como ella le tomaba la camisa, bajó su cabeza para verla y notó como señalaba a la muñeca de la pequeña que estaba cerca de ellos, después se señalo a sí misma. Billy le dijo
- ¿Acaso quieres que te compre una muñeca?
Ella negó con la parte superior de su cuerpo y volvió a señalar la muñeca, acto seguido se señaló a si misma de nuevo. Con una sonrisa demasiado grande, Billy, comprendió al fin lo que su amiga le estaba diciendo. Asintiendo con la cabeza, le dijo:
- Te entiendo amiga, te entiendo a la perfección- esbozando una sonrisa, le susurró- pero no hagas ningún movimiento hasta que lleguemos a casa ¿OK?
Zefarin se mantuvo quieta por completo y Billy emprendió la marcha hacia Johnny Petso’s.
Durante el camino todos veían con cierto asombro a Zefarin; pero su actuación de juguete era más que impecable, nadie sospechaba nada de ella e incluso los niños se preguntaban donde podían conseguir un peluche tan genial como ese. Cuando llegó a su destino, Billy, se bajó de la bicicleta y le dijo a Zefarin en voz muy baja.
- Pienso ir hacia adentro, por favor no te muevas de aquí- al ver que ella le miraba confundida, Billy suspiró diciendo- si, lo siento, no me entiendes
Señaló el local, se señaló a sí mismo y señalo el establecimiento una vez más, con su dedo índice la señalo a ella y bajó el índice hacia el suelo. Esbozando una sonrisa, Zefarin, asintió con la parte superior de su cuerpo dando a entender que lo había comprendido, al menos eso era lo que Billy esperaba.
Adentrándose al local, Zefarin observó en silencio y sin mover su cuerpo ni un centímetro de más, el entorno que la rodeaba: muchachos jóvenes con ropas algo llamativas oyendo música en un dispositivo que podría ser una radio; pero no estaba segura de aquello. Hombres obesos comiendo carne en los asientos junto a algunas verduras como las papas. Aquello era bueno, porque le decía a Zefarin que la especie con la que estaba conviviendo en ese momento era omnívora, en pocas palabras: su dieta podía variar según su parecer. Los edificios si la tomaban por sorpresa, en Yume, las edificaciones eran casas de solo dos pisos con sus ocupantes viviendo en el interior. La vida era pacifica en aquel pueblito y, por lo general, su modo de vida era más herbívoro que carnívoro. Ellas podían comer carne, solo que preferían no hacerlo. El único edificio del que se tenía noticia de ser el más grande era el castillo del Rey Korintyas; pero su castillo ni de chiste era tan enorme como lo eran aquellos rascacielos. Recordó a sus amigos y se preguntó cómo se encontrarían. Esa maldita de Kuroi la envió muy lejos de casa, demasiado lejos en realidad. Aun así ella todavía tenía la fe en sus amigos, sabía que podrían salvar Yume de las garras de Kuroi sin su ayuda. En cuanto a ese muchacho ¿Porque estaría tan triste? Su Zafiro rara vez brillaba del modo en el que brilló cuando sintió su pesar, un pesar tan grande que no le dejó ninguna opción salvo el querer ayudarlo. Si solo pudiese hablar su idioma y poder preguntarle que le ocurría.
No tardó en volver a su bicicleta con la comida en su mano. Sosteniendo con una mano el manubrio y con la otra el pedido, Billy, emprendió el retorno a casa. El vecindario era inexistente: solo unas casas rodantes en muy mal estado que se encontraban en un espacio reservado a ellas. Dentro de la zona más pobre de la ciudad, Billy llegó a la casa rodante y, viendo a ambos lados para cerciorarse de que estaba solo en ese momento, se bajó de su vehículo diciéndole a Zefarin
- Llegamos a casa amiga
No necesitaba entender su idioma para saber que algo iba mal en la vida de aquel muchacho y a juzgar por su hogar junto a su entorno, entonces era algo jodidamente mal.
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